Me desperté sobresaltada, como si hubiese tenido una pesadilla, y con un fuerte dolor de cabeza. Me llevé las manos a las sienes, el foco del dolor, y noté que llevaba una venda.
Haciendo un gran esfuerzo, me incorporé, y pude ver que estaba tumbada en una camilla, en un cuarto completamente blanco. Olía a desinfectante y estaba rodeada de instrumental médico. Resultaba obvio que me hallaba en un centro médico, pero no recordaba absolutamente nada, salvo el momento de mi caída.
Intenté levantarme, pero estaba muy mareada. Aún así, conseguí mantener el equilibrio apoyándome en la camilla. Caminé tambaleante hasta la puerta y la abrí. A quien vi primero fue a Jacobo, andando nervioso de un lado al otro del pasillo. Catalina, en cambio, estaba más tranquila, sentada cerca de su marido, hablando por el teléfono. Las pequeñas estaban leyendo un libro juntas, y un poco más lejos de ellas estaba Tomás, también con aire ansioso. No dejaba de moverse en la silla y Carla estaba a su lado, molesta por no conseguir atención.
-¿Qué tal te encuentras?
Me sobresalté al oir hablar a alguien detrás de mi, y en un intento torpe de girarme, mis pies se enredaron y me caí de culo. La que me había hablado era una enfermera ya entrada en años que, intentando reprimir la risa, me ayudó a levantarme.
-Todo lo bien que se puede estar, supongo. ¿Qué me ocurrió ?
- Te caíste, llevándote un fuerte golpe en la cabeza. Todas las pruebas que te hemos hecho dan buenos resultados, por lo que simplemente tienes que ir a casa y descansar.
A continuación, abrió la puerta por mi y me indicó que podía irme ya. En cuanto me vieron salir, todos se pusieron de pie, a excepción de Carla, que me mira con desprecio. Las pequeñas me abrazaron con mucho cuidado y se propusieron voluntarias a cuidarme en casa. Cuando Jacobo llegó hasta mi, me abrazó fuertemente. Aquel hombre era un amor de persona.
-¿Cómo está mi princesa?
- Yo...- ¿princesa? Woah, podría acostumbrarme facilmente a aquel trato cariñoso-. Estoy bien, solo tengo un pequeño dolor de cabeza.
Catalina no quiso ser menos y, en cuanto Jacobo me soltó, también me abrazó. Su perfume era tan penetrante y dulzón que me vinieron ganas de toser y alejarme de su agarre, pero me contuve.
-¿Tienes hambre? ¿Sed, o sueño?
-Tengo algo de hambre... Ahora supongo que volveremos a la fiesta, ¿no?
- No, cielo. La fiesta se acabó en cuanto te trajimos al medico hace como cuatro horas.
- ¿Que qué? ¿Qué hora es?
- La una de la mañana.
¿De veras había pasado tanto tiempo inconsciente? ¿Tan fuerte había sido el golpe?
En ese momento, la más pequeña de mis dos hermanas, Sara, se acercó a nosotras y le preguntó a su madre mientras la agarraba del dobladillo de su falda para llamar su atención:
-Mami, ¿podemos ir a una pizzería?
-Claro que sí, peque.
Minutos después todos salimos fuera del centro médico. Dentro del edificio tenían la calefacción a tope, y en el exterior la temperatura era mucho más baja, por lo que solté un sonoro estornudo.
Todos se habían dado mucha prisa en llegar al coche y no se enteraban de que yo me quedaba atrás, a excepción de Tomás, quien dio media vuelta y se quitó su abrigo.
-Te vas a constipar-me dijo sonriendo mientras me lo tendía.-Con este tiempo no se puede salir de casa sin chaqueta.
-Gracias, abuelita-respondí burlona.
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Unexpected
ActionKristen, una chica huérfana de solo 16 años, es adoptada por una familia algo particular. Así es cómo Kris llega a Santa Columba, donde conocerá a personas como Thomas y Hélène, que se ganarán un lugar en su corazoncito. Cuando la amistad surge con...