Cap1

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Menos mal que estaba solo en el salón de mi apartamento, porque al
terminar de ver aquella película no pude evitar que una lágrima me cayera por el rostro embargado por la emoción del final.
El problema consistía en que se trataba de una película romántica y se supone que un digno varón no debe llorar en ellas. Debe sonreír, con masculina suficiencia, y decir mientras mueve la cabeza comprensivamente de “mujeres…”. Por eso era de agradecer mi soledad en ese momento, pues mi reacción no había sido esa precisamente.
Tras unos instantes de recuperación emocional mi mente comenzó a analizar el argumento del film. La muy original base argumental consistía en las dudas que tenía la protagonista sobre a cual de dos chicos entregar su amor. Uno de ellos era rico y perverso, y a pesar de lo divertido que suele ser cuando se es de tal carácter, según la película era desgraciado. El otro pobre y bueno, y a pesar de lo aburrido que suele ser cuando se es de este otro carácter, según el film era feliz.
Las amigas de la protagonista se dividían en dos bandos bien definidos a la hora de aconsejarle. Unas le advertían que tuviera cuidado pues el amor sale por la ventana cuando la nevera está vacía –o algo similar-… Que si el porvenir de los hijos… Que si ella se merecía vivir como una reina... En definitiva, que se fuese con el rico.
El otro bando, por el contrario, le decía que lo importante era seguir los dictados del corazón… Que si el hombre de su vida… Pero, sobre todo, insistían en tres palabras que al parecer resumen un millón de años de evolución del hombre, y de sesudos estudios sobre la psicología humana: SÉ TÚ MISMA. Y tras este argumento definitivo la protagonista de la película corría a cámara lenta, en una playa desierta, a abrazarse con el chico pobre mientras sonaba una dulce balada; y es ahí, precisamente, donde comienzan los nudos en la garganta de los espectadores. Es comprensible, probablemente a usted también le habría pasado tras contemplar tan tierna escena.
En fin, rato más tarde, tras vencer la congoja producto de la emoción, comenzaron en mi inquieta mente las preguntas trascendentales. ¿En realidad,

Por ¡DIOS NO TE CASES!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora