jardinero. Ya estaríamos ante previsibles tormentas matrimoniales.
Pero es curioso observar la diferencia de comportamientos que en estas críticas situaciones tienen hombres y mujeres. En la película dos de las amigas consejeras estaban divorciadas, y mientras sus exmaridos reaccionaban como el que esconde un pecado y se siente culpable, ellas, tengo la teoría de que traen un manual de fábrica a aplicar en los casos de separaciones. A saber, si es la mujer la que deja la pareja todas dirán unánimemente que él se lo tenía merecido, pues no le hacía suficiente caso; si el asunto ha consistido en que la chica se ha largado con otro tipo, la justificarán entre suspiros preñados de romanticismo, exclamando: ¡Qué se le va hacer, el amor lo puede todo! ¡Es el hombre de su vida!
Por el contrario, si es él el que toma la iniciativa, el calificativo más suave que recibirá –en aplicación de tan estricto manual- es el de cerdo. Y si se ha ido con otra, esta será definida como prostituta y él como algo irreproducible para cualquier oído decente.
El colmo de los reproches recurrente en estos casos suele ser el afirmar que él es un puerco porque ella le había entregado lo mejor de su juventud. Pero eso sí, jamás oirás esa tesis – la de la juventud- cuando es el hombre el que deja la pareja. Como si nosotros no cumpliéramos años…
En cualquier caso ese reproche, si se piensa con un poco de detenimiento, contradice profundamente la argumentación romántica de la película, pues lo que subyace bajo él es: “si hubiese sabido lo que iba a pasar, ni con violines y playas desiertas me hubiera decidido por el pobre. Hubiese aceptado la oferta de boda del rico y hoy viviría como una reina, que es lo que me merezco”.
A todo esto siguen las preguntas. ¿Si la época del noviazgo es tan bonita por qué ponemos fin a ella con el matrimonio? Cuando nos enamoramos de una chica –o viceversa- ¿por qué convertimos en contrato nuestra eventual pasión? ¿Por qué los seres humanos cometemos una y otra vez el error de mezclar el romanticismo, el amor o el sexo con contratos? Si no fuera algo tan estúpidamente enraizado en nuestras costumbres, y lo viéramos con un poco de perspectiva, diríamos que es peor que absurdo, es, simplemente, ridículo.
Analícelo conmigo. Vivimos una sociedad en la que si un medicamento produce un uno por mil de efectos secundarios es eliminado inmediatamente. Si una maquina tiene algún defecto por el que remotamente se pudiera