Cinco meses después, José Manuel Álvarez se encontraba trabajando en su despacho cuando entró su secretaria con un ejemplar de The Times en una de sus manos.
—Gracias, Janet, déjalo ahí, por favor —dijo sin levantar la vista de los documentos que repasaba en ese momento.
Al terminar, abrió el periódico y le echó un rápido vistazo para ver las noticias del día. Acababa de pasar una página cuando leyó de pasada uno de los numerosos anuncios de la sección de cultura; incrédulo, se quedó inmóvil y volvió a leerlo detenidamente.◆◆◆
HOY MIÉRCOLES, A LAS 19:00 H. INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN DE PINTURA «PAISAJES INTERIORES» DE ISABEL LASCURAIN GALERÍA TORRES
◆◆◆José Manuel permaneció un buen rato mirando con fijeza el anuncio del periódico sin verlo en realidad.
El dolor agudo que atravesó sus entrañas le sorprendió; estaba convencido de que el tiempo transcurrido había conseguido mitigar el daño que la desaparición de Isabel, sin darle ningún tipo de explicación, le había causado.Su primera idea fue rasgar la página, estrujarla entre sus dedos y arrojarla a la papelera, pero, de inmediato, cambió de opinión. Durante toda su vida se había enfrentado con los problemas cara a cara y esta vez no sería una excepción.
A pesar de que ya no creía albergar ningún sentimiento profundo hacia Isabel, pensaba que sería mejor asegurarse.Jose Manuel reflexionó durante un buen rato y tomó una decisión: acudiría a la galería y la saludaría como un ser civilizado saluda a otro con el que ha compartido algunos momentos especiales.
Nada más.
Satisfecho al comprobar lo tranquilo que se sentía después de haber tomado esa resolución, decidió llamar a la mujer de Harry para que lo acompañara.En cuanto entró en la galería, José Manuel descubrió a Isabel en un rincón hablando con Diego Torres y una pareja desconocida. A pesar de saber que iba a encontrarse con ella, José no estaba preparado para la oleada de emoción que lo recorrió al verla.
Isa estaba todavía más hermosa de lo que la recordaba; lucía unos pantalones ajustados y una camisola suelta color rosa y estaba radiante, como si una lámpara la iluminara desde dentro.
Álvarez se detuvo incapaz de dar un paso más y Lisa, que caminaba a su lado, lo miró con curiosidad.
—¿Te ocurre algo, José Manuel?José inspiró con fuerza antes de contestar.
—Nada, Lisa. Ven, vamos a saludar a la artista —con el brazo alrededor de la cintura de la mujer se acercó a Isa, que en ese momento se reía de algo que había dicho Diego.
—Hola, Isabel.
—¡José! —cualquier vestigio de color desapareció súbitamente de sus mejillas y José Manuel, testigo de su palidez, se sintió como un fantasma del pasado que hubiera venido a atormentarla de nuevo—. No… No esperaba verte por aquí…
Se notaba que a Isabel le costaba encontrar las palabras, lo que le produjo una cierta satisfacción.
Con disimulado interés, la mirada de Lisa pasaba del uno al otro, como si presintiera las tumultuosas corrientes ocultas que circulaban entre los dos.—Vi el anuncio de la exposición en el periódico y decidí pasar a saludarte —la ventaja que llevaba José sobre ella le permitió dirigirse a su exvecina con aparente indiferencia.
—Me… me alegro de verte —la voz de Isa sonó entrecortada, era evidente que seguía bajo los efectos de la conmoción que le había causado verlo una vez más.