En un mundo donde la muerte y la sangre se estrecharon las manos cerrando el trato y construyendo un hogar perfecto para los dementes, donde los monstruos manifiestan hasta ser liberados y torturar a sus víctimas, donde el caos fue liberado y se ad...
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Un leve palpitar en la cabeza fue lo que al fin logró despertarla. Los latidos de la chiquilla eran fuertes y rápidos, sus claros ojos abiertos hasta el tope tomaban la apariencia de un par de canicas oscuras con tono azul de prusia que indicaban su desconcierto.
La fiebre consumía cada una de sus extremidades haciendo tiritar los dientes de la pequeña mientras que conseguía enfocar la mirada en sus diminutos piecesillos con un evidente temor del tamaño de las montañas, manteniéndola alerta.
La desesperación de la niña iba en aumento con cada segundo que se le restaba al reloj, su mente tan rápida viajaba a la velocidad de la luz, intentando impaciente descifrar el enigma que le rodea.
Capturada y encadenada, apenas perceptible pudo distinguir el sabor metálico de su sangre en contacto con su lengua; teñía su rostro de un rojo granate.
Se le erizaron los pelos de la nuca.
Los caireles enrollados y brillantes como oro mismo se encontraban sino enmarañados. Le caían unos ocho centímetros por debajo de los hombros.
Su nariz fina y diminuta, tapizada por pecas poco visibles, abrían paso a enormes pestañas formando una media luna en la delgada capa que protege su vista, que al parpadear abaten tal cual alas de mariposa.
La piel extremadamente blanca, hacía parecer más débil su flacucho cuerpo; el sonido ululuante de un silencio infinito no era bien recibido con su oído recientemente puesto en función. Sintió un dolor agudo que viajaba de éste hasta lo más profundo de su garganta, drenando así cada uno de sus deseos por pedir socorro. Intentando levantarse para ponerse en pie, fue detenida por frías y oxidadas cadenas, que habían tomado textura rasposa y un color jarabe que irritaba sus huesudos tobillos.
Un fuerte mareo le pisaba los talones a sus enormes nauseas. Bailando en el limbo de la inconsciencia, la infanta con cuero de porcelana luchaba en contra de su necesidad de entrar en un profundo sueño; con los párpados pesados tarareaba una preciosa melodía.
-Vengan todas - comenzó -chicas justas y tiernas- con voz temblorosa, su débil canto tomaba forma - que florecen en su mejor momento. Cuidado, cuidado - El dulce bufido de la cría recostada en el frío piso, era apenas el susurro de su alma en la gravedad de la penosa oscuridad.
Breves gotas saladas inundaban sus globos oculares, amenazantes y ardientes lágrimas corrían lentamente por el riachuelo de la que sus abombadas y pálidas mejillas eran portadoras. Como la cima de un volcán, las emociones quemaban dentro de la joven; mientras la esfera brillante calienta la punta atestada de nieve, vistiendo de gala los altos picos, lista para bajar completamente líquida y sin dificultades; cuando la lujuriosa lava reclamaba su inviolable trono, celosa de su adversario deslumbrante por arrebatarle tan cruelmente a su fiel compañera, compartiendo la promesa de jamás tomar por opción el abandono.
Las cálidas amigas de la pequeña dejaron de brotar al permitir que su cuerpo cumpla sus deseos. Su rostro infantil la hacía parecer inocente, desconcertada y a menudo algo torpe, los movimientos temblorosos que con dificultad lograba conseguir eran tan frágiles que se sentía como si danzara en el aire.
Con un vestido blanco cubriéndole un poco por debajo de las rodillas la niña de no más de siete años se despreocupaba por el peso de la tela ligera que le hacía lucir más esbelta de lo que en realidad era.
Sumida en su espejismo podía verse realizando todo tipo de acrobacias tan limpias como un baile bien ensayado, la música de su pequeño teatro virtual era fuerte y dramática, la mocosa bailaba sin parar con los movimientos bien memorizados sin captar un solo error dentro de su danza celestial; con la mente y el cuerpo sincronizados la marea se encabritaba a su favor dando la resistencia suficiente para que sus enclenques huesos soportaran toda una balada.
La dulce muñeca de divina melena áurea expresaba su soledad moviendo sus piernas con gran agudeza en ángulos inimaginables, al borde de derramar el vaso de la gloria no habría criatura alguna que tuviera intención de superar a la pequeña danzante, el ritmo corriendo rápidamente por su torrente sanguíneo la obligaba a no cesar. Sus brazos flacos suplicaban por la salvación, pero para la chiquilla ya era demasiado tarde; controlada al igual que un monigote las cuerdas tiraban de ella con la fuerza de diez hombres. El afable títere era controlado por el gran dragón de los cuentos de hadas, sometiéndola a una pavorosa tortura.
Sus ojos se abrieron de golpe y el corazón le palpitaba tan rápido como el de un roedor. La melancolía de la oscuridad la abrazó como viejas amigas, mientras su vista se ajustaba a las penumbras pudo divisar unas cuántas sombras. Tan pronto como se incorporó distinguió el inconfundible sonido de cerrojos siendo forzados; la infante llevó las rodillas a su pecho y se dio calor a sí misma.
Fue presa de un horror paralizante al ser girado el picaporte y dejar al descubierto el camino de acceso a la temible cueva de las sombras. Un tremendo resplandor inundó la habitación robándose un gemido de la temerosa niña de espalda encorvada con manos de calavera pintando sus nudillos de un rojo bermellón mientras que la punta de los dedos era blanca y helada gracias a la presión aplicada.
La cría yacía sentada inmóvil mirando con los ojos bien abiertos a la enorme silueta con forma de roca que aumentaba su tamaño mientras los segundos transcurrían y ésta avanzaba. De poco en menos la roca tomó forma de un hombre largo y desnutrido, ni siquiera la luz podía iluminar su horrible rostro con expresión de asco.
La rubia levantó la mirada para observar con mayor expectación.
Sus cabellos ocre brillaban gracias al resplandeciente agujero abierto, sus labios carmesí anunciaban la deshidratación de la que era víctima; su rostro deslavado y pegajoso dejaba al descubierto un fuerte golpe en su mejilla izquierda donde la sangre se cohibía a pasar desapercibida, una pequeña línea enjugada por lágrimas de desesperación abría la ventana para mirar sus ojos hinchados y rojos. Sus pupilas vueltas una semilla indicaban lo débil que era su vista. La chica rezaba a todos los dioses por haber para que se presentaran en su encuentro. Su espíritu achacoso amenazaba con abandonarle mientras que su alma llena de horror se arrodillaba ante las fuerzas invisibles pidiendo auxilio a cualquier ser que pudiera escucharle.
El hombre a los pies de la infante tomo a la chiquilla por debajo de las axilas y un grito desgarrador atormentó los oídos de su atacante. Las cuerdas vocales de la pequeña estaban hechas un desastre al ser rasgadas tan repentinamente.
El mortal tiró de ella con una fuerza imposible, las cadenas en los diminutos pies de la chica irritaban y cortaban su piel con un dolor que lastimaba incluso su corazón, el adulto se negaba a dejar ir a la pobre muchacha, tomando una bocanada de aire jaló de ella y su base para mantenerse en pie se desprendió de su cuerpo. El hombre que había sido tan insolente para arrancarle las extremidades a la joven.
Desangrándose sus parpados se cerraban, tan pesados como plomo cayó rendida.
Entonces despertó.
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N/A: Al final de cada capitulo pondré una canción, que es la que escucho cuando estoy escribiendo, jajaja