❈ Capítulo 3 ❈

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 La chiquilla no tardó en agotarse y Durc se compadeció de ella

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 La chiquilla no tardó en agotarse y Durc se compadeció de ella. Cargó a la pequeña por un buen rato, luego la dejó en el suelo para así descasar.

Los recuerdos inundaron la memoria del pobre chico y lagrimas ardientes amenazaban con salir disparadas de sus perdidos ojos. Pronto sus pensamientos cambiaron y se centró en las bromas de la infante que hablaba incluso por los codos, a la cual se le había agotado la batería, y como un robot, debía recargarse.

El mundo afuera era tóxico, y el joven temía que la inocente muchacha fuera contaminada, pues sólo él conocía los desprestigiosos peligros que traía consigo la libertad.

Al igual que las viejas y oxidadas cadenas que arrastraba la chiquilla, al hombre le perseguía su pasado. El chico se sofocaba dentro de sí, quemándose por dentro y lanzando humo denso por las orejas, los cables de su corazón se habían soltado y hecho un desastre provocando un corto circuito, sin algo que avivara sus miserables ganas de vivir. Durc se encontraba más que muerto. Justo como el día en que vio resplandecer su última sonrisa.

Los recuerdos que le robaban el sueño por las noches a menudo cobraban vida hasta dejarle sin aliento, eran claros y perfectamente sólidos, cada pequeño detalle estaba marcado con un punto rojo, cada sensación había martillado un profundo clavo en su piel, cada olor lo reconocía al instante. Hacía años en la que su laguna mental se negaba a salvarlo de nuevo y cruelmente mostraba los horribles hechos que ésta vez se quedarían grabados en su memoria por siempre.  Lo vivía a cada segundo y se aferraba a ello:

Le miraba con dulces ojos mientras contemplaba los finos rasgos de su rostro, una mujer atractiva sin dudas. El verde pastizal sobre el que estaban recostados le provocaba cosquillas en la nuca y humedecía lentamente su pantalones café y su verde camisa cuadrada, perfectamente planchada sin una sola arruga. Ella lo miró. 

Sus pálidos ojos color pardo tenían un brillo jamás antes visto. El chico cruzó la mirada con su madre analizando su evidente parecido, ambos sonrieron.

Volvieron su vista a un cielo nocturno brillante e iluminado con miles de estrellas que por un momento fueron pequeñas luces de navidad con las que se encienden los árboles luciendo colores vibrantes y llenos de vida, dando un aspecto cálido al hogar que se acompañaba con el delicioso olor de galletas recién horneadas. Una idea encantadora.

Olvidando su presencia propia se sintió como si pudieran danzar en el aire, y justo allí, era un momento en el que no lo cambiarían por nada, sólo ella y él. Melanie y Durc.

Se rompió el pacífico e interminable silencio.

 -Odio que la luna necesite sol para brillar, simplemente para reflejar luz. - dijo Durc arrojando la bomba de palabras decidido a no guardar más sus pensamientos como se lo habían dicho al ser un niño.

- Tienes razón- indicó su madre. -La luna no merece ser tan insignificante, no cuando es tan hermosa.                                          

- ¿Qué? - dijo el chico aturdido saliendo de sus cavilaciones. 

- Vaya, ¡que problema hijo mío! Estarás quedándote sordo al amanecer si sigues a este ritmo.

- Deberías preocuparte entonces, madre. En estos tiempos quién querría un chico sordo.  

- Tranquilo, cariño. Sólo decía que - La mujer se aclaró la garganta para dramatizar y luego continuó -la noche es, algo que la tierra nos regala. La noche es testigo de todo lo que sufrimos - Melanie hizo una pequeña pausa pensando estratégicamente en sus siguientes palabras -creo que es el momento en el que nuestras ideas se aclaran y tenemos un pequeño momento para reflexionar en los monstruos que somos. Sí. Todo monstruo es humano.

-Aunque no siempre debe de serlo. - Intervino Durc.

-Diablos, no me cuestiones, soy tu madre.

Se miraron con fastidio y todo encanto desapareció. Siguieron recostados sin decir una sola palabra envueltos por una nube de incomodidad. Los oídos caprichosos del chico se dedicaba a separar sonidos, siendo capaz de captar la suave brisa soplar por la derecha, sacudiendo las vivas hojas que caían bailando de un lado  a otro al compás del tranquilo viento, mientras  que por su izquierda distinguió el sonido del correr del agua por un pequeño riachuelo acentándose treinta metros más abajo.                               

Un gemido salido de la boca de la pequeña lo devolvió a la realidad y dio gracias infinitas a la chiquilla por no dejarlo terminar con su recuerdo y desmoronarse allí mismo. Y aunque le fue imposible contener un par de lágrimas era mejor eso a quebrarse por completo.

El joven se limpió el rostro con una de las mangas de su suéter y miró hacia la chiquilla. Primero sus huesudos y desnudos pies, subió por su precioso y manchado vestido blanco, su cuerpecillo subía y bajaba al ritmo de su calmada respiración, miró su pecho y se permitió imaginar los latidos de su pequeño corazón. Su delgado cuello  hacía que te sorprendieras al tener la fuerza para cargar toda una cabeza, su mentón bien trazado con líneas rectas daba la apariencia de un rostro de muñeca de porcelana fácil de romper, los labios carmesí de la pequeña daban algo de color a su pálido cuerpo. Sus pestañas color ocre se diferenciaban a su blanca piel y los párpados se tornaban morados debido a las venas que contenían dentro, sus cejas eran delgadas y formaba un medio óvalo hasta llegar a su estrecha frente y un montón de cabello despeinado por ningún lado. Se preguntaba cuándo despertaría.

Durc sintió la necesidad de ponerle una mano encima, y luchando con su ansiedad le fue imposible contenerse, tocó su cintura y en sus ojos había lujuria.

-Ahren- susurró para sí disfrutando del dulce sabor amargo que le dejaba en la boca el nombre de la chiquilla.

Su enorme mano viajó sobre su vestido hasta su pecho, siguió disfrutando del dulce y enfermo contacto humano hasta llegar a sus hombros, donde terminaba la suave tela. Metió su dedo más largo por la manga de la prenda por su lado izquierdo rozando su corazón. El chico se inclinó hacía la infante quedando sobre ella, sintió su respiración e inhaló el cálido aliento de la pequeña; deslizó ambas manos por sus flacuchos brazos y la tomó con fuerza sobre las muñecas.

-Mi linda niña.- le susurró al oído y una gota de sudor frío se deslizó por su frente y calló en uno de los dorados rizos de la doncella.

Miraba a la chica como oro puro, el joven acercó la nariz al cuello de la chiquilla y aspiró su fresco olor a inocencia. Subió sus manos entre el codo y el hombro de la niña, apretó de sus extremidades y pronto las uñas y yemas del hombre se tornaron pálidas. Los párpados de Ahren vacilaron y ésta gimió.

-Ahren, Ahren - gritaba desesperado el hombre con ojos desorbitados y voz demente, sacudía a la niña como si se convulsionase. El nombre de la chiquilla seguía saliendo de su boca y la pequeña despertó. -Te retorcías como una vaca loca.

Durc le mostró los dientes con una mueca a forma de sonrisa y ella parpadeó.

Durc le mostró los dientes con una mueca a forma de sonrisa y ella parpadeó

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2019 ⏰

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