En un mundo donde la muerte y la sangre se estrecharon las manos cerrando el trato y construyendo un hogar perfecto para los dementes, donde los monstruos manifiestan hasta ser liberados y torturar a sus víctimas, donde el caos fue liberado y se ad...
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Con los nervios a flor de piel la pequeña lloriqueaba con hondos sollozos desesperados, su perfecta piel se sentía cansada y anciana a pesar de la corta edad de ésta. Sus grandes ojos claros rogaban a su cruel reina un severo descanso sin volver a ser castigados.
La monotonía de la habitación incitaba a la chiquilla un intento de fuga. Horrorizada se limpio el rostro pegajoso e intentó apartar todo con la cómoda tela de su única prenda, gracias al agua salada que su vista le había regalado le era más fácil deshacerse del líquido rojo del que su rostro era dueño, dejando una enorme mancha que sólo una lavandera de la mejor estirpe pudiese sacar, convenció a la sangre de abandonar su dulce hogar en el que había sido anfitrión del agradable sitio. Su mejilla irritada por desmantelar su oprobio terminó por convertirse en una de color coral.
La diminuta diosa con cabellos de oro se desperezó y rascó su barbilla por un breve momento, se enderezó con manos tiritantes para ponerse de pie. Sus piernas flaquearon. La valiente doncella cayó al suelo volviendo a su lugar inicial, en su segundo intento usó su fuerza de voluntad y obligó a sus bajas extremidades a sostenerla.
Con paso tembloroso recorrió el ala más cercana de la habitación hasta donde los eslabones de metal se lo permitieron, cansada ya de las frías y oxidadas cadenas se tumbó en el piso. La cría se arrastraba por la helada superficie hacia la frontera que separaba la pared del viejo fierro.
Se levantó nuevamente tirando con toda su fuerza de las horribles cadenas que la tenían prisionera; agotada por el inmenso esfuerzo la infante no dejaba de intentar, pues aún albergaba la esperanza de quedar liberada. Con las manos calientes y punzantes la niña estaba a punto de tirar la toalla cuando ésta cedió. Poco a poco se fue despegando de una fina capa que constituía el muro al que estaba sujeta.
Al no depender más del domino que le limitaba a moverse, la joven se dispuso a recorrer el sitio a tientas.
-¡Genial! Al fin despierta la pequeña princesa. - Una voz no muy gruesa pero de lo más masculina inundó los oídos de la chiquilla sobresaltando su calmado y apaciguado corazón. Sus oídos tan desacostumbrados a sonidos humanos pitó al callar el hombre. -Vamos linda, salgamos de aquí- al terminar dejó un profundo eco por el vacío de la habitación.
El hombre impaciente se negaba a esperar por mucho a la niñata inmóvil, extendió uno de sus potentes musculosos brazos hacía el cuerpo de la segunda, la chica incapaz de tomar consciencia de sus actos repitió el movimiento de éste rozando así uno de los dedos del desesperado mortal. Tímidamente la muchacha tomó su mano sin poder adivinar el futuro que le deparaba.
El macho jaló de la niña y ambos corrieron sin sentido con la compañía del insoportable arrastrar de las cadenas que les hacía llorar las orejas de extremo a extremos. Gritos provenientes del frío metal ponían nerviosa a la inocente criatura que se dedicaba a seguir ordenes, sus largas pero flacuchas piernas le facilitaban seguir el apresurado paso del primate.
Dando saltos grandes de vez en cuando la chiquilla se encarreraba sin el más mínimo rezongo, salvo unos cuantos gemidos que se le escapaban de la boca accidentalmente.
De un momento a otro la carrera cesó deteniéndose en seco. La tierra comenzó a dar un ligero temblor que pronto se hizo más fuerte. La rubia cayó al suelo golpeándose los hombros con la dura pared.
-¿Qué sucede? - grito horrorizada perdiendo la cabeza, pero su voz era apenas un susurro audible que al hombre le pasó desapercibido, maldijo para sí misma sin saber bien cómo para no faltar a su vocabulario bien adiestrado.
Al terminar el aparente terremoto la mocosa se puso de pie y acercó al muchacho. Las cadenas sujetas a sus pies pesaban como bolas de acero para su diminuto cuerpecillo esbelto. Caminó hacia su héroe lo más silenciosamente que le fue posible.
Una vez estando a su lado por detrás tocó la espalada éste, el joven sobresaltado y paralizado pudo sentir como un escalofrío le recorría la espina dorsal y un sudor frío se deslizaba por su pecho, las piernas del chico le amenazaron con dejarlo tumbado a medio camino. Se pasó la mano por su desgreñada melena antes de atreverse a mirar atrás.
Los ojos de la niña ya bien acostumbrados a la oscuridad percibieron el movimiento del muchacho.
-¿Te sientes bien?- preguntó intrigada la pequeña.
-Joder, ¿es que jamás puedes quedarte quieta- le reprendió el hombre y a la chiquilla se le partió al corazón. En un intento por contener las lágrimas se le escapó un sutil pero largo sollozo que fue interrumpido por su acompañante - Estoy bien, estoy bien- repitió sin mirar a la infante y volvió a pasarse una mano por el cabello.
Aliviado soltó el aire comprimido y se permitió dejar de tensar los hombros, dio un fuerte aplauso que resonó en todo el espacio y se volteo hacia la niña.
-Vámonos. - indicó y ambos siguieron por la ruta trazada dentro del laberinto en el que su reto era liberarse y todo sin una sola bombilla que les encaminara.
Continuaron su recorrido en silencio doblando cada que terminaba el corredor. "Sujeta mi mano" le había dicho antes y después de veinte minutos de caminar entrelazados ambos tenían que luchar por no resbalar su extremidad con la de el otro. La moza se desanudó y limpió su mano con su sucio y polvoriento vestido. En seguida sintió la mirada fulminante del chico volvió a tomarla y no la soltó más.
La muchacha tarareaba un leve "nanana na, du di dodo" mientras que los oídos del impaciente chico se sentían torturados hasta que éste decidió actuar para callarle.
-No conoces la buena música ¿eh?- cuestionó el joven pero la afable doncella sólo podía recordar la música clásica de la que su madre solía disfrutar.
-¿Tú sí?- respondió la chica y en seguida el rostro de su salvador se encendió -Deberías cantar un poco conmigo, a que canto como los ángeles.
-No presumas, ¿quieres?- Bramó el adolescente mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro y agradeció la falta de luz. La chiquilla canturreaba pronunciando un severo "Oooooo"- ¡Ay, ay, ay!- el chico soltó su mano para cubrirse los oídos quejándose con diversión- Caray, dónde aprendiste eso, casi me rompes los tímpanos mujer.
-Cállate, tú y tu insolencia que no saben apreciar mi evidente talento, hombrecito- dijo la chiquilla riendo entre dientes.
-Hey, no me llames así, soy Durc para ti, señorita- señaló con risa también.
-Mi nombre es Ahren.
-Bueno, Ahren- enfatizó su nombre - Démonos prisa.
Marcharon y sus voces se iban apaciguando a cada paso por el oscuro corredor mientras los recientes amigos bromeaban.
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