Capítulo 2

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II

RECUERDOS



Kiryl lo miraba confuso, empujando el pánico que burbujeaba en su interior. Se obligó a respirar profundamente, toma respiraciones largas. Eso ayudaría.

-Yo...  -Incapaz de encontrarse con los ojos del hombre, mantenía la mirada baja. La verdad era que se sentía sucio, pero no sabía si sus piernas le sostendrían, por otra parte alejarse de ese hombre le parecía una buena idea. Aún luchaba por asimilar las palabras que le había dicho. El me drogó, el me dio las drogas... su corazón volvió a acelerarse peligrosamente y de nuevo se obligó a respirar profundamente. Estaba tratando de empujar el ataque de pánico que empezaba a formase en su pecho, desmayarse no iba a mejorar su situación de ninguna manera.

-Vamos a ver  -Un estremecimiento le recorrió al escuchar de nuevo la voz profunda del hombre, se había separado del sillón y caminaba despreocupado hacía el armario. Sacó un par de toallas blancas y se acercó de nuevo.  -Bueno, vamos a ver si puedes tenerte en pie. Si no te sostienes siempre puedo lavarte yo.  -Kiryl abrió los ojos, de ninguna manera iba a dejar que ese hombre le lavase, ni le tocase de ninguna forma. Apretó sus manos en puños y contuvo el aire en sus pulmones mientras se forzaba a ponerse en pie por si mismo. Notó que casi no tenía fuerzas, era como si su cuerpo no fuese suyo del todo. Se apoyó en los brazos del sillón, apretó los dientes y utilizó cada pizca de fuerza que encontró para mantenerse en pie.

-Muy bien. -Le escuchó decir, sonrió pero la sonrisa no llegó a sus ojos. La mirada del hombre era fría, impersonal, como si el haber drogado y secuestrado a alguien no fuese con él.  -Ahora trata de venir hacia mi.  -La montaña de hombre estaba a unos cinco pasos de distancia, pero Kiryl presintió que alejarse del apoyo del sillón iba a ser un error. Aun así no dejaría que ese hombre le tocase de ninguna manera y que tuviese intención de lavarle, era suficiente aliciente para arriesgarse a intentarlo. Así que de nuevo cogió aire y dio un paso vacilante alejándose del sillón, hacia el hombre que le esperaba tranquilo, con una media sonrisa en la cara. Había dejado las toallas en la cama y tenía los brazos cruzados sobre el pecho, mientras esperaba. Un paso, bien... uno más... y cayó. Notó como sus rodillas cedían, sus piernas eran ligeras como si estuviesen llenas de aire y las sintió ceder bajo su peso. Pero no notó el golpe que esperaba, por que no llegó al suelo. Dos grandes manos lo sujetaban y lo pusieron en pie.

-Bueno pequeño. Lo intentaste. Ahora vuelve al sillón, voy a ayudarte.

-No...  -Su voz era un susurro tan roto que sintió vergüenza, que solo creció al notar que no podía controlar el temblor que se extendía por su cuerpo.  -Yo... yo lo haré, puedo hacerlo... -Kiryl no podía detener el balbuceo que salía de su boca.

-Tranquilo pequeño. No pasa nada. Tampoco es como si fuese la primera vez que te lavo. Aunque supongo que no recordarás las otras veces, estabas algo ido. -El humor asomaba en su voz, pero Kiryl no dudaba que aquello era totalmente cierto.

-Qué... qué? Otras veces!  -La sorpresa peleaba con la incredulidad, se sintió vulnerable imaginando ser lavado por otro hombre mientras estaba inconsciente.

Sí.  -Dijo el hombre, el humor parecía haberse esfumado.  -Hey, respira. No pasa nada.  -Kiryl se dio cuenta que estaba empezando a hiperventilar. Eso no era bueno, aún así se obligó a preguntar, intentó hablar, pero su boca estaba demasiado seca. Trató de humedecer sus labios pasando la lengua por ellos.

La cabaña en el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora