Capítulo 3

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III

RESOLUCIÓN



Lux se decidió por el puré. Mientras calentaba el agua estaba atento a los ruidos que podían venir de la habitación al final del pasillo. La cabaña no era muy grande y su capacidad auditiva era muy buena. Superior a la de un humano. No, él no era humano.  Aunque tampoco era el demonio que se suponía debía ser. Atrapado a medio camino. Pero eso estaba bien para él. Hacía mucho tiempo que había hecho las paces consigo mismo. De todas formas ya no había nadie a quien culpar, nadie a quien castigar. Sí. Toda esa ira había quedado atrás.

Cuando el agua rompió a hervir, Lux vació el contenido del sobre de puré deshidratado, mientras removía la mezcla cuidadosamente. Espero que le guste esta cosa. No sabía mucho sobre los detalles de su vida privada, por que en realidad no se había tomado la molestia de investigar a fondo una vez descubrió lo su enfermedad congénita en el corazón. Eso hizo que lo descartase. Necesitaba un compañero a largo plazo, resistente, no uno que podía, literalmente, morir de miedo. Aún así, sabía algunas cosas. No pudo evitarlo, realmente le interesó, así que aun cuando lo había descartado no pudo evitar averiguar algunas cosas sobre él. Por ejemplo sabía que tenía 24 años, que cumplía en Marzo. Que era el hijo mayor de una matrimonio de clase alta. Su padre era arquitecto, su madre abogada. Fue un bebé prematuro y nació con una cardiopatía cianótica en su corazón. Le dieron 2 semanas de vida. Luego 6, luego 8.... Quizás eso fue lo que hizo que sus padres no se apegasen a él. Como si pudiese dejarlos en cualquier momento. Pasó su infancia entre hospitales y operaciones, pero ninguna pudo solucionar la afección, aunque la mejoraron lo suficiente como para darle la posibilidad de una vida. Poco a poco el desapego de sus padres se convirtió en molestia e indiferencia. O eso pensaba Lux, en realidad él no era el mejor para hacer suposiciones sobre los sentimientos de los demás. Pero en la vida ocupada de sus padres el pequeño niño enfermo era demasiada carga, demasiado trabajo.  Así que fue relegado al cuidado de enfermeras contratadas. Cuando Kiryl tenía 11 años sus padres llevaron a su hermano a casa. Un bebé sano, un bebé fuerte. Al día siguiente, a él le llevaron con su abuela materna. A partir de entonces dejó de asistir al colegio privado que sus padres pagaban y fue educado en casa, bajo el férreo control de su abuela. A los 19 abandonó esa casa y no miró atrás. Encontró trabajo en la biblioteca municipal y sobrevivió por su cuenta.

Sí, él había estado investigando pero no tan profundamente como lo hubiese hecho si fuese su objetivo. En realidad toda la comida que había almacenado era al gusto del que tendría que estar ahora mismo en aquella habitación. Él había ido a la ciudad a por Max. Max era en cierta manera parecido a Kiryl. Físicamente era similar en tamaño y constitución. Quizás no tan inocente y definitivamente no tan asustadizo. Los padres de Max habían muerto cuando él era aún un niño, el criarse en orfanatos y casas de acogida le había dado la picaresca y la habilidad de sociabilizar. Se metía en problemas y salia de ellos. Tenía cierto carácter, pero cumplía con los requisitos que él buscaba en un compañero. Bueno en realidad solo uno. Que despertase su instinto de protección. Necesitaba que su compañero lo conectara con su lado humano. Max no tenía familia, eso también facilitaba las cosas. Así que él había ido a la ciudad a por Max. Sabía donde vivía, sabía donde trabajaba. La idea era esperarlo a la salida de su casa, y atraparlo antes de que fuese a trabajar. Pero por más que esperó Max no salió de su casa. Cuando irrumpió en su piso, lo encontró vacío. Eso fue un revés que no vio venir. No sabía donde estaba, aunque no sería tan difícil encontrarlo. Ahí estaba él, en medio de un apartamento vacío manteniendo un control férreo sobre el impulso de quemarlo todo. Estaba molesto. Había salido echo una furia de allí y había estado caminando por las calles sin rumbo fijo. Resignado había decidido volver a su cabaña, cuando vio al pequeño Kiryl entrar en una cafetería. Ni siquiera lo pensó, cuando quiso darse cuenta sus pies se movían hacia él.

La cabaña en el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora