#4 they (II)

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Oí un disparo. Creía que me había dado.

Había estado tan cerca... podía oler la pólvora.

Abrí automáticamente los ojos, sintiéndome muy mareada. No reconocía el putrefacto techo de madera que miraba. Aquello no podía ser el cielo, mucho menos el infierno.

Mi único intento de incorporarme es frustrado por el hecho de que estoy inmovilizada por cuerdas atadas alrededor de mis muñecas y rodillas. Al intentar gritar me percaté de que, además, tenía sobre los labios un grueso trozo de cinta.

Pero, ¿por qué? ¿Es que la carga de mis pecados había pasado a otra vida conmigo?

Ruedo en el frío suelo en el que me encuentro, también de madera, para cambiar de posición y poder inspeccionar mejor mi entorno.

Era una habitación pequeña que carecía de muebles y con apenas luz, sólo una vieja lámpara de papel que daba de lleno en mi costado izquierdo. En frente de mí tenia una puerta con un agujero rectangular y fino por el que veía desfilar sombras humanas.

Mi corazón dio un vuelco.

No eran sombras.

Eran ellos. Negros, como una verdadera sombra; como sus almas.

Al fin me tenían. Al fin iban a acabar conmigo.

Cerré los ojos, sintiendo que un placentero cosquilleo mezclado con adrenalina se apoderaba de mí. Era el hambriento deseo de morir, que sentía que muy pronto iba a ser cumplido.

Pero, lo pensé bien, y me pregunté, ¿por qué me tenían ahí y no me habían matado ya? Algo pasaba. Querían algo más que mi sangre derramada por el suelo. ¿Yo les daría ese algo? Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa si la recompensa era el fin de mis días (¿qué otra cosa me iban a dar ellos?), pero, ¿y si me pedían algo de Kudo...?

No, no. Sólo me habían descubierto a , a Kudo, no...

De momento.

Escuché a Vodka gritar justo al lado de la puerta. Decía algo tipo «No deberías disparar aquí, la vas a despertar».

Entonces, abrió la puerta. Yo cerré los ojos de golpe, fingiendo estar dormida todavía.

Me propinó un puntapié en el estómago sin miramiento alguno, lanzándome a la otra punta del cuarto. Tosí varias veces por la confusión de mis pulmones, que por unos instantes no distinguían el aire que entraba del que tenía que salir.

—Rata asquerosa... —masculló, golpeándome otra vez. Se llevó la mano a la boca. Tenía un cigarrillo. Dio una calada y continuó—: ¿De verdad pensabas que te librarías de nosotros? Hay que ver...

Se agachó para expulsar el humo del tabaco en mi cara, lo que me hizo toser de nuevo

—Podrías haber llegado tan lejos con nosotros.

Agarró un extremo de la cinta y tiró de ella, liberando mi boca. No dije nada, no quería darle el placer de volver a oír la voz que tenía hacía unos diez años.

—Por lo visto fallaste en esa droga de mierda. Igual que con ese salto suicida tuyo, je.
‹‹APTX4869 no mata, rejuvenece. Eso es lo que te ha pasado, ¿no, ricura?

Tenía el rostro pegado al suelo. Quería que se callara. No hacía falta que hiciera un flash back de mis últimos patéticos años de vida. No sabía decir en ese momento dónde había estado peor, dentro o fuera de la organización.

ii. aishiteru, coai。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora