Sentado en una silla, en un cuarto completamente oscuro, enfrente de mi, un gran espejo. Era lo único que podía divisar en mi entorno, no recordaba como fui a parar a ese lugar.
Intentaba recordar, pero un gran dolor se apoderaba de mi cabeza.
Logre levantarme después de largo tiempo sentado. Me acerque lentamente al espejo, dando tropiezos; estaba muy asustado, escuchaba el choque del corazón contra la pared de mi pecho. Mientras más me acercaba una extraña sensación de temor me abordaba. ¿Qué se reflejaba en el espejo?
Al llegar, dentro del vidrio, pude observar una alta figura de ojos rojizos, la imagen se veía un poco borrosa. A medida que me acercaba, ésta se iba aclarando lentamente. Estando totalmente frente al espejo, noté que la alta figura se había quedo mirándome fijamente, sin hacer nada por un largo rato.
Yo estaba paralizado, le temía al hombre dentro del vidrio.
Gotas de sudor se deslizaban por mi frente, intentaba gritar pero mi voz no producía ningún sonido. El hombre dentro del espejo empezó a imitar todo lo que hacía.
Intente huir del cuarto corriendo en la dirección contraría y al instante me estrellé contra una negruzca pared. Al ver el espejo desde donde me encontraba, noté que el hombre aún estaba mirándome, seguía imitándome. La imagen era cada vez más nítida, empezaba a recordarme a alguien...
Desesperado empece a recorrer con las manos el espacio donde me encontraba, intentando localizar el marco de una puerta, buscando una forma de salir, no quería voltear a mirar el espejo así que cerré los ojos, le di la vuelta al cuarto y no pude localizarla. No había escapatoria.
La silla donde antes reposaba no se encontraba en el cuarto, la busque en el pequeño espacio pero había desaparecido. Me sorprendí al ver que estaba dentro del espejo, a un lado del hombre.
Escuchaba el sonido de mi respiración entrecortada, empezaba a asfixiarme, el cuarto se sentía aún más pequeño.
Ya no aguantaba la presión que sentía. Di un golpe al vidrio del espejo con todas mis fuerzas, éste se astillo por el impacto, pero no se rompió. Un gran dolor invadió mi cuerpo, al instante estaba sangrando.
El hombre del espejo me sonreía y se burlaba de mis esfuerzos. Di un fuerte grito, y me abalancé sobre el espejo logrando así que éste cayera y se destruyera.
El cuarto se lleno de un estruendoso sonido de cristales rotos.
Esparcido por todo el suelo se encontraban cientos de pedazos de vidrio, reflejados en ellos me encontraba yo.
