15 de diciembre del 2005.
Sur de California.
El humo del coche hizo que me detuviera por segunda vez.
<<No puede ser>>
Definitivamente el motor estaba roto, ni modo.
Frote mi sien con el dorso de mi mano, secándome el sudor. Que jodido calor hace en este sitio ¿Es que acaso California tenía que ser tan caliente? ¿El aire tan húmedo? En ese mismo instante un fuerte ventarrón calmó mis incógnitas, aunque un montón de arena se entró en mis ojos, los cerré por inercia.
—¡Ay! —instintivamente llevé mis dedos a mis ojos, pero recordé lo que había leído, no frotar, porque hiere la córnea, así que dejé caer mis brazos, simplemente cerré mis ojos por unos segundos.
Mi teléfono vibró en el bolsillo de mi chaqueta, lo agarré aún con los ojos cerrados y contesté.
—¿Hola?
—¡Hola, hermanito!
—¿Qué tal, Becca?
—Bien, un poco aburrida. Te he estado esperando como cuatro horas en casa.
—Sí, sobre eso... el auto...— Suspiré— ese pedazo de chatarra acaba de morir.
—¡Oh, que lástima! Es una verdadera pena. —Su sarcasmo dejaba en claro que estaba aliviada de que por fin mi tiesto había dejado de funcionar.
Reí entre dientes.
—Sí, también siento tu dolor ¿Puedes venir por mí? ¡Estoy en medio de la jodida nada!
—¡Esas palabras! —ella y su moral —Llama a papá. Lo siento.
Rayos. A papá.
Suspiré con pesadez.
—Está bien, nos vemos, entonces.
—De acuerdo. Adiós, Sam.
Unos diez minutos después, el arenero salió de mis ojos. Con el terror hacía la llamada que iba a realizar, marqué el número de mi papá. Estaba rezando mentalmente para que no me armara un tropel.
—Santiago.
—Hola papá, ¿Qué tal? Mi coche no funciona.
Un bufido se escuchó al otro lado de la línea.
—¿En serio? —Él suspiró. —Bueno, de acuerdo. ¿Dónde estás?
Arqueé mis cejas.
Me sorprendió su semblante. Mi padre no es de esos que se preocupan mucho por sus hijos, sólo le interesaba aquellos que cumplían sus deseos.
—Eh...—Miré a mi alrededor, tratando de ubicar algo que me ayudara a ser rastreado. —Por la ruta cinco. —Un letrero apenas legible se asomaba por la vía desierta, el oxígeno y la sal había hecho lo suyo, oxidándolo.
—Bien, mandaré a alguien por ti, mañana te compraré un auto nuevo.
Mi mandíbula casi tocaba el suelo. Mi padre nunca daba algo sin antes ser recompensado.
—Uh, padre... —Me rasqué la cabeza, algo desubicado, no me esperaba esa respuesta. —Gracias...de verdad.
—De nada, no lo destroces.
—Está bien, lo prometo.
Colgó.
Bueno, eso había sido raro. Algo malo estaba pasando y no quería decirme o estaba de buenas pulgas. Opté por la segunda opción, quería creer que me quería dar algo.
Media hora más tarde, me encontraba en la casa de campo en el sur de la familia.
Una casa de tres plantas moderada (en comparación con las otras propiedades de la familia) era discreta y agradable. Tenía un gran ventanal que daba a la sala de estar en el segundo piso, la vista allí era maravillosa, los atardeceres que pintaban el mar de Cortes se podían apreciar desde cristal inmenso. Siempre me dejaban sin respiración y mis ojos empezaban a picar. El piano blanco se tintaba de hermosos tonos rojizos y naranjados, en ocasiones de violeta y rosado.
Saludé a mis padres y a mis hermanos. Fui a mi cuarto, me deshice de mi ropa sucia y me di un largo baño. Me cambié por un conjunto más cómodo, tomé mi teléfono, lo conecté a su cargador y lo dejé en la mesa de noche. Agarré mis sandalias y me las puse, anduve escaleras abajo hasta la piscina que estaba conectada al mar en la parte trasera de la casa, entonces me senté en el borde la piscina, mientras mis pies chapoteaban en el agua.
Se acercaba mi cumpleaños número quince. Mis padres habían hablado sobre eso hacía ya un tiempo, debatiendo lo que debía de hacer con mi vida. Era un poco extraño el hecho de que ellos estuvieran tomando esas decisiones importantes por mí, pero siendo sincero, no entendía muy bien lo que decían, así que los pasaba de largo, después de todo eran mis padres y querían lo mejor para mi futuro ¿No? no debía de contradecirlos, asimismo, especialmente porque era muy joven, apenas sabía que era lo que quería de desayuno.
—¿No te sientes raro frente a lo que están haciendo papá y mamá?
Freddy, mi hermano mayor se sentó a mi lado, cruzando las piernas una sobre otra, en posición de meditación. Compartíamos el mismo color chocolate en el cabello. Aunque yo tuviera catorce, estaba a su misma altura y esto lo hacía sentirse desconfiado sobre si mismo. Nuestros padres eran lo bastante altos para ser modelos de pasarela, pero su hijo mayor no contaba con esa gracia y belleza, así que no era el hijo favorito. Esto era un secreto a voces. Personalmente no me importaba ese hecho, yo quería mucho a mi hermano.
—No lo sé. La verdad, ni siquiera sé de qué hablan.
—Eres pequeño, pero no estúpido, Sam. Sabes muy bien lo que están haciendo. Están eligiendo tu vida, con quién saldrás, que te gustará y que estudiarás. No es normal. —Hizo un gesto con su mano, al mismo tiempo que hacía una mueca de disgusto.
—Claro que es normal, eso es lo que hacen los padres. —Quería convencerme de eso.
Suspiró y dejó caer su cabeza, abatido.
—Soy el hermano mayor y ellos jamás actuaron así conmigo.
—Por eso estás celoso. —Levantó fugazmente su cabeza.
—¡No, no, Dios no! —El alivio en su voz era notorio —Estoy muy aliviado de que eso no sucediera. Ser el hijo feo tiene sus ventajas.
Reímos sin gracia.
—Sólo te digo que frenes esto cuanto antes, nadie debe de decidir tu vida por ti. Luego te vas a arrepentir, créeme.
Se levantó de allí y entró a la casa, sus pasos eran ruidosos, agregando dramatismo a su salida. Me reí por lo bajo.
El tiempo le dio la razón a mi hermano, no sabía cuan cierto eran esas palabras.
ESTÁS LEYENDO
Textos para Sofía
RomanceSofía Millares era todo lo que podías pedir; hermosa sonrisa, cuerpo de ensueño y una familia maravillosa. Santiago Borges venía de cuna noble, tenía su futuro resuelto y no debía luchar por nada en la vida. Hasta que algo cambia. "Un nuevo mensaj...