Una nueva etapa.

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Yuri Plisetsky estaba listo para salir a la única presentación de su vida la cual, no requería mas que de un publico pequeño, un traje sencillo y unas cuantas flores en su cabello, por que, si, no iba a patinar ni nada por el estilo, era el día en que por fin estaba por celebrar su boda con el sujeto mas genial que puede haber no tan sólo en Kazajistán, en el mundo entero.

Su sonrisa era amplia y hermosa, hacía un juego perfecto con sus ojos aguamarina que tanto le gustaban al kazajo, que esperó paciente por el ruso hasta una edad en la que ambos pudieran ser un dueto para toda la vida.

El ruso con veintidós años y el kazajo con veinticinco, quizás si, aún eran muy jóvenes e inexpertos para contraer nupcias y Viktor Nikiforov se los advirtió con cierta molestia y angustia pero en el fondo estaba feliz de que ese mocoso arrogante y grosero por fin estuviese listo para empezar su propia vida de pareja con la única persona valiente que podía domar al tigre de Rusia. Dio su consentimiento ese día y firmó como testigo de ambos junto con el nipon Yuuri Katsuki quien estaba siempre al pendiente de que el pequeño Denis Nikiforov de tres años no fuese a hacer alguna travesura, por que era una copia total del platinado.

Los invitados fueron contados con los dedos de una mano, tanto Otabek como Yuri no querían a mas personas mas que a las mas cercanas en su vida y las cuales siempre fueron un gran soporte en esas ocasiones donde la tensión, peleas estúpidas y diferencia de horario se interponía en el amor de esos dos. Simplemente... eran perfectos.

Habían huido para casarse y lo volvieron a hacer cuando decidieron tomarse al menos una semana para estar juntos y perdidos en algún lugar del mundo donde la gente no pudiera conocerlos, donde pudieran disfrutarse el uno al otro en todo aspecto, conocerse más a fondo y reafirmar que su matrimonio había sido la mejor de las decisiones que hubiesen tomado en su vida.
París, Marruecos, Grecia, Finlandia y por último unos días maravillosos en el Caribe.
Aun no podía creer que estaban juntos cada día al despertar, verse, contarse los pequeños detalles del rostro, deslizar sus dedos por las finas hebras doradas o revolver los mechones azabaches, llenarse de besos y caricias que no dudaron en darles un giro mas intenso comenzando su mañana haciendo el amor en la cama y marcando el precioso cuello níveo del ruso una y otra vez llevándolo al borde de la locura y el placer carnal.

Cuando regresaron por fin a su realidad, los esperaba su casa en Moscú donde Yuri había deseado volver, visitar a su abuelo quien al principio no estaba muy feliz con dejar ir a su pequeño retoño y tener su propia casa lejos de la ciudad y gente molesta que pudiera empezar una revuelta por ver a unos patinadores homosexuales andar de la mano en la calle al ir al minisuper o escucharles gemir en las noches.
Otabek había elegido una casa en particular, una con un ojo de agua no muy lejos para que ambos pudieran practicar cuando quisieran, en soledad y privacidad, un lugar que sería 'el sitio lejos de casa' para pensar y volver con cinco minutos de caminata, ese lugar donde uno iba tras una pelea. Obviamente Yuri casi lloraba de la felicidad cuando vio aquel sitio donde invertiría sus años con su, ahora, esposo.

Dos meses después de haberse instalado en la gran casa, Yuri llegó una tarde con una cajita sin chiste, llegó con una sonrisa y el cabello dorado iba de un lado a otro con su contoneo hasta sentarse en las piernas del kazajo.

- ¡Otabek! Es para ti, es un pequeño presente así que ábrelo ahora

- ¿Yura? ¿Desde cuando llegas a mi diciendo 'Otabek' si no es para regañarme?

- ¿Quieres que de verdad empiece a gritarte?

- .....No - ya estaba acostumbrado a eso y la verdad no quería que el día se fuese al caño por no hacerle caso. Abrió la cajita de cartón que, para colmo estaba muy bien cerrada y entre pequeñas risas del rubio y frustración del moreno, logró abrirla después de unos vergonzosos minutos. Lo que encontró dentro fue una plumilla que parecía mas un termómetro con una tapa y con un indicador en el otro extremo mas ancho.

Uno Mas Uno; TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora