— Podrías existir, sin buscar a los demás?... — Un anciano con una lánguida mirada, las manos entrelazadas en su espalda y una sonrisa con intenciones ocultas se acerco a mi camilla. Era mediodía y las cigarras ya habían comenzado su orquesta de zumbidos ensordecedores. Miré hacia el lado donde estaba la ventana y allí estaba mi madre y mis hermanos, almorzando en aquellos bancos con sombrilla en el patio del hospital. Mis ojos sufrían al apenas percibir la intensidad del Sol de verano, entre cerrados y con legañas en mis cejas, se aclaro mi vista y pude encontrarme con el hombre, sentado a un lado de la camilla con los ojos clavados en mi.
— Una persona con sueños y que busca algo mejor, eso eres tu para ti... Estos, los pilares que te sostienen, están ausentes debido a una enfermedad inflamatoria, aun con los tratamientos disponibles es solo cuestión de tiempo para que llegues ''allí''...— Pasa su mano por muslo hasta llegar al muñón en mi rodilla. — No te preocupes, te recibirán como debe ser. Pero no como tu quieres — Salta de la camilla como si tuviese la vitalidad de un niño — Jovencito, mi nombre es Thymoteus Leides, pero para ti, Kant, soy Thymo.
Apoyé mis manos temblorosas por la falta de fuerza en la cama para estudiar mas al personaje que se acaba de aparecer en mi unidad del hospital. El hombre estaba parado firmemente, con las manos en los bolsillos y la luz del Sol haciendo de reflector ante su presencia, aun con el extraño suéter color pastel se notaba un aura de sabiduría.
— Thymo?... Espera! ¡¿Que rayos haces en mi cuarto?! se supone que las enfermeras son las únicas que podían entrar sin mi permiso — Le cuestione al anciano con molestia, el calefactor estaba apagado y el cuarto comenzaba a acalorarse.
— Oye, tranquilo compañero. Obtuve los permisos gracias al doctor. Vengo a por ti para darte un paseo para estudiar un poco mas tu condición — No dejaba de dar ese aire juvenil que comparado con su aspecto de adulto mayor resultaba algo inquietante lo bien que le salia fingir ser alguien como yo. — El asunto es que soy psicólogo pero después de tantos trabajos y pacientes por los que pase en la primavera ya hoy solo me apetece tratar con un paciente como si fuese un amigo. — Se excusa y se encoge de brazos — Me disculpo si mi presencia es un incordio para ti.
«Un viejo no puede dejar de serlo, supongo...» Pensé al escuchar su léxico bien estudiado, contrastado con la actitud juvenil de antes. —No necesito un psicólogo, estoy discapacitado, no loco.—Sentencié, una brisa peino su cabellera blanca y grisácea como la nieve en la carretera. La expresión en su rostro paso de ser la de un anciano bonachón a una mucho mas seria. Sus arrugas se abultaron mas al fruncir el ceño y sus ojos atravesaban el alma.
— Todos estamos locos en esta tierra... — Contestó sin reparo por sacar a relucir su voz con un el tono mas grave posible. — Kanterbury es un nombre molesto, al igual que Thymotheus. Pero nos limitamos a nosotros mismos para hacer de nuestros nombres algo mas fácil para las personas a nuestro alrededor — Desde este punto el hombre estaba dando vueltas por todo el cuarto pensando en voz alta — Estamos locos, como para que las personas tomen en serio nuestros nombres, por lo tanto nos limitamos. Por nuestro puesto en este mundo... — Se que no entiendes, así que te lo mostrare.
Me miro a los ojos; en ambos se notaba un iris azul y verde que circulaban alrededor de su pupila como agua y aceite. Sus ojos hipnotizantes hicieron difusa mi vista y mi cabeza parecía que estaba a punto de estallar, durante unos segundos estaba en un plano oscuro, todo era negro y no podía percibir sensación alguna en mi cuerpo. De inmediato abrí mis ojos y mi rostro se sentía frió... Eran los ventiladores de un auto. Estos estaban al máximo y su zumbido era tan molesto como el aire congelante que soltaba directamente a mi cara, me impulse hacia la salida de aire e inmediatamente gire las pequeñas aspas a un lado. Mire a mi alrededor y era un auto muy nuevo, superficies impecables y vidrios relucientes. Pero al girar estaba Thymo, el conductor. Llevaba puesta una chaqueta y guantes de cuero. Giro hacia donde estaba yo y su gesto había vuelto a ser el mismo de antes, una sonrisa burlona y ojos marrones como los de cualquiera.
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Las Paradas Invisibles
Storie breviSerie de historias cortas unidas por un mismo tópico: Los viajes en el tiempo y espacio.