Extrañaba tu tacto

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Dos meses tenía ya la pequeña. Ahora estaba más grandecita y obviamente más vivaracha. A pesar de ser tan pequeña todavía, ya tenía sus propias manías con sus tíos.

Con Shuu se adormecía, acostumbrada por estos dos últimos meses.

Con Reiji se afanaba en quitarle las gafas.

Con Ayato se ponía a jugar a tratar de sacarle los ojos.

Con Kanato jugaba a las palmitas.

Con Subaru le gustaba irse de paseo por los jardines, con ella acomodada en sus brazos. 

Con Raito... Con su padre hacía de todo. 

Y conmigo me jalaba del pelo. Total, al ser la de pelo más largo... 

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- ¿Akemi?- llamó en un susurro Raito una vez la niña se hubo dormido en su cuna. Akira tenía un sueño muy profundo, y sólo se despertaba por hambre o porque la cogíamos. 

- Dime- seguimos susurrando, para evitar despertarla por accidente.

Me metí en la cama con él, tapándome hasta la clavícula. Me quedé frente a mi novio, de espaldas a la cuna. 

- No quise tocarte tras el primer mes por si acaso, pero ya no puedo más- suspiró. Alcé una ceja en la oscuridad, únicamente quebrada levemente por la luz de la luna que entraba por la ventana. Iluminaba el suelo al otro lado de la cama, y reflejaba pequeños contornos sobre las sábanas. 

- Extrañaba tu tacto- dijo tras haberme besado con pasión. Lo pillé al vuelo. Acto seguido reí por lo bajinis.

- Han sido dos meses. No pasa nada- indirectamente, le estaba dejando seguir. 

Como ambos dormíamos en ropa interior, no fue difícil quedarnos como vinimos al mundo en breves segundos. Todos los gestos de Raito denotaban que, en efecto, no podía aguantarse más. 

Oí un sonido fugaz de un plástico romperse antes de que se situara entre mis piernas, pero al rozarme con la punta de su miembro se detuvo. Abrí los ojos y lo encontré paralizado, incapaz de seguir.

- ¿Qué pasa?- puse mis manos detrás de su cuello.

- No quiero volver a dejarte embarazada, Akemi. No quiero que vuelvas a pasar por eso.

Miró hacia la cuna de Akira antes de seguir.

- Sé que ella no tiene la culpa, pero si vuelve a pasar, yo...

- ¿Y qué?- reí suave. Me miró extrañado-. Raito, eso fue un accidente. Pero no volverá a pasar. El que compramos después de mi embarazo está recién abierto. El otro era el último y estaba caducado. No te preocupes. 

Tener que decir todo eso en un momento tal me encendía las mejillas, de tal manera que tuve que apartar la vista hacia la ventana. Ahora era Raito el que se reía ante mi actitud.

Descargó su boca en mi cuello, dando pequeños mordiscos y pequeñas lamidas mientras su miembro se hundía en mi interior, provocándome una serie de gemidos ahogados. 

Una vez se enterró por completo en lo más profundo de mi interior, sólo entonces, se permitió dejar escapar su primer gemido. 

Siguió jugando con mi cuello, mientras empezaba a moverse despacio hasta que ya se deslizaba sin problemas. Entonces, sí que se notó que "me extrañaba": veloz y profundo, ahogar los gemidos ahora era imposible para los dos. Totalmente imposible. 

Tras las últimas embestidas, sacó lentamente su miembro de mi cuerpo, sacándose después la protección. Me aguanté la risa cuando se puso en plan "Que no se haya roto, que no se haya roto, que no se haya roto...". 

- No tiene gracia: tiene una fisura- refunfuñó tras haberlo tirado a la papelera al lado de la cama, el más cercano a la ventana. Me callé de inmediato.

- No fastidies...- mi voz salió aguda. Raito gruñó mientras se tumbaba a mi lado, abrazándome.

- Sí: verdaderamente tu inocencia te hace aún más linda- ahora el que se atragantaba con su propia risa era él. Le di un golpe en el pecho.

- Idiota- bufé. 

- Anda, Ai-Chan. Duerme un poco- me besó la cabeza y cerró los ojos.

Segundos después, agotada por completo. yo también cerré los míos.

(En la foto, Raito sonriendo picarón *¬*)

Soy madre junto a Sakamaki RaitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora