CAPITULO 2

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Dos años después

Camila estaba en un lujoso café de Londres, esperando la llegada de su amiga Dinah.

Aunque sus pensamientos estaban muy lejos de allí, centrados en Lauren. Se preguntaba cómo iban a celebrar el segundo aniversario de aquel primer encuentro. ¿Buscando un granero abandonado en medio de la nieve? No, ésa no sería buena idea, pensó sonriendo para sí misma. A Lauren no le gustaba el frío y tenía poca tolerancia para los inconvenientes.

—Siento llegar tarde —se disculpó una delgada morena de ojos oscuros, dejando una cámara fotográfica sobre la mesa.

—No pasa nada.

—Cabello, si dejas que te siga creciendo el pelo —dijo Dinah entonces, señalando la melena morena que casi le llegaba a la cintura— la gente va a pensar que quieres ser Rapunzel.

—¿Cómo? —exclamó Camila, sorprendida.

—Rapunzel, ya sabes, la del cuento de hadas. A la que encerraron en una torre y se dejó el pelo largo para usarlo como escalera —rió su amiga— Desgraciadamente para ella no fue un príncipe azul el que subió a rescatarla, sino la bruja. Te lo advierto.

Camila soltó una carcajada. Estaba acostumbrada a la forma de ver la vida de su sofisticada amiga. Hija de un famoso artista, Dinah había sobrevivido a una infancia bohemia e inestable para convertirse en una fotógrafa de éxito. Pero seguía teniendo cicatrices infligidas por unos padres que habían vivido vidas tempestuosas.

—¿Qué tal tu princesa azul? —bromeó Dinah, después de pedir un café.

—Lauren está muy bien. Muy ocupada, por supuesto, pero me llama todos los días cuando está fuera del país.

—Tu móvil es el equivalente a una cadena —bromeó su amiga— Creo recordar que, si lo apagas, te pide explicaciones por triplicado.

—No, mujer, lo que pasa es que le gusta saber dónde estoy. Se preocupa por mí —replicó Camila— ¿Sabes que dentro de diez días Lauren y yo habremos estado juntas dos años?

—¡Ah, qué bien! La mujer que no se compromete jamás está buscando una medalla de oro. Podrías dedicarte a escribir columnas de cotilleo, pero claro, el mundo tendría que saber que existes y, lamentablemente, eres un secreto bien escondido.

—Lauren no soporta la atención de los medios y sabe que a mí tampoco me gusta. Estoy contenta de permanecer en la sombra —murmuró Camila, diciéndose a sí misma, por costumbre, que el tiempo que tenía para disfrutar con Lauren sería tiempo perdido si debía compartirlo con los periodistas— Ahora mismo, estoy intentando encontrar una forma especial de celebrar nuestro aniversario.

—Lauren no hizo ningún esfuerzo por celebrarlo el año pasado, ¿verdad?

—No se acordaba de que llevábamos un año juntas. Debería habérselo recordado.

—¿Y qué dijo cuando se lo recordaste?

—Nada.

—Entonces, deja que te dé un consejo —suspiró Dinah— Si quieres seguir con Lauren Jauregui, resiste el deseo de celebrar vuestro segundo aniversario.

—¿Por qué?

—Recordarle que lleváis juntas dos años podría hacer soplar el frío viento del cambio.

—¿Qué intentas decir? —exclamó Camila, angustiada.

Dinah apretó los labios.

—Mira, yo creo que estás perdiendo el tiempo con esa mujer. Ni siquiera se molestó en aparecer el día que te dieron el premio en la escuela de diseño.

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