01

27 3 3
                                    

"La única manera de descubrir los límites de lo posible es yendo más allá de ellos: a lo imposible"

Suena la campana y las motos tras la línea blanca temporal trazada en el arenoso suelo salen alcanzando su máxima velocidad, incluida la de mi novio Darren. Siento cómo el corazón se me encoge en cada curva, nunca se sabe qué puede pasar. Sigo sin acostumbrarme.

Llevo saliendo con Darren desde antes de mudarnos a Seattle hace dos años y medio al empezar la universidad, aunque realmente nos conocimos en nuestra ciudad natal, Bristol (Inglaterra).

Me considero una persona normal; con la mitad de unos estudios en fotografía y una pareja formal, pero hay algo que destaca en mi vida cotidiana. Darren participa en carreras ilegales de motos por Los Ángeles, tuvimos que mudarnos de nuevo a un piso cochambroso de la zona por unos problemas con la policía de Seattle. Desde entonces no podemos volver allí, así que al igual que él me acompañó de Bristol a Seattle, yo le acompaño de Seattle a Los Ángeles. Siempre he sabido que yo no encajaría en este mundo ya que para mí siempre ha sido mejor plan quedarse en casa viendo una película antes que sentir el estómago a cien kilómetros por hora en un descampado. Prefiero algún plan sencillo, predecible, normal. Darren me ha ido enseñando poco a poco lo mínimo que debo saber pero nunca acabará gustándome, es algo que simplemente no me veo dentro.

En realidad en ningún momento he querido estar aquí: sentada en unas sucias y oxidadas gradas desmontables al lado de un viejo circuito escondido a las afueras de la ciudad, pero tengo que estar por Darren, no me perdonaría no haber estado junto a él si algún día le pasa algo. Tampoco me ha llegado a gustar la idea de que Darren participara en cosas como éstas pero se tenía que ganar la vida de alguna manera y con su expediente académico no encontraría nada mejor. Ambos lo sabíamos. Le conocí porque mi hermana mayor quiso contratarle para que le paseara al perro, ella lo quería para ella pero mi madre se lo prohibió ya que Darren nunca fue responsable. Ahí es donde encajo yo y mi debilidad por enamorarme de todo lo que odia mi madre, nos fugamos juntos y aquí seguimos, tal vez debería de haberla escuchado. Yo no pude terminar mis estudios así que no he conseguido ningún trabajo estable, esto es lo único que trae dinero a casa. No somos la pareja perfecta, para nada, pero nos queremos y solo por eso somos lo que por hoy somos.

Es ya la última vuelta cuando Darren consigue ponerse en el primer lugar dejando a los demás a una distancia considerable. ¿El premio? Solamente mil dólares, nada comparado con las grandes carreras donde se apuestan cantidades de hasta cien mil o más. No lo sé, nunca nos han invitado.

Darren gana y todos a mi al rededor saltan y vitorean en sus asientos. Yo solo quiero salir de aquí, coger el dinero e irme agarrada de su mano para regresar a nuestra corriente vida lejos de aquí. Hasta el mes que viene que tenga otra carrera o antes, ya que tiene que recuperar dinero que debe.

– Lo has hecho muy bien, cielo. Vayámonos a casa. – Le digo cariñosamente dándole un beso y sonriendo en sus labios. Él me devuelve la sonrisa. Siempre intento darle palabras de ánimo cada vez que empieza y termina una carrera para que salga seguro de sí mismo, porque si va distraído o pensando que no logrará llegar a la meta podría pasarle algo mientras conduce. Si sale a correr y no mira al frente, si falla en una curva o si no logra esquivar a alguien a tiempo podría significar la diferencia entre estar luego en casa o en el hospital.

– Gracias, amor. – Contesta mordiéndose el labio mientras sacude la bolsa con el dinero.

– Salgamos de aquí, por favor – Le agarro la mano y él me la aprieta haciéndonos paso entre la gente.

Hostage [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora