Capítulo 6

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¡El tic tac del reloj me tiene al borde de la histeria!

No es posible que haga tanto ruido y que encima ¡vaya tan rápido!. Si no me apuro, cuando Terrence llegue voy a seguir en toalla. Que no creo que le disguste. Reviré los ojos y me di una pequeña palmada en la mejilla, concéntrate Candice.

Miré la cama y contemplé el montículo de vestidos que ocupaba casi todo el colchón. No sabía a dónde íbamos y no quería parecer muy arreglada pero tampoco quería verme desaliñada.

—Debí preguntar a dónde iríamos —refunfuño mientras escojo un vestido negro, dicen que el negro es un básico con el que nunca quedas mal—. Espero que sea cierto —volví a refunfuñar.

Puse toda mi atención en arreglarme. Nada más me quedaba una hora y quería verme perfecta. Cuando decidí aceptar la invitación lo hice con la determinación de poner de mi parte. Al principio tenía miedo, no lo conocía y aún ahora no lo conozco realmente, pero mi corazón lo sabe. Mi corazón sabe que es sincero y que es momento que yo dé el siguiente paso.

Rato después sonó el intercomunicador. Corrí a contestar pero cuando estoy frente al aparato me detengo.

—Esperaré un minuto antes de responder, no quiero que note lo ansiosa que estoy. —Dí un grito ahogado al darme cuenta que tengo presionado el botón de hablar. ¡Por favor, dios! ¡que no me haya escuchado!, supliqué fervientemente antes de aclararme la voz—. En un minuto bajo —escuché su "de acuerdo" y volví al cuarto por mi bolsa.

Cinco minutos más tarde estaba retorciendo mis manos en el elevador, escuché el ruido que hace al detenerse así que respiré profundo y erguí la espalda. Cuando las puertas se abrieron ahí estaba él. De traje. No llevaba corbata y traía la camisa abierta de arriba. Me quedé viendo fijamente como subía y bajaba el hueso de su garganta. El elevador volvió a sonar y me di cuenta que no me había movido. Su mano izquierda impidió que las puertas se cerraran. Extendió la otra mano hacia mí y la tomé. De algún modo sentí que en ese momento estaba aceptando más que su ayuda para salir.

—Estás preciosa —murmuró viéndome a los ojos y sentí sus labios en el dorso de mi mano.

—Tú también —me cachetee mentalmente e intenté que mi cerebro trabajara.

—Vamos —su pícara sonrisa aceleró mis latidos. Debo reconsiderar la visita al cardiólogo.

Salimos del edificio y nos dirigimos hacia la izquierda. A unos metros de la entrada estaba aparcado su auto.

—¿Bumblebee? —incrédula levanté una ceja. Frente a mi tenía una réplica exacta del camaro de Transformers. Por un momento pensé que iba a saludarme a través de la radio.

—Es mi película favorita—se sonrojó.

Me llené de ternura al ver su rostro sonrojado y avergonzado.

—Al menos no es un tráiler —bromee pensando en el personaje de Optimus Prime, el líder de los autobots.

El sonido ronco de su risa me provocó un cosquilleo en el pecho. Abrió la puerta del copiloto y me invitó a entrar. Cerró la puerta, rodeó el caro por enfrente y en ese momento vi que tenía una caja, no muy grande, en la mano. Se subió, la colocó en medio de nosotros y arrancó.

Arranqué y sentí mis manos temblar cuando tomé el volante. Estaba más nervioso que Witwicky cuando la matrix se hace polvo. 

¡Mierda! ¡No es una buena comparación! ¡No debo pensar negativo!

Candice está al lado mío. Hermosa. Tan Bella que si me dijera que es Cleopatra, la creería, aunque ella sea rubia y no morena como la reina egipcia. Casi me abalanzo sobre ella en cuanto la vi aparecer tras las puertas del ascensor. Ese vestido negro me hizo sudar. Sudé más que un esquimal en el sahara.

Entre Flores y PiroposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora