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Gracias a la poca información que me entregó Olivia, decidí comenzar a llevar a cabo nuestro plan. Tenía listas las cosas que iba a utilizar, sólo faltaba...

—Octavia, me duele... No me estoy sintiendo bien —me interrumpió un golpe en seco, al voltearme pude ver como caía al suelo de rodillas, mientras soltaba quejidos—. Ayúdame... Ayuda.

No sabía qué hacer, sólo me limitaba a mirarla mientras hacia movimientos extraños en el suelo.

—¡Mami! ¡Mami, ven! Mami, te necesito —escuchar esas palabras quitaron la confusión y la transformaron en enojo, ¿después de todo el daño que ella le causó, sigue necesitando su ayuda? No pude evitarlo y me coloqué sobre ella, dejando mis manos en su cuello, el cual apretaba con mucha ira—. P-papi, mam... Mami, ¡vengan!

Al notar que su llanto no cesaba, me levanté dejándola allí. Fui a buscar a mamá, estaba molesta, pero si Olivia deseaba eso, la ayudaría. Me limité a tirar de su vestido para que me siguiera, no quería cruzar alguna palabra con ella.

—¿Sucede algo? —Le hice una seña con mi dedo índice sobre mi boca para que mantuviera silencio y sólo me siguiera. Al llegar a mi habitación, apenas entramos, Olivia estiró sus brazos en dirección a nuestra madre.

—Mami, me está doliendo aquí —Lloraba mi melliza de manera desesperada mientras se colgaba del cuello de mamá. Ella se encontraba sorprendida, pero aún así correspondió el abrazo.

—Octavia. Tu hermana necesita atención médica, no estoy segura de lo que sucede —Fruncí el ceño, estaba bien, podría llevar a cabo mi plan sin la ayuda de ella, no la necesitaba para encontrar la información que quería.

Asentí, viendo como nuestra madre abandonaba la habitación mientras susurraba para ella misma. Ahora sin mi melliza, debía trabajar el doble para poder conseguir convencer a Elizabeth.

Totalmente decidida caminé hacia afuera, sabía que Lizzie amaba sentarse a la orilla de la piscina. La vi mirando fijamente su reflejo, mientras tocaba el parche en su rostro, que escondía su ojo de color café.

Lizzie —pronuncié su nombre de forma cantarina hasta tocar su espalda—. Necesito respuestas y tú me las darás o... —solté el hilo detrás de su cabeza que amarraba el parche.

La sujeté para que pudiera ver sus ojos en el reflejo de la piscina, intentó cerrarlos en variadas ocasiones, pero no se lo permití.

¡¿POR QUÉ ANTES ERAS TAN DULCE Y AHORA NO?! —Grité desesperada, apretando sus hombros.

—¡Eso no te debe importar! ¡Suéltame, impura!

Sus palabras sólo me provocaron impotencia, tomando su largo cabello en mi mano y metiendo su cabeza dentro de la piscina.

¡Habla! —Ella se negaba, pero seguía metiendo su cabeza dentro del agua, haciendo que no pudiera tener pausas para respirar.

—Octavia, por favor... —la solté, así ella podía respirar con tranquilidad para poder responder mis dudas—. Yo... Yo no sé. Creo que comenzó cuando supe que mis padres no eran mis verdaderos padres.

Octavia © | Libro #11 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora