Estaba profundamente dormida cuando el despertador sonó a las cinco de la mañana. Sí, esa era la hora que debía levantarse para salir antes de que el tráfico fuera insoportable, antes de salir se tomaba su taza de café y pensaba un poco en su familia y en su pueblo, Alejandra había salido a los 17 años de su casa apenas salió de secundaria, deseaba seguir estudiando así que decidió irse a la capital.
Nunca pensó que iba a ser fácil pero tampoco tan difícil como había resultado, todo se le puso cuesta arriba entrar a la universidad le fue difícil, a pesar de que tuvo una excelentes notas, en este país si no tenías influencias no conseguías nada, así que solo rogó por ser aceptada tuvo que esperar dos años para poder ingresar hasta que lo logro, mientras trabajaba aquí y allá, se graduó con honores pero también eso carecía de importancia, ahora era una simple asistente de una persona déspota, lo más que extrañaba era a su madre nunca antes se habían separados pero era para que luego ambas vivieran bien, en su pueblo ubicado un estado costero rodeado de muchas playas y un sol inclemente se encontraba Cumaná, donde los hombres eran machistas por naturaleza por lo que ella los evito a toda costa.
Ahora está en una ciudad que no era la suya con 24 años graduada, entre gentes que eran muy diferente a ella pero sobre todas las cosas, estaba metida en tremendo problema, su jefe se había ensañado con ella y ya era hora de ir alistándose para enfrentar al ogro.
Escogió uno de los conjuntos oscuros que la empresa le proporcionaba como uniforme se colocó un poco de maquillaje y se agarró el cabello con una coleta.
Ya eran un cuatro para las siete de la mañana y estaba en la estación de metros, esperaba tomar el siguiente tren y así llegar por lo menos a las siete y cuarto, aunque su hora de entrada era a las ocho de la mañana acostumbraba llegar antes.
Así fue, llego a buena hora como siempre. Cuando iba tomando el ascensor para subir a su piso las puertas fueron sujetas.
— Buenos días. — saluda Juan Pablo con mala gana, hoy llegaba temprano porque no pudo dormir bien por lo que ocurrió ayer, estuvo de mal humor y además quería saber si ella volvería otra vez a la empresa y allí estaba tan puntual como siempre eso lo alivio.
—Buenos días. — respondió ella un tanto nerviosa, solo miraba los números marcado de los pisos en el ascensor pero tuvo que retirar la mirada le daba miedo las alturas y ya que su piso estaba en el número 18 le daba de todo cerrando los ojos se recostó del ascensor sujetándose del pasamanos.
— ¿Le temes a las alturas? — Tratando de romper el hielo, ella solo asintió — ¿Cómo haces cuando vienes sola? — pregunta Juan Pablo al darse cuenta de su temor.
—Lo mismo que ahora. — la manga de su chaqueta se sube y dejar ver sus muñecas ambas estaban marcadas por su agarre de ayer.
— ¡Maldición! — Dice dándole la espalda y apretando los puños, como no pudo medir sus fuerzas con ella.
Ella abre los ojos para ver qué sucede pero él le está dando la espalda y no iba a preguntar.
Le había dejado marca eso era algo que no podía volver a pasar nunca más la tocaría con tanta fuerza así estuviera furioso.
— Pase directamente a recursos humanos, ayer te fuiste sin avisar y eso tiene consecuencias. — esto lo dice justamente antes de bajarse del ascensor ella queda estática. Y como pudo salió del mismo antes de que se cerrará.
— ¿Puedo hablar con usted primero? — El abre la puerta y le indica que puede pasar.
— ¿Haber, en qué puedo ayudarte? querida — Sabía realmente a que se debía eso.
— Recursos humanos aún no llega y usted es mi jefe inmediato me podría decir ¿cuáles son esas consecuencias? — Si esto lo hubiese planificado con más tiempo no habría salido tan bien.
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