Había llegado el día de la boda no sabía que esperar de Alejandra, estos días él estuvo vigilándola, porque por un momento pensó que ella podía irse y eso lo inquietó, pero no hizo tal cosa aun así ahora estaba angustiado, la mandó a recoger ya hacía bastante tiempo y no había llegado.
Pero de un momento a otro llego Alejandra, con un traje de pantalón que le quedaba realmente bien por no decir que el cambio era radical se veía hermosa.
— ¿Ocurrió algo?, ¿porque no habías llegado? — pregunto al momento que ella llegó hasta su lado.
—La estilista tardo un poco más de lo planeado — veía alrededor solo habían unas cinco personas, que lastima un día tan importante para una mujer fuera tan deprimente.
— Valió la pena por lo menos. — Volteo para verle la cara sorprendida por lo grosero que estaba siendo.
— ¿Me imagino que debo sentirme halagada? — Lo Fulmina con la mirada.
— Para nada, esto es de momento cuando esto pase volverás a ser la misma de siempre. — Bajo la mirada no se sentía humillada por lo que decía sino como mujer la estaba despreciando de la peor manera.
—Vamos a dejarnos de tonterías hagamos esto rápido. — tomándola de la mano la arrastro para llevarla frente al juez.
El casamiento fue rápido pero él aún no dejaba de mirarla estaba bella y le molestaba de sobremanera no poder demostrarlo no quería darle falsas esperanzas, llegará el momento que se separaría y no quería que ninguno saliera lastimado, él la iba a ayudar y ella.
Esta mujer tiene muchos frentes puede ser bella y humilde, bella y despampanante como ahora, bella y tímida como siempre la conoció y ella y altanera como se presentó los últimos días.
Sería todo un reto convivir con ella pero mientras, es mejor seguir manteniéndola alejada de él.
Una vez termino todo el proceso él le dio las gracias a los presentes y se apartó con su abogado.
— Listo, ya soy un hombre casado encárgate de darle la noticia a mi padre. — dándole una palmada se dispuso a salir.
— Juan Pablo. — se paró de inmediato cuando escucho que lo llamaba girándose miro dándose cuenta de lo patán que estaba siendo.
— Alejandra. — se acercó a ella y pudo ver qué se le deslizaba una lágrima por su mejilla, tomándola de la mano.
— Pediré un taxi para que me lleve a mi casa, solo no me dejes aquí plantada por favor. — sabía que su dignidad estaba por el piso pero no iba a poder verse en el espejo si la dejaba tirada allí.
— Yo... Yo no... ven vamos a casa. — de principio se puso nervioso la tomó de la mano y se dispuso a salir pero cuando llegaron afuera ella trato de alejarse a tomar un taxi y él se lo impidió.
— Me iré en un taxi. — mirándolo a la cara.
— No, nos vamos a la casa tú vivirás conmigo. — ella solo asistió se sentía cansada y no quería discutir, se dejó llevar al carro.
No hablaron en todo el camino pero lo que no sabía es que él en el transcurso había cambiado de idea.
Cuando se estacionaron en un club ella volteo a verlo, él solo se encogió de hombros, salió del auto y lo rodea para ayudarla a salir.
— ¿Dónde estamos?, ¿Porque venimos acá? — la tomó de la mano y la puso frente de él.
— Este es nuestro matrimonio, hagamos una tregua y disfrutemos de este día, vamos a bailar y a tomar para celebrar nuestra unión que bien o mal existe. — Dicho esto procede a entrar al club sin hacer cola.