—Podrías comenzar describíendote a ti mismo.
Yuri suspiró. Echó su cabeza hacia atrás sobre el respaldo de la incómoda silla de estar calipso que le hacía tener pesadillas. Sus cabellos rubios flotaron sobre el pesado aire de la oficina del psicólogo mientras él hacía burbujas con su saliva, ignorando al doctor.
Ni siquiera sabía por qué seguía viniendo.
Tal vez era por que lo necesitaba. O quizá solo era un simple berrinche, había asumido que un psicólogo le quitaría la angustia del pecho; esa angustia que le venía atormentando desde hace meses y que no podía detener.
Quizá solo era porque no sabía resolver sus problemas por el mismo.
A pesar de haber crecido lo suficiente —tanto física como mentalmente—, Yuri seguía siendo el niño inmaduro de hace cinco años, cuando ganó su primer oro en el Grand Prix de Barcelona. Seguía siendo tan arisco y pesado como en aquel entonces, pero una parte de sí ya había asumido que jamás podría esconder su gran aprecio a sus cercanos.
—Soy muy desordenado. No sabría por dónde empezar. —Contestó sin ganas. Oyó el bolígrafo de su doctor golpetear contra su cuaderno, donde supuestamente anotaba la conducta del joven, evaluando su comportamiento. Se había prometido fingir que le interesaba salir adelante mediante el psicólogo, pero en cuanto cruzaba la puerta de la consulta, sus promesas se iban por la basura. No tenía ni la más mínima intención de colaborar en aquellos momentos.
—Entonces comienza con tus cualidades —Sugirió el doctor, con un tono de joven de comercial, de esos que suelen persuadir a la gente—. Comienza con los adjetivos que comiencen con la letra a.
Los ojos de Yuri se abrieron. "Al fin a este viejo loco se le ocurre algo bueno", pensó. Una sonrisa ladeada se formó en su rostró, y se incorporó en la silla calipso, poniendo su rostro contra la palma de su fría mano.
—Audaz —Comenzó—. Acalorado, ambicioso, antipático, amargado, aislado...
—¿Aislado?
Yuri resopló, arrepintiéndose de haber pronunciado aquella palabra. Sabía lo que venia luego: preguntas y más preguntas. Sabía que si respondía bien a todas ellas, el doctor le dejaría marchar hasta la otra semana. Pero también sabía que si se enredaba, probablemente el doctor le hiciera más preguntas. No quería sacar a flote el verdadero problema que tenía y el verdadero por qué estaba ahí. Solamente quería recuperarse. Solamente quería que su pecho liberara todo ese extraño sentimiento...
—Es una larga historia —Rió nervioso. Jugueteó con sus largos, pálidos y fríos dedos, mirando hacia abajo. Exigiéndose a sí mismo no mostrar debilidad. "Soy un medallista de oro. Soy Yuri Plisetsky. Soy fuerte... o lo era."—. Quizá podríamos hablarlo la próxima semana.
—Yuri, sabes que no puedes venir para no hacer nada. Pretendo ayudarte, pero no sé cómo, aun no me explicas por qué te sientes así...
—Es una larga historia —Repitió Yuri—. Aun así, me gusta convencerme a mí mismo que he venido al psicólogo y que estoy mejor.
—¿Y estás mejor? —El doctor frunció el ceño, haciendo que sus gruesas cejas se juntaran en la separación de estas.
—Ya lo dije —Se levantó de su asiento, alisándose sus leggins negros y mirando al doctor a través de sus gafas negras—. Estoy intentando convencerme a mí mismo de eso.
—Yuri, eso no es sano...
—Hasta la próxima semana —En un dos por tres, Yuri ya había cerrado la puerta de la consulta y se encontraba fuera. Aliviado, caminó por el pasillo de la clínica, aspirando el olor al típico perfume a medicamentos que tenían todos los hospitales. Pasó por el área de pediatría, bajó las escaleras de dos en dos hasta el piso de oftalmología, y pasó por la recepción hasta dalir de aquel alto y azul edificio y encontrarse con el frío de la ciudad de San Petersburgo.
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El corazón crece | OtaYuri.
FanfictionOtabek tenía un mejor amigo. Y Yuri, un amor no correspondido. (Fanfic; OtaYuri [Otabek Altin × Yuri Plisetsky] arte de la portada por babypears (via tumblr)