Podía sentir la brisa dar de lleno contra su rostro. Sus cabellos, ondeaban al compás del descontrolado viento de la tarde, despejándole la cara. Las personas caminaban a su alrededor sin notarlo, sin darse cuenta que entre ellos caminaba el trige de hielo ruso. Para él estaba bien.
Sin embargo, extrañaba que el mundo estuviera pendiente de él. Solía detestar que se hablase de él, pero secretamente le encantaba ser notado en todas partes. Quizá lo que siempre decía Yuuri era cierto.
"No valoras lo que tienes hasta que lo pierdes."
Quiso gritar en aquel instante. Como si la impotencia se lo estuviera comiendo nuevamente. Seguía sin entender por qué. La respuesta a su depresión era tan fría como el hielo, no era nada más simple que un amor no correspondido. Desde hacía años atrás, se había planteado la idea de que quizá, el jamás se enamoraría. Jamás sentiría tal cosa.
No quiso asumir lo que sentía por Otabek hasta finales del año pasado. Al principio, había tomado la noticia de que Otabek y Mila estaban saliendo como algo leve. Algo de lo que no debía preocuparse en absoluto. Mila era como su hermana. Y Otabek... Otabek se había convertido en su único pilar después de la muerte de su abuelo.
Se sintió engañado. Traicionado. Como si a su casa le hubieran quitado los soportes, comenzó a alejarse de ellos cada vez más, hasta quedar completamente solo.
Quiso creer que había sido obra del karma. Si hubiera sido más amable, si hubiera tenido más corazón, si hubiera amado más...
Se había llenado la cabeza de arrepentimiento y culpa. No podía negarlo. Quería mandar todo a la mierda. Incluyendo a Otabek.
Su teléfono vibró en su bolsillo. Lo sacó y acarició el motivo de leopardo que tenía sobre la cobertura, y contestó la llamada sin ver la pantalla.
—Ha... —Contestó. Un llanto de niño se escuchó desde la otra línea, haciéndole apartar el aparato unos centímetros más de su oreja.
—Necesito que vengas —Llamó la desesperada de la gran leyenda del hielo, el actual casado y padre Viktor Nikiforov—. Rápido. Yuuri se fue por el día junto a Phichit y no tengo ni puta idea de como cambiar un pañal.
—¡¿Y tú crees que yo sí?! —Gritó al teléfono con un rápido ruso. Las personas a su alrededor se le quedaron mirando, hasta que Yuri continuó con su caminata por el paseo peatonal.
—Si ocurre algo malo, la culpa no la tendré solo yo —Ahí estaba. Incluso con treinta y dos años, Viktor jamás maduraba. Yuri gruñó al teléfono—. Anda, ven. Esta mañana Yuuri preparó katsudon y me lo dejó para la tarde. Hizo demás si alguien se aparecía por la casa...
—Olvidaló. Estoy ahí en cinco minutos.
Cambiar un pañal sonaba asqueroso. Pero comer su nuevo plato favorito no. Colgó la llamada sin dejar a Viktor contestar, y comenzó a caminar rápidamente contra el viento de la tarde.
Con los años, la figura de Yuri se había alargado. Había crecido cinco centímetros, llegando a casi alcanzar a Otabek, quién había alcanzado el metro setenta y dos un verano.
Su cabello había crecido tanto como Viktor en sus temporadas de junior. Había ganado dos medallas de oro nuevas, y su cara se había estilizado. Ya no parecía un niño. Ahora era un adulto. Junto al orgullo de Lilia, Yuri se había convertido en la prima ballerina de la pista.
Una prima ballerina muerta por dentro.
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El corazón crece | OtaYuri.
FanfictionOtabek tenía un mejor amigo. Y Yuri, un amor no correspondido. (Fanfic; OtaYuri [Otabek Altin × Yuri Plisetsky] arte de la portada por babypears (via tumblr)