Confesiones en vídeo

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- Me llamo Anthony Edward Stark, y grabo esto para que al menos alguien entienda por qué lo hice y por qué todo ha tenido que salir tan mal...

  Suspiró y bajó la mirada, rascándose la nuca y dándose un respiro para ordenar sus pensamientos antes de continuar.
- Está enfadado, muy enfadado, y viene a por mí. No lo culpo, la culpa es mía... dios, me enfadé tanto cuando me enteré que el Capitán me había ocultado quién mató a mis padres, y ahora yo le he hecho eso mismo a él... no, lo que yo he hecho es peor...

  Parecía hablar solo en vez de con la cámara, pero al menos quería desahogarse.
- Él no se merecía algo así, siempre ha sido tan bueno y compasivo... no se merecía que le hiciera esto, y ahora está muy enfadado, y no querrá escucharme... yo tampoco me escucharía...

  Tras una pausa, dejó de divagar y fijó su mirada en la cámara.
- He hecho algo horrible, y quiero que él vea esto cuando se haya calmado y seguramente tras mi muerte, para que entienda lo que hice, y que si no le dije nada fue para evitarle sufrimiento. Lo quiero más que a nada y no quería que sufriera más, pero ahora se siente traicionado y no me escuchará. Por eso quiero explicárselo todo aquí, aunque seguramente ya sea tarde.

  Tomó aire para empezar con su historia.
- Lo que pasó fue...

  Una alarma hizo que dejara de hablarle a la cámara y apartara la mirada.

- Friday, ¿qué ocurre? -dijo con miedo en su voz, estaba ocurriendo demasiado deprisa- oh no, está aquí...

  Se puso una armadura, un estruendo se escuchó, y un grito de furia; Tony se aproximó a la cámara y la cortó. La pantalla en negro. Silencio.

  La cámara volvió a encenderse, ahora estaba en un sitio diferente, la luz era menor, y Anthony, con sangre en la sien, portaba una armadura muy desvencijada. Había partes en las que el metal había sido doblado como plastilina, y por la sangre que lo teñía parecía que se había clavado en la carne de su portador.
- No me queda mucho tiempo, he conseguido escapar por los pelos, así que he de ser rápido -decía mientras se arrancaba con muecas de dolor pedazos de la armadura que estaba destinada a protegerlo pero ahora lo aprisionaba-. No atiende a razones, lo más seguro es que me mate, así que quiero contarlo todo antes de que eso ocurra, para que cuando lo vea sepa la verdad, toda la verdad.

  Cerró los ojos, haciendo un esfuerzo por recordar cada detalle de lo que ocurrió hacía tantos años.
- Él trabajába para el Ejército en aquella época, a las ordenes del general Ross. Yo les vendía toda clase de armas y ocasionalmente les proporcionaba ayuda. Ross quería que él fabricara la mayor bomba gamma jamás creada, pero el día antes de la prueba frente a importantes mandos del Ejército, al enterarse de que había puesto algunas protecciones, me encargó a mí quitárselos, para darle a la bomba todo su potencial -sonrió un poco, amargamente-. Él siempre fue un buen hombre, limitó la capacidad de la bomba para que hiciera menos daño a inocentes.

  Pero la sonrisa se borró de su rostro, dando paso a la tristeza.
- En esa época yo era un borracho y no me importaba para quién trabajara mientras me pagaran bien, así que no dudé en traicionar a mi amigo y seguir las órdenes de Ross.

  Detuvo la narración un instante, aún dolido por lo que hizo, mientras se quitaba la última pieza de su armadura.
- Así que esa noche fui a su laboratorio sin que lo supiera y le quité la restricción a la maldita bomba gamma. Él solo conoce esa parte de la historia, y está muy cabreado conmigo, me culpa del accidente que sufrió. Pero no sabe que es aún peor que eso...

  Un estruendo se oyó y la cámara se tambaleó. Tony la sostuvo antes de que cayera.
- Mierda, no, dame un respiro... -se puso otra armadura y apagó la cámara para salir de allí.

   La cámara se encendió de nuevo. Esta vez Tony, en vez estar frente a la cámara, la sostenía mientras corría, grabando como podía su rostro. Según se veía tras él, corría  por una zona desértica, de tierra anaranjada. Su rostro estaba lleno de heridas y contusiones, empapado de sangre. La armadura que llevaba, por lo que se veía, estaba destrozada.
- Acabo de perder mi capacidad de vuelo. No creo que tenga mucho tiempo, y tengo que terminar esto. Él viene a por mí.

  Hablaba entre jadeos y quejidos por su cuerpo maltrecho, corriendo penosamente.
- Cuando fui a su laboratorio y abrí su bomba, me percaté de algo nefasto. La restricción que le había puesto, lejos de frenar la capacidad destructiva de la bomba, la sobrecalentaría y haría que la explosión fuera aún peor. Él era un gran físico nuclear, pero no tenía mucha idea de armas -dijo con una agria sonrisa-, el de las cosas que explotan soy yo. Para ser un pacifista, hizo una bomba apocalíptica.

  Miró atrás mientras corría, temeroso de encontrarse con su perseguidor, pero respiró aliviado al no verlo aún, y prosiguió con su historia sin dejar de correr.
- Así que quité la restricción e hice que la bomba fuera menos destructiva mejorando la ventilación. Pero vi algo más en esa bomba, el espectro de emisión de energía tenía una mezcla superloca, tan loca que podría cambiar la biomateria. Como yo no sabía cómo arreglar eso, le mandé un e-mail a él, para que revisara eso antes de la prueba de la bomba; sin embargo, me temo que no leyó mi correo. Si lo hubiera leído no habría sufrido ese accidente, y nada habría sucedido así.

  Hizo una pausa, recobrando algo el aliento antes de proseguir.
- Sé que le mataría saber que podría haberlo evitado si hubiera leído un maldito e-mail, podría haberlo impedido si no se pareciera tanto a mí. Orgullo, eso le hizo no leer mi e-mail, está entre los primeros siete pecados capitales.

  Una lágrima cayó por la mejilla de Tony tiñéndose de su sangre, al oír un alarido de ira en la distancia.
- Aquí está... sé que no debería dejar que él vea esto, le haría demasiado daño, tal vez nunca lo vea, tal vez sea lo mejor... pero necesitaba decírselo a alguien, necesitaba desahogarme antes de pagar por mis pecados. Esta es mi última confesión. No sé si alguien llegará a verla nunca o si quedará aquí enterrada en el desierto o si él la verá, pero aquí está, toda la verdad, tal y como ocurrió.

  Tony cayó de rodillas al suelo, entregándose al dolor y al llanto, esperando a su irrevocable castigador, con la cámara en las manos. Un golpe hizo que la cámara cayera al suelo y la imagen se distorsionara. Difícilmente se distinguía la imagen de un gigante esmeralda aplastando piezas de metal. Hasta que se acabaron los gritos, y nada se oyó en el desierto, y la figura verde volvió a ser una figura humana, menos amenazante, pero igualmente llena de odio.

Lo único que es real es el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora