Un fugitivo con odio en el equipaje

335 39 5
                                    

  "...No sé si alguien llegará a verla nunca o si quedará aquí enterrada en el desierto o si él la verá, pero aquí está, toda la verdad, tal y como ocurrió."

   Ante estas imágenes, sólo hubo silencio. Esas grabaciones revelaban tantos secretos y tantos pecados que las tres personas que las vieron quedaron conmocionadas, y solo pudieron articular palabras pasados unos minutos.
- Deberíamos enseñárselo -dijo la agente Romanoff.
- No. No, esto tiene que permanecer oculto.
- Usted siempre con sus secretos, ¿verdad Nick? -le espetó el capitán Rogers al director de SHIELD.
- Ya ha visto lo que dijo Stark, le destrozaría saber esto -respondió señalando la pantalla en la que se veía la imagen congelada de Anthony Stark herido llorando.
- Nosotros no somos quiénes para decidir qué no debe saber. Y esto es algo que definitivamente le afecta, lo correcto es decírselo. Aunque le haga daño, es la verdad -intervino Natasha con la mirada fija en el vídeo.
- ¿Y hacerle saber que ha matado a Stark por nada, cuando en realidad intentó ayudarlo? Nadie puede vivir con esa culpa, no debe saberlo. Bastante tiene que cargar ya, ha matado a la persona a la que amaba, ¿no podemos dejarlo así?
- No podemos negarle la verdad, Nick. Debe saberlo, para que así Tony descanse en paz -dijo Steve.

  Nick Furia dió unos pasos en círculo por la estancia masájeandose las sienes.
- Está bien, está bien... ¿pero cómo vamos a encontrarlo? Después de esto ha desaparecido, y es un maestro en la huida, no se dejará encontrar fácilmente.
- Somos SHIELD, podemos encontrarlo, hemos de hacerlo - tras decir esto, Natasha se levantó de su asiento-. Tenemos trabajo, caballeros, pongámonos manos a la obra.

  Los dos hombres asintieron y todos salieron de la estancia para mover sus hilos y enviar a sus pájaros en busca de cualquier información sobre el paradero del fugitivo. Iba a ser una tarea ardua, y podía durar semanas, pero nadie era capaz desaparecer sin más sin dejar rastro, y ellos eran los mayores expertos en seguir rastros.

  Se acomodó la mochila sobre los hombros sin aminorar el paso y se aproximó al hombre que le había descrito su contacto.
- El Sol está ya muy bajo -le dijo el hombre con voz grave y mirada inquisitoria.

  Él, intentando ocultar su nerviosismo, respondió la frase que no había dejado de repetir una y otra vez en su cabeza.
- Entonces que la Luna ilumine nuestro camino.

  El hombre asintió y se giró, caminando a lo largo del puerto, así que lo siguió con las manos en los bolsillos. Lo siguió hasta un gran carguero y hasta un húmedo y oscuro almacén dentro del mismo.
- Ahí -dijo el hombre escuetamente, y él se sentó en una esquina, dejando su mochila junto a él, y trató de acomodarse para el largo y tortuoso viaje.

  El barco se balanceaba levemente, y él se arrebujó en su esquina entre la humedad y pulcritud del lugar buscando algo de comodidad. No era la primera vez que viajaba como polizonte. Le sorprendió que, pese a todo lo que había pasado, las amistades que había forjado y los amores que había compartido, no se le había olvidado el hábito de huir. Era como montar en bicicleta, nunca se le olvidaría ser un fugitivo. Esta vez era algo diferente empero, pues antaño solo albergaba odio hacia su álter ego en su corazón, pero ahora el odio carcomía enteramente sus entrañas. No solo odiaba a Hulk, sino también a Anthony Stark, por haberle mentido y haberlo convertido en un monstruo; y no podía evitar odiarse a sí mismo por haberlo matado, por haberse dejado llevar por la ira, pues era el hombre al que había amado al fin y al cabo. Sin embargo, el odio fue más fuerte que el amor. El bulto del doctor se acurrucó en la oscuridad y, corroído por el odio, se hizo cada vez más pequeño, indistinguible de la suciedad que lo rodeaba.

- ¿Está ahí, Capitán?
- Aún no lo he encontrado. Espero que su chivatazo sea fiable, Nick, y no hayamos venido hasta Hong Kong para nada -respondió por el intercomunicador mientras revisaba cada resquicio del carguero que Furia le había ordenado inspeccionar.
- Tiene que estar aquí, mi contacto no mentía.
- Caballeros, creo que he encontrado algo - dijo la voz de Natasha.
- ¿Dónde?
- Almacén 2, ala noroeste.

Lo único que es real es el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora