Si me hubieras temido un poco más y querido un poco menos...

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  Las puertas se abrieron y le mostraron un hogar al que entró como un extraño, pues no era su hogar, había sido el Tony Stark y Bruce Banner, pero ambos habían muerto en aquel desierto en Nuevo México. Adelantó un pie, y luego el otro, y penetró en el lugar con más dificultad de la que había creído que tendría. Eran demasiados los recuerdos.

  Al atravesar el pasillo que conducía a la sala principal del gran edificio, recordó la primera vez que había estado allí con una sonrisa melancólica.
- Lograste convencerme para visitar la Torre Stark tras la batalla de Nueva York, pese a que a mí no le gustaban las grandes ciudades. Incluso te conté que la última vez que estuve en Nueva York destrocé Harlem, pero no te importó -pasó los dedos por la pared mientras caminaba, recordando-. Tu siempre tenías que salirte con la tuya, y yo nunca pude negarme a nada que me pidieras.

  Al llegar a la sala más espaciosa divisó, bajo el velo gris de la soledad, un sofá polvoriento frente a una televisión.
- Pasamos muy buenos ratos aquí, viendo películas de ciencia ficción, hablando, jugando... Lo que en un principio iban a ser unas semanas de estancia y trabajo conjunto, acabó alargándose meses, e incluso años. Me diste la bienvenida con una sonrisa, y este acabó siendo también mi hogar. Mi primer hogar desde el accidente. Y creo que será el último.

  Deambuló por la estancia con añoranza del pasado y después se encaminó por otro pasillo hacia el laboratorio. Era extraño cómo todo el lugar parecía abandonado sin Tony por allí, se sentía un intruso en su propio hogar. En el fondo no importaba, pues no había ido allí para quedarse, sólo quería verlo una vez más antes de desaparecer. Cada vez se le hacía más fácil exiliarse de su propia vida, aunque esa vez era una excepción.
- Teníamos tantos proyectos, tantas ideas... y ahora todo se ha reducido a cenizas -dijo al entrar en el laboratorio, donde trabajaron juntos innumerables horas-. Aquí fue donde más tiempo pasamos juntos. Mientras trabajábamos tú solías pincharme con cosas, probándome, bromeando sobre el otro tío -caminó lentamente a través de la estancia, curioseando distraídamente y rememorando-. Eras el único que bromeaba sobre Hulk. Muchos creerían que eso podría molestarme, pero en verdad me relajaba. Todos se mostraban muy tensos cuando yo aparecía, todos me vigilaban por si me ponía demasiado nervioso, y eso me hacía preocuparme más a mi también. Sin embargo, tu jocoso y desinteresado modo de ver las cosas me hacía incluso olvidar el peligro que represento. A ti no te importaba que fuera un monstruo.

  Se sentó en una silla dándole vueltas entre las manos a una llave inglesa que Tony solía utilizar cuando trabajaba en sus lujosos y potentes coches. Siempre ponía mucho esmero en todo en lo que trabajaba, sobre todo en sus coches. Bruce siempre había visto excesiva la cantidad de coches que tenía, demasiado lujo para su gusto, pero ahora incluso lo extrañaba.
- Tal vez si hubieras sido más precavido en cuando a lo que soy no hubieras acabado así. Si me hubieras temido un poco más y querido un poco menos ahora no estarías muerto.

  Habría llorado si le quedaran más lágrimas por derramar, pero sus ojos ya estaban secos.
- Oh, todo estaba tan bien, éramos tan felices, que ni siquiera parecía posible -ocultó su rostro con una mano-. Pero olvidé que en mi vida no hay lugar para la felicidad, vivo un éxodo del llanto, y ese tiempo contigo sólo fue una breve pausa antes de continuarlo. Ojalá nada de esto hubiera pasado, ojalá no te hubiera conocido. Ahora tú estás muerto por mi culpa, y a mi se me hace cada vez más difícil seguir vivo. Ojalá no estuviera condenado a vivir y pudiera poner fin a tanto dolor y a tanto odio.

  Sollozó en soledad, con los ojos rojos y las lágrimas secas en sus mejillas.
- Pero ahora no estás aquí y me siento solo y roto. Y no puedes venir a ayudarme, y yo no puedo seguirte allá donde estés. Y sigo hablando a las paredes vacías como un loco. Y nadie me escucha. Tú eras el único que lo hacía. Y yo he sido el que te ha arrancado de mi vida.

  Se acurrucó en la silla. El único sentimiento que superaba su tristeza era su arrepentimiento, y nunca iba a poder perdonarse a sí mismo por lo que había hecho. De todas las muertes que había causado, esa era sin duda la peor.
- "No luches contra monstruos, a no ser que te conviertas en uno, y si miras al abismo, el abismo te devuelve la mirada". Esas fueron tus últimas palabras. Ya la veo. Veo su mirada clavarse en mis pupilas y atravesarme. Es terrorífico. Espero que nadie mire nunca al abismo tan profundamente como yo lo he hecho, porque ya no hay vuelta atrás; hay un punto de no retorno y yo he llegado a él, y lo he sobrepasado, y me he perdido en ese abismo oscuro y aterrador.

  Caminó por el pasillo hacia la salida y en el último instante volvió la cabeza, echando un último vistazo al que había sido su hogar durante los mejores años de su vida. Nunca había creído en los finales felices, pero este final era tan triste que rozaba lo absurdo.

  Suspiró y apretó el botón del ascensor, polvoriento por el poco uso, con el dedo índice. Entonces, le sorprendió escuchar una melodía de Schubert romper el implacable silencio, y se percató de que era su teléfono. Lo sacó de su bolsillo y miró la pantalla, lo llamaba un número que no reconoció. Frunció el ceño y contestó la llamada.
- ¿Sí?
- ¿Y si no estuviera muerto? -dijo una voz al otro lado de la línea. No la había oído nunca y, sin embargo, se le antojaba familiar.
- ¿Quién eres? -preguntó manteniendo un tono sobrio y escéptico.
- ¿Y si hubiera sobrevivido a lo que pasó en Nuevo México? -preguntó el misterioso hombre ignorando la pregunta de Bruce.

   Bruce se quedó paralizado unos instantes. Nadie sabía lo que había pasado salvo algunos en SHIELD, según le había dicho Furia. ¿Quién era esta persona que conocía la verdad? Y, más importante, ¿por qué decía aquello?
- Eso es imposible -respondió tajante tras unos minutos de silencio.
- ¿Tan seguro estás? -Bruce no respondió, sabía lo que había visto en esa grabación Hulk lo había matado sin duda alguna. Esa persona solo trataba de jugar con él- Muestras mucha certeza pese a solo haber visto unas grabaciones difusas.
- ¿Quién eres? -preguntó de nuevo, negándose a escuchar más mentiras.
- No importa quién soy, sino lo que sé. Sé lo que en verdad pasó en ese desierto.
- Ah, ¿sí?, ¿y qué crees que pasó? - espetó Bruce escéptico.
- Sé que crees que mataste a Tony Stark, pero en realidad no lo hiciste, pues él siempre tiene un as bajo la manga. Pero las cosas de este calibre es mejor explicarlas a la cara, ¿no? Además, no me creerías si te lo dijera por teléfono. ¿Qué te parece si quedamos en la azotea del edificio de Industrias Stark esta noche? ¿A las diez te viene bien? -el hombre hablaba con condescendencia y arrogancia, dando por hecho que Bruce iría allí.
- ¿Qué? No pienso quedar contigo, yo...
- Vale, a las diez pues. Nos vemos esta noche, Bruce -desconcertado y sin haber podido responder, oyó el pitido que indicaba que la llamada había terminado.

  Bufó molesto y entró en el ascensor, pulsó un botón y las puertas se cerraron.
- Estas bromas de mal gusto no tienen ninguna gracia -refunfuñó molesto, negándose a creer lo que le decía ese hombre anónimo.

  ¿De verdad se guardó un último truco y eludió a la muerte? No, tonterías, Tony estaba muerto, él mismo lo mató, no tenía sentido crearse falsas esperanzas.

Lo único que es real es el odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora