– ¡No vas a ir a ningún lado! – exclamó el papá de Raquel, aunque ya no tan convencido como antes, a causa de la mirada enfurecida de su hija. Y antes de que el señor pudiera alzar la mano si quiera para cometer una locura, el guapo David se interpuso entre ellos. Con una lucha de miradas por parte de los tres individuos, Raquel cayó en cuenta de que habían pasado más 30 minutos – Ya la tienda debe estar abierta – pensó.
Se deshizo del fuerte agarre de su papá, quien intentó detenerla pero David no lo dejó. Raquel corrió y corrió hacia la tienda. Sentía desvanecerse en cada respiro que daba.
Qué tonta eres Raquel, sólo a ti se te ocurre semejante locura, la chica te quiere. Deseó ser humana para estar contigo, se hizo heridas por darte una rosa, solo para ver cómo te alegrabas. Está dispuesta a dar todo por ti y tú simplemente la alejaste, ahora no sabes si se encuentra bien. Mi muñeca, resiste.
A kilómetros de altura, unos cuantos hilos cobraban vida y se enlazaban entre sí, a causa del resiste de la única persona que podía salvarla, mientras la chica dormía en uno de los asientos del avión.
– ¡No, no, no! – Gritaba Raquel furiosa al llegar, casi sin aliento, a la entrada de la tienda – ¡¿Hay alguien ahí?! – Llamaba desesperada.
– ¡Niña, romperás la puerta! – Le regañaba una señora que barría la acera, regordeta y con un delantal sucio.
– ¿A dónde se fue el dueño de la tienda? ¿Por qué no ha abierto? – Preguntó.
– No lo sé, pero salió hace rato con unas maletas y con una muchacha que parecía enferma.
– Sara – Susurró– ¿No sabe a dónde iban? – Preguntó una vez más.
– Eso no pude escucharlo, aunque intenté – Confesó sin pena.
Raquel se dio la vuelta mirando a todos lados, tenía una leve sospecha de a dónde podían haber ido. Para su suerte, llegó un auto lujoso y se detuvo frente a ella.
– ¿No la has encontrado? – Preguntó David.
– ¿Puedes llevarme al aeropuerto? – dijo un poco nerviosa.
– Sube – anunció.
Raquel se subió rápidamente al auto y arrancaron al único aeropuerto de la ciudad.
– Gracias por lo de hace rato – dijo Raquel con la mirada fija en la carretera, como si quisiera hacer que el camino se acortara y llegara más rápido.
– No te preocupes – dijo David regalándole una sonrisa de consuelo, que Raquel no vio porque seguía con la mirada fija en el asfalto.
– Ojalá no sea tarde – dijo mientras apretaba sus manos y movía sus dedos nerviosa.
Al llegar al estacionamiento, Raquel no esperó que David aparcara, se bajó de inmediato y entró al aeropuerto. Buscó con la mirada al azar, a pesar de no haber mucha gente esa mañana, no la veía. Asustada, buscó el anuncio de vuelos que acababan de salir y ahí estaba, no menos de 20 minutos, un avión a Rusia había salido.
– D-disculpe – llamó la atención de una muchacha que por el uniforme reconoció que trabajaba allí – ¿Cuándo sale el próximo vuelo a Rusia?
– Al mediodía sale un vuelo – le dijo, y no contenta con la respuesta, solo le sonrió forzadamente a la chica y se alejó hacia donde estaba David, que venía entrando en ese momento.
– ¿No está aquí? – Preguntó no muy inteligentemente, pues de haber estado ya estuviese con ella.
– Se fue – dijo con un nudo en la garganta – El próximo vuelo sale a las 12 – Dijo tocándose sus bolsillos – Compraré un boleto, gracias por la ayuda – dijo dándose vuelta y caminando a dónde vendían los boletos.
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Corazón de tela
FantasySara es una muñeca, literalmente. Ha pasado su vida sin moverse en un estante. Deseosa de saber lo que es vivir al fin la compran, pero la vida de los seres humanos es más intensa y complicada de lo que ella imagina.