Side Story: El bailarin de los cielos

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Solo porque mi beta me dio la idea de escribirlo es que traigo esta historia para ustedes. Esperó que les guste tanto como a mí.

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El bailarín de los cielos

Hace ya tantos años que no puedo recordar cuantos y en una tierra tan lejana como el fin del mundo es donde se desarrolla esta historia.

En el pueblo de Shì Meishùjia De* reinaba la paz y la armonía. Sus habitantes eran gente trabajadora y sencilla, sumamente piadosos con los dioses. Usaban sus talentos para honrar la vida y sus tradiciones así como a sus ancestros más amados. Era un sueño vivir en aquel pueblo, tan bendecido, tan floreciente. No existía ser que no supiera de la "Ciudad de los artistas" y que no quisiera visitarla. Sus paisajes también eran obras maestras.

Altas y coloridas montañas, valles fecundos y vivos, fragantes flores de todos los colores de la luz, animales de cada raza conocida, cielos eternamente celestes como el agua cristalina del océano y noches en las que el firmamento iluminaba todo con sus estrellas y su luna blanca, pura y prístina. Las casas eran algunas pequeñas, otras grandes, algunas medianas, pero todas bellamente decoradas. Dibujos, mármoles, esculturas, bajorrelieves, columnas y hasta árboles al frente y en medio de las casas eran las cosas con las que ellos adornaban sus casas tanto por fuera como por dentro.

Así como sus casas, ellos vestían extravagantemente. Los más talentosos modistos trabajaban en hacer los trajes con plumas de todos tamaños y colores, con piedras, con telas de todas las formas y texturas. Las confecciones, tan sorprendentes que nadie creería que son reales, eran lucidas por todos los habitantes, desde el más encumbrado hasta el más humilde. Y hablando de eso, en el pueblo no se diferenciaban entre pobres o ricos, sólo por habilidades. Mientras más habilidoso y sabio, más amado y respetado se era.   

Los pobladores se jactaban de ser los mejores artistas, insuperables, perfectos. Decían ser hijos predilectos de los mismos dioses inmortales. 

Que grave error habían cometido.

Un lejano y oscuro día un enorme dragón de ojos rojos como la sangre de los más bravos guerreros y escamas que reflejaban todos los colores existentes a la luz descendía de los cielos rugiendo a viva voz.

—Así que son ustedes los que se alaban de ser los más grandes artistas de todos. Bien. Demuéstrenme que lo son y reciban mi bendición.

Así lo hicieron, primero, un pequeño grupo de actores. Representaron con gran maestría la creación del mundo y el nacimiento de la humanidad. Todos aquellos que los vieron lloraron de emoción, para luego llorar amargamente de dolor al verlos ser devorados por el dragón. Uno a uno se los trago, destruyendo sus huesos con sus enormes fauces, ávidas de filosos colmillos que cortaban la tierna carne humana con más facilidad que las espadas.

— ¡¿Esto es todo lo que tienen?! ¡No me moveré de este pueblo hasta que me muestren lo más hermoso que posean! ¡Ya que se dicen hijos de los dioses, los mejores artistas del mundo, demuéstrenlo!—gritó enfurecido el gran dragón con una voz infernal que lleno a todos de temor, y luego fue a posarse sobre la montaña mas alta destruyendo a su paso todo lo que encontraba con su larga cola que parecía no tener fin alguno.

Con gran temor aceptaron el reto de la poderosa y maligna bestia. Algunos iban solos, los más valientes, los primeros que murieron entre sus fauces, los músicos. 

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