Sucios pensamientos

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No podía quitarse la voz del pelinegro de su mente. Sonaba tan sensual y tan... sacudió su cabeza para concentrarse en lo que estaba haciendo. Era un viernes por la tarde, lamentablemente no pudo alcanzar a Saruhiko para que le acompañara hasta el lugar donde se separaban. Quizá Saruhiko aún no quería su compañía. Suspiró volviendo a sus pensamientos, donde él y el pelinegro eran buenos amigos y se tomaban de la mano e iban juntos a todos lados...los amigos no se toman de las manos. Bufó.

—Misaki... llevas media hora meditando sobre tu comida, ¿qué ocurre? — su madre entró con un bulto de ropa recién lavada. La pregunta quedó al aire pues la mujer continuó su camino hasta perderse. El pelirrojo suspiró dando un bocado de aquel paltillo.

—Para qué preguntas si luego no te quedarás a escuchar— murmuró dejando de comer para levantarse y guardar la comida. Se le había ido el hambre. Subió a su habitación y se dejó caer en la cama. Rodó un par de veces y luego quedándose en una posición comenzó a pensar de nuevo en el pelinegro. Se preguntaba por qué era tan serio, tan callado y tan guapo...se rió por lo último. Sin duda le atraía, pero no era posible. La sociedad en la que vivía no lo vería bien además de que sinceramente no veía que a Saruhiko le gustase un poquito.

—qué aburrición...— musitó aventando el libro donde según haría la tarea. Ni siquiera le dio tiempo de pedirle al más alto que le dejara ir a su casa. ¿Qué tenía de malo? Sólo quería conocer un poco más de él.

—Ni siquiera tengo el número de su casa o de su móvil... se ve riquillo, seguro tendrá uno— reflexionó.. Rápidamente se puso de pie y salió de casa. Su madre estaba entretenida y ni cuenta se dio que su hijo había salido. Misaki corrió hasta llegar al lugar donde se había separado la primera vez. Justo donde Saruhiko lo perdió para que no le siguiera la segunda vez. Rondó por el lugar para ver si hallaba algo o si le veía. Estuvo así por casi una hora hasta que el hambre y la desesperación de no verlo los siguientes días casi le hacen desfallecer.

­— ¿Misaki? — la voz majestuosa prácticamente lo volvió a la vida. Giró hacia el dueño y ahí estaba, parado con una bolsa de compras en las manos y el móvil sospechoso.

—¿qué haces aquí tan tarde? —

—¿hu?... ¿tan tarde? — no se dio cuenta que ya pasaban de las 6. Ignoró la pregunta y se le acercó curioso.

—debería preguntarte lo mismo... ¿qué llevas ahí? — husmeó como un gato hambriento. Saruhiko lo apartó haciendo a un lado la bolsa.

—mi cena...— Misaki parpadeó ¿cenaría sopa instantánea y una soda?

—eso no es cena, Fushimi... — pero el aludido chasqueó la lengua y comenzó a caminar, ignorando al pequeño que sólo le siguió. Al pelinegro no le importó pues iba en dirección al parque. Misaki iba contento de poder seguirle.

—Misaki...¿qué no tienes que regresar? — tomó asiento en la primera banca que vio. Misaki le imitó y suspiró frunciendo el ceño.

—¿Me estas corriendo? —

—Sí...— Misaki infló las mejillas y le golpeó. Saruhiko se quejó sobándose y antes de poder protestar Misaki comenzó a hablar.

—...qué importa si regreso o no, a mamá no le importa. Además me aburro en casa— comentó moviendo los pies. Hubo un silencio algo incómodo, pero Saruhiko comprendió y sacó lo que llevaba, había guardado un pequeño chocolate. No es que le gusten los dulces, de hecho no sabe por qué lo compró.

—En casa no hay nadie— hablo el chico de gafas. Abrió el chocolate e hizo una mueca para entregárselo al más bajo —podría decirte que no tengo padres, nunca están— añadió elevando la vista al cielo. Misaki le veía embelesado, en esos momentos parecía un chico rudo y eso que era aún pequeño ¿cómo sería cuando creciera?. Sus mejillas rápidamente enrojecieron y comenzó a tartamudear de sólo imaginarlo de adulto.

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⏰ Última actualización: Apr 17, 2017 ⏰

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