Capítulo 2

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Justin Bieber se reclina en la silla y al mismo tiempo da media vuelta contra el escritorio de madera. Observa a la joven delante de sus ojos, con los labios juntos y por poco, mordiéndose. Él inspecciona como si de un interrogatorio se tratase. 

Nyla, por su parte, aún mantiene sus piernas juntas rogando de que no temblasen. Aquella mirada que le proporcionaba el rubio era intimidante y dura. Cualquiera podía decir que en aquellos ojos irradiaba más que odio y remordimiento. Baja la mirada observando sus pies torpemente apoyados en el suelo y acto seguido, vuelve a subir para ver las manos apoyadas de Justin sobre la mesa, sin dejar de mirarla. 

—Emhm...   — No logra articular palabra. Estaba nerviosa y con la piel como culo de mono. Era una de esas situaciones dónde no estudiaste una mierda de lo que debías exponer y ante la atenta mirada de la profesora más los murmullos de los demás alumnos; te ponía en una situación para nada favorable y con vergüenza. Justamente así se sentía ella. Gruñe ante aquella poca profesionalidad y sumándole ahora la vista burlona de él. 

Sus manos estaban entrelazas entre sí, mientras que sus dedos decoraban anillos dorados en cada uno. La manga del traje tapaba lo suficiente de sus brazos, pero a simple vista se notaba que estos escondían una piel tatuada completamente, de muñeca a hombro. Su rostro de por sí era dura, seria y sin expresión aparente. Era uno de esos tipos que hablando de apariencias, era un un hombre totalmente atractivo. Nyla lo había notado desde la primera vez que se volteó, hace un par de minutos. Y era para carcajear que la joven admita su atracción, pues no era feo. Debía admitir. La chica agarra fuerte su cartera apoyada en su regazo y Justin se levanta de la silla, acomodarse la corbata y luego caminar por al lado del escritorio para los estantes llenos de libros. 

—Este lugar tiene años de antigüedad. Solía ser de mi padre adoptivo, hace años —  Comienza a decir él, mientras toma un libro del quinto estante y lo abre, ojeando las hojas. — Antes de morir, me dijo que lleve adelante el Hotel. Sin importar que en el exterior, hayan hijos de puta queriéndome hundir el negocio. — Cierra el libro de golpe, llevando la mirada a Nyla. Ella no hacía más que estar quieta en su lugar, escuchando y mirando. Aún se sentía intimidada por aquél hombre que de la nada comenzó a hablar.  Justin vuelve a colocar el libro en su respectivo lugar en el estante y sigue su camino hacia la puerta. — Acompáñeme.  —Dicta sin darse vuelta, esperando que la joven le siga los pasos. 





Era una vista espléndida a comparación de lo que tenía en el departamento arruinado en el que se hospedaba con su mejor amiga. Para qué mentir, era un lujo ese puñetero hotel de cuarta. Entendía de a poco el por qué tanto drama en cuanto a aceptar a un nuevo empleado. Le había comentado un poco sobre el hotel y de cuántos empleados rechazados le habánn visitado, como también cuántos se encontraban trabajando. No era exactamente el tipo de trabajo que le vendría a Nyla, pero valía la pena por la buena paga. Era el sexto cuarto que Justin le mostraba, anteriormente habían pasado por el de invitados y el familiar, más un lujoso jacuzzi de cristal. Era una pasada y ella a cada paso que daba rogaba que no dejara caca de perro. 

Recorriendo cada sector del lugar, se preguntaba por qué algunas puertas no estaban abiertas al público, o mejor dicho, para que le muestre. Había como mínimo veinte puertas en cada habitación y en plantas que estaban cerradas sin iluminación. Lo malo de ello era que no se iba a quedar con los brazos cruzados si de investigar se tratase. Amaba ser chusma  como lo era su madre y los vecinos. Justin se da vuelta percatándose de que la joven se había quedado parada observando una puerta enorme decorada en rojo con pliegues de tela en dorado brillante. Él sonríe.

— ¿Seguimos, señorita? —Ella salta en su lugar por la sorpresa y sonríe a medias asintiendo al no darse cuenta que se había queda volando en sus pensamientos.

Proceden a la sala de juegos. Era prácticamente como en Las Vegas, no dudaba que los viernes en la noche ese lugar se llenaba a más no poder. Incluyendo también los huéspedes que tendría que soportar sabiendo todo lo que el Hotel aportaba de positivo.  





 — ¿Preguntas?  —Habla en voz alta, mientras volvían a la oficina principal. Al caminar hasta la silla que anteriormente había estado, en el escritorio se depositaba un uniforme de mucama. Un vestido negro hasta las rodillas y un pequeño delantal blanco que se ceñía a éste. Común y corriente. Justin nuevamente se sienta y apoya la espalda cómodamente en la silla. La chica agarra el uniforme y niega con la cabeza ante su pregunta. En su mente ya estaban los horarios, días y especialmente la buena paga. El signo $ estaban en sus ojos como dos diamantes de zafiro. — Bienvenida, Laforêt. 

Nyla quería gritar ante la buena experiencia que dentro de lo que cabe del día, había experimentado. Pensaba que era un tipo maleducado y engreído, pero había resultado ser todo lo contrario y eso le gustaba como para que sea su jefe. Sale de la oficina y se encuentra con el señor canoso de la primera vez. Este se inclina con respecto y continúa su caminata hasta la oficina, ella continúa su camino pero se detiene en seco, dándose cuenta que desde su lugar, se podía escuchar de lo que hablaban. Se la pensó, no era de escuchar conversaciones ajenas pero la curiosidad le carcomía viva. Se queda quieta. 

  —¿En serio, Bieber? ¿Cómo cojones se te pasó por la cabeza aceptarla? Habías quedado en que... 

 —Lo sé, Gabriel. No hace falta que me lo recalques. Sé bien lo que hago. —Justin lo interrumpe de inmediato, tratando de medir sus palabras y no ser grosero con su padre. El canoso suspira rendido, tomándose fuerte de la cabeza para pensar con tranquilidad. — No tengo en mente... 

 — ¡Un cuerno! Sé de lo que eres capaz, joder, te conozco.  ¿Pretendes que con unas palabras de mierda me harás creer el cuento de que cambiaste? Tú y yo sabemos lo que es este lugar. Lo que hicimos desde años.

Justin gruñe y su puño se estampa contra el escritorio. Le irritaba lo que decía su padre ya que en cierta parte era verdad. Toda la maldita mierda que decía él y el prójimo era la jodida verdad. Y odiaba admitir que era un completo lunático fingiendo ser un hombre de buena familia. No lo era y no lo fue jamás. 

Mientras Nyla escuchaba lo poco que decían con dificultad ya que de apoco se escuchaba, las piernas le temblaban ante cada palabra. Ante cada tono de voz elevado. ¿En qué cojones se había metido?

Caníbal © (+18) EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora