Capítulo 2

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-¿Con qué Psicología, verdad? -

La cafetería donde se encontraban los dos hombres estaba muy bulliciosa aquella mañana de Miércoles. A pesar de ser entre semana, la gente corría vigorosamente de un lado para otro, atareados en sus quehaceres diarios y acompañados de un buen café cargado y caliente entre sus manos. Algunos, como Rung y Ratchet, se sentaban relajados en el local con la vista pegada en un periódico y algo que llevarse a la boca. Otros entraban como alma que lleva al diablo y tomaban algo de forma muy rápida, como intentando encontrar un poco de energía en ese acto.

Rung observaba el ambiente de forma analítica: profundas ojeras, bostezos pegadizos, alguna que otra despistada que abandonaba el lugar olvidando su bolso en el sofá y varios obreros que aún no se habían despertado del todo, a juzgar por sus caras. El inglés se sentía realmente sorprendido por el torbellino alocado de acciones que se llevaban allí a cabo, y como a algunas personas estaban tan activas como si de un viernes se tratase. De hecho, para él era realmente interesante el poder sentarse ahí y observar con detenimiento las personas, sus gestos y palabras. No lo hacía con ánimo de juicio ninguno; simplemente, su carácter flemático acompañado con una larga tradición de Psicoanálisis y observación de la conducta lo llevaban a trabajar incluso en horas libres. Le parecía divertido y hasta cierto punto, ilustrador.

Ratchet carraspeó ante la respuesta muda del inglés. Rung se sonrojó muchísimo ante la situación y formuló una pequeña disculpa, excusándose rápidamente.

-Lo siento Doctor, perdone mi ausencia mental temporal. Son gajes del oficio...Creo que nunca llegaré a controlarlo - contestó con una sonrisa muy infantil mientras mecía la cuerda de la bolsita de té entre sus alargados y finos dedos, moviéndola con parsimonia.

Ratchet quedó absorto por unos momentos ante tal movimiento, fijándose en que no había visto a nadie formular unos ademanes tan precisos, pero al mismo tiempo con tanta elegancia como Rung procesaba. Ese hombre casi hacía del té un arte milenario y misterioso.

-No te preocupes. Eres psicólogo, a fin de cuentas, sois seres excéntricos. Aunque sería raro para mi ir fijándome en todo el mundo, sabiendo de sobra como son por dentro... - Ratchet murmuró lo último con un hilo de voz, por momentos de verdad imaginando a las personas que había ahí dentro como cúmulos de huesos, músculos y órganos, como tantas otras veces había visto en sus pacientes en las mesas quirúrgicas mientras trabajaba. Eso le produjo un escalofrío y bebió raudo lo restante de su café, quejándose de lo asquerosos que podían llegar a ser los humanos.

Rung continúo sonriendo de forma muy sincera y dio un pequeño trago a su té de frutos rojos, ahora centrando toda su atención en su nuevo amigo americano.

Ratchet era un hombre raro, para qué negarlo: de esa clase de hombres que están en medio de la treintena y no les sienta demasiado bien. Rung desconocía la edad del hombre (sería de viperina mala educación para nuestro protagonista ir preguntando directamente que edad tenía, y además viniendo de un hombre tan mal humorado como Ratchet, ya que pues el instinto le decía que mejor era no hacerlo), pero el inglés supuso que aparentaba más de la edad que realmente podía tener. De hecho, su aspecto seguía como el primer día que Rung le conoció: reflejando el cansancio y tedio que tanto parecían mellar al doctor. Aún así, Ratchet era un hombre que desprendía una gran seguridad, madurez e incluso sabiduría, pero que fácilmente podía pasar de la más absoluta seriedad a un estado constante de abuelo cascarrabias.

Habían pasado sólo unas pocas semanas desde que se conocieron por primera vez allí, en el hospital de Saint Claire, y el doctor de cada día le fascinaba más y más. 

-Respondiendo a su anterior pregunta, Doctor, he de decir que...

-Ratchet, llámame Ratchet. Nada de Doctor, no al menos fuera del hospital - Ratchet interrumpió a Rung un tanto bruscamente, pero sin ningún tipo de finalidad malvada, y luego hizo un movimiento a su amigo dándole a entender que podía continuar. Rung se hubiese sentido molesto por ese comportamiento en situaciones más normales, pero su interlocutor era Ratchet a fin de cuentas, y ese parecía ser su estado más natural. 

Un gentleman en la jungla de asfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora