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"Es un pesado." Dije a mi mejor amiga, refiriéndome a la actitud previa de Dalton Foster en los períodos de clase que nos habían tocado juntos, que por desgracia era más de lo que podía tolerar. En casa clase se sentaba a mi lado, y sin importar las veces que intentaba concentrarme, su voz irritante me lo impedía.

Inclusive me habían asignado un reporte por haberle gritado que se callara en clase, y estaba apunto de ir a detención por su culpa. Ese chico no es nada más que un problema para mí. "Es un encanto." Dijo Lea. No comprendo, ¿acaso le lanzó un embrujo o puso algo en su piña colada la otra noche? "Ahí está mi madre, nos vemos mañana." Dijo Lea, despidiéndose con un corto abrazo. Estabamos en el estacionamiento esperando a que nos pasaran a recoger.

Llevaba más de una hora sentada en los escalones frente a la puerta principal del edificio y aún no había rastros de mi madre. Las puertas detrás demí se abrieron, supongo que eran los estudiantes saliendo de detención. Entre ellos, se destacaba la presencia de Dalton Foster.

"Hola Piggy." Dijo al verme. Debí moverme antes de que me notara aquí sentada. "¿Qué haces aquí tan solita?" Preguntó sentándose a mi lado. 

"Mi madre no contesta su móvil, estoy estancada aquí hasta entonces." Por primera vez se me hacía cómo mantener una conversación con él.

"¿Te llevo?" Había pensado en negar su oferta, pero de verdad no iba a aguantar ni un asegundo más aquí. Luego de aceptar su invitación, lo seguí hasta que se detuvo frente a un Range Rover Prince de color negro, era enorme. Al vermo ingresar la llave, me dí cuenta que era suyo.

El camino fue bastante silencioso, pero no fue incómodo. El ambiente estaba lleno de las melodías de la música que estaba puesta. No tenía mal gusto, pero aún así prefería escuchar mis bandas preferidas. Desgraciadamente había dejado mis auriculares en casa.

El auto se había estacionado frente a mi casa, nos habíamos quedado en silencio un par de minutos, ninguno sabía qué decir ni cómo despedirse del otro. Esta era la parte incómoda. "Dalton." Pronuncié antes de salir. Él parecía estar en otro planeta, se le notaba distraído. Al escuchar su nombre, volteó a verme con la mirada perdida. "¿Por qué estabas en detención?" Esa pregunta rondaba dentro de mi cabeza durante todo el camino, simplemente no me atrevía a preguntar.

"Le dijo a la señorita Oconnor que había sido yo quien te estaba fastidiando en clase y le pedí que te retirara el reporte." Estaba sorprendida, realmente sorprendida. No puedo creer que haya dado la cara por mí. "Le dije que iba a aceptar cualquier castigo, pero cuando dijo que no te removería el reporte, me molesté y tiré todos sus libros al suelo." Reí al imaginarme esa escena. "Al final le convencía de librarte del reporte, pero terminé ganándome dos días de detención."

Me acerqué a su rostro sin previo aviso y deposité un beso en su mejilla. "Gracias Dalton." Él sólo se dedicó a mirarme, torció el labio y pronunció un «de nada» en casi un susurro. "Nos vemos mañana."

Había salido de su auto con una sonrisa plasmada en mi rostro. Toqué un par de veces la puerta pero nadie contestaba. Dalton seguía ahí, probablemente esperando a que entrase a la casa. Me asomé por la pentana y tan sólo veía un cuerpo tirado en el piso y a mi hermana junto a este, se notaba que respiraba con gran dificultad.

Estaba teniendo un ataque de asma.

Ella me vió, le hice señas para que me abriera la puerta, pero ella seguía asustada y sin poder respirar bien. Volteé para indicarle a Dalton que saliera del auto, lo cual hizo segundos después. Me quité la blusa y la até alrededor de mi mano. Dalton me miraba, no con lujúria, sino con preocupación. Claramente no comprendía lo que estaba sucediendo. Sin pensarlo dos veces, golpeé la ventana lo más fuerte que pude y la rompí. Entré rápidamente por esta, sin importarme los pedazos de cristal que cayeron al piso alfombrado. 

Al entrar, le abrí la puerta principal a Dalton, debido a que su alta figura no encajaba con tanta facilidad como el mío por el marco de la ventana.

"¿Dónde está tu inhalador?" Le pregunté a Lula. Ella apunto su dedo índice hacia arriba. "¿En tu habitación?" Ella asintió. "Quédate con ella." Ésta vez me dirigía a Dalton y sin esperar respuesta alguna, subí corriendo en busco del inhalador de mi hermana. 

Estaba sobre su escritorio, donde siempre lo dejaba. Lo tomé y corrí al cuarto de mis padres en busca de una dósis de insulina para mi madre. Luego de recoger ambas cosas, corrí de nuevo hasta el primer piso. Le pasé el inhalador a Dalton para que ayudara a Lula a recuperar oxígeno. "Lula, no mires." Le pedí. Ella obedeció y cubrió sus ojos con una mano, mientras que con la otra sostenía la mano de Dalton.

Le levanté la blusa a mi madre y le inyecté la insulina. Al Lula recuperar la compostura, se lanzó sobre mí y me abrazó. Sentía su pequeño cuerpo temblar contra el mí. Con mi mano recorría su pelo, esperando de alguna forma tranquilizarla. Al ser menor que yo, no estaba tan acostumbrada a la diabetes de mi madre. Yo, por ser la mayor en casa, ya estaba más acostumbrada y sabía cómo tratarla. Además de que no soy asmática y sé controlar más la situación y a mí misma. 

"¿Me ayudas a llevar a mi madre hasta su habitación?" Él asintió. Mientras reconfortaba a mi hermana, Dalton cargaba a mi madre. Levanté a Lula en mis brazos, al igual que Dalton a mi madre, y subí las escaleras seguido por él. Luego de señalarle la habitación de mis padres y dejar a mi madre sobre su camana, me acompañó a dejar a Lula en su habitación.

"Peggy, estás sangrando." Dijo Dalton, mirando fijamente mi vientre que permanecía desnudo. Al bajar mi vista, me di cuenta que estaba en lo correcto: sangre se deslizaba por mi vientre, manchando el borde de mi pantalón. No me dolía, tan sólo ardía un poco.

"Estoy bien, no me duele." Le aseguré. "Iré a ducharme." Le dije. Él asintió y de dió la vuelta. Antes de verlo bajar por las escaleras, le llamé una vez más. "¿Puedes quedarte conmigo hasta que mi padre llegue?" Él sonrió y asintió.

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Tras una cálida ducha, sequé mi pelo con una toalla y me vestí con unos jeans, un polerón bien ancho y un par de calcetines disparejos. Había llamado a mi padre minutos antes de entrar al baño informándole lo sucedido. Me había dicho que iba a salir del trabajo y que llegaría lo más rápido posible. 

Salí del baño y bajé a la primera planta. En la sala, estaban Dalton y Lula sentados en el sofá con la T.V. encendida. "¿Eres el novio de mi hermana?" Preguntó Lula. La mato.

"¿Quiéres que sea su novio?" Respondió Dalton con otra interrogante.

"Eso me agradaría. Tú me agradas." Luego ambos se concentraron el la T.V., estaban viendo Los Simpsons.

Me senté junto a Dalton el sofá, minutos después mi padre llegó preguntando por mi madre. "Está arriba, ya le he dado su dósis de insulina." Él corrió hacia arriba. Luego lo ví bajar, con mi madre en sus barazos. Antes de salir, le había pedido a Dalton que se quedara con nosotras hasta su regreso, a lo cual no se negó.

Eran ya apróximadamente las 8:00 P.M. y mi padre aún no regresaba. Ya empezaba a preocuparme. Lula se había quedado dormida, por lo tanto, opté por llevarla a su habitación. Al finalizar, volví a la sala casi arrastrándome, estaba realmente agotada.

"Te noto cansada." Dijo Dalton. "Duérmete un rato, en tanto tu padre llame, te despierto." No estaba en condiciones de negarme a esa sugerencia. Sin pensarlo, recosté mi cabeza sobre el pecho de Dalton y cerré los ojos. 

Desperté debido a suaves susurros en mi oído. No lograba distinguir quien los emitía, no quería abrir los ojos. "Peggy, tu padre llamó." Era Dalton. "Ha dicho que se quedarán toda la noche en el hospital." Añadió luego. "Creo que ya debería irme." Dijo. Yo me aferré a su brazo, no quería que se fuera. "Peg, ya son las 11:00 P.M., tengo que irme."

"Quédate un rato más, hasta que me duerma aunque sea." Él se rindió y volvió a caer sobre el sofá. Yo lo abrazé y descansé mi cabeza sobre su pecho de nuevo. 

"Sólo para que sepas, yo podía romper la ventana, no había necesidad de hacerle un stripper a la mitad del vecindario." Me reí al creer que lo decía con cierto recelo. Cerré los ojos, y lo último que recuerdo fue sentir unos cálidos labios presionándose contra mi frente.

A Través De Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora