Capitulo 44

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—Por ahora no tengo ninguna intención de irme —le contesté. Ella suspiró levemente.

Se sirvió comida para ella y se sentó frente a mí.

Vi como miraba con cierto asco la carne frente a su plato. Con el tenedor, corrió un pedazo y se dedico a pinchar la verdura. Reí por lo bajo y me miró.

—¿Qué pasa? —preguntó.

Pinché un pedazo de carne y estiré mi mano para acercarlo a su boca. Arrugó la nariz y me miró implorando que no lo hiciera.

—Debes comerlo, o me veo en la obligación de que comas otro tipo de carne.

—Dispuesta, estaría a hacerlo... —susurró, y clavó sus ojos en los míos —No me hagas comer eso, voy a ensuciar todo mi organismo. Hasta tal vez me agarre una patada al hígado por comer esto, después de tanto tiempo.

—¿Qué te dijo el médico? —le recordé.

—Puedo sustituir eso por alimentos con fibra —dijo sin dejar de mirar asqueada la carne en mi tenedor —No me hagas comer eso.

—_______, los humanos estamos para comer carne.

—¿Si como un pedacito, ya no me harás comer más? —preguntó como una niña pequeña poniendo condiciones para comer sus verduras, en este caso... carne.

—Lo prometo —le afirmé.

Respiró profundamente y abrió apenas su boca para acercar la carne. Cuando estuvo dentro se quitó el tenedor. Dio un pequeño mordisco y frunciendo aun más el ceño quito la carne de su boca. La mire bien.

—No puedo, no puedo —dijo apunto de chillar como si de verdad tuviera 5 años —Esta viscoso y... diaj que asco. El solo hecho de pensar que un pobre animalito fue asesinado brutalmente para terminar en mi plato me repugna. No sabes lo mal que me sentí cuando tuve que cortar la carne en pequeños pedacitos...

Reí divertido y me miró entrecerrando los ojos.

—Oh eres increíble —dije sin dejar de reír.

—Lo siento señor 'como carne porque soy un humano' pero no puedo hacerlo. Simplemente no puedo.

—Está bien, está bien. Por lo menos come tus verduras.

—Sonaste como mi padre —dijo algo asustada.

Volví a reír. Ella era divertida y tan única. Tan espontánea y natural. Tal vez yo podría estar pasando el peor momento de mi vida, pero estoy completamente seguro que ella sería capaz de sacarme una sonrisa.

Comimos entre risas y unas cuantas intensas miradas. Mirarla era algo tan especial, juro que me daba paz. Terminamos y la ayudé a lavar todo. Se giró a verme.

—¿Seguirá lloviendo? —dijo.

Hice un gesto con los hombros. Entonces ella comenzó a caminar hacia un gran ventanal. Corrió las cortinas y vimos como la intensa lluvia caía pesadamente sobre la cuidad.

—Si, aun llueve —le dije acercándome a mirar un poco. Ella abrió una de las puertas del balcón.

—Amo el olor a lluvia —musitó con los ojos cerrados y respirando profundamente.

—Y yo amo el olor a ti —dije inconscientemente. Se giró a verme y pestañeó nerviosa.

—¿Vemos una película? —me preguntó rápidamente.

—¿Por qué no? —le dije asintiendo.

Volvió a la cocina y tomó dos pequeños potes de helado del refrigerador. Me entregó uno y me dio una cuchara.

Peligrosa Obsesión-Joel PimentelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora