Dolor

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Me quedé un momento parada en mitad de la habitación sin hacer nada más que pasar mis dedos sobre las heridas húmedas de alcohol.

Y sin quererlo me acordé de ella, que siempre fue mi alivio, que siempre sabía cómo curar, como hacer que dejarán de doler heridas más profundas, aquellas que van más allá de la vista humana, aquellas a las que solo alguien especial puede llegar sin herirte de nuevo, aquellas que te hacen soltar alaridos de dolor silenciosamente por días,  meses, años. Ella, que fue siempre la esperanza misma, el saber que nada podía ser tan malo, tan doloroso si estaba a su lado, que si estaba conmigo el dolor no se convertía en más que un eco de lo que realmente era, que estaba a salvo del mundo, de mis demonios,  de mi misma. Ella era mi medicina, mi esperanza,  y ahora estaba ahí,  pero no en mi mundo, mientras yo agonizaba ahogándome en mi, en el dolor eterno y punzante de  ser yo.

PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora