Madrugada

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Estaba muy estresada ,  fui al baño, eran aproximadamente las dos de la mañana, me puse un poco de agua en la cara y en la nuca, me reconfortó sentir lo frío del agua en mi piel caliente, había sudado un poco, supongo que había tenido pesadillas, no lo sabía,  solo recordaba el sobresalto, la desesperación y el miedo. Siempre era igual,  solo sabía que estaba desesperada, que me llenaba de impotencia darme cuenta lo mal que dejé caer mi problema, que comencé a cambiar cuando las palabras estaban demasiado desgastada para tener sentido y demasiado rotas para levantarse y hablar. En un principio llegué a tratar de aliviarme  a mi misma diciendo que algún día eso se acabaría,  pero no fue así, porque puede que los problemas tengan solución, pero no se pueden juntar todas las piezas de lo roto.

Traté de  dormirme de nuevo, volviendo a la cama, descalza,pero lo único que conseguí  fue sentir un calambre en la espalda. El agua fría de mi nuca se había escurrido en dirección a la parte baja de mis hombros y el frío de las sábanas no ayudó  demasiado, al contrario, contribuyó a que momentos después me retorciera,  llena de dolor en aquel duro y lúgubre colchón. Cuando la desagradable sensación pasó, sonreí sarcásticamente para mi en la obscuridad, eso no era ni la mitad de dolor que merecía.

Decidí que pasaría las horas que restaban para el amanecer tumbada en la cama, sufriendo mi dolor en la obscuridad, desgarrandome por dentro en soledad,  sin ella, soportando un dolor del que yo misma fui causante.

PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora