Luna *1*

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Tenía a penas unos ocho años o quizás nueve, el cabello ondulado y unos ojos verdes que conquistaban a cualquiera y convencian de cualquier capricho. Sonreía mientras movía el cabello al son de la música intentando pintar sus labios de rojo, como su madre solía hacer; modelaba por la habitación fingiendo que sus muñecos eran sus espectadores. Y entonces, volvía a suceder, las paredes comenzaban a moverse y ruidos raros resonaban en los rincones, Luna al ser tan curiosa decidía ir a investigar, aún sabiendo que eso le traería problemas. Los ruidos provenían de la habitación de mamá, ella sabía lo que iba a ver al abrir la puerta, pero su pequeña mente no entendía la situación así que la pateo _¡Mami me pinte como vos!_ Dijo en tono dulce, pero ahí estaba, su extraña madre con unas medias largas de red encima de un hombre al que ella no conocía.

_¡Andate de acá pendeja!_ Le gritó su madre. Y el tipo que estaba encima de ella cesó de moverse al ver que ella estuva observando_ ¡Si no te vas no me pagan!_ Volvió a gritar, ella cerró la puerta e hizo una mueca. ¿Por qué mamá no quería ver lo que ella había aprendido a hacer hoy? ¡Siempre tan ocupada con esos hombres raros que le daban dinero para comprar masitas!. Suspiró y caminó hacia la vereda... el día estaba celeste, las calles estaban sucias y llenas de papeles, habían una pareja contra un auto besándose, y en la otra esquina un grupo de chicos fumando eso que mamá decía, relajaba. Luego se sentó y suspiró visualizando la camioneta de su padre, gris como las paredes de la cocina. Se levantó y corrió con fuerzas para avisarle a ella, pero esta vez no entró, solo comenzó a gritarle a la puerta de la habitación.

_¡Papá llegó!_ Acto seguido, su madre cerró la puerta con llave y ella corrió a esconderse detrás del sillón para verlo llegar en silencio y no tener que discutir con él. El hombre entró tambaleándose y se dejó caer en el viejo y manchado sillón, Luna salió lentamente de allí para observarlo, el tenía la remera rota y unas marcas de golpes en su rostro, le acarició la herida y miró al suelo... ¡Gracias papi por decirme lo linda que me veo hoy! susurró para si misma mientras se limpiaba una lagrima y se marchó con una enorme sonrisa para caminar por el barrio, por que lo único que le calmaba esa extraña sensación que sentía a diario era encontrarse con sus vecinitos que, al estar todos enamorados de ella, le regalaban florcitas, chocolates, caramelos y hasta incluso los autitos que coleccionaban... cumpliendo cada capricho causado por las ganas de llenar ese vacio que producían sus padres al no prestarle ni un gramo de atención. 

Bad Bitches (Nina,Luna y Ambar) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora