Capítulo 3

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Algunas horas antes

El viento susurraba su nombre, atravesando sus barreras, chocando contra su corazón, rompiéndolo en mil pedazos. Él caía, y antes de tocar el suelo todo se volvía negro, para volver a empezar. Otra vez en aquella calle, mirando hacia el tejado, con las cuerdas vocales paralizadas, incapaz de decir algo que lograra evitar el ya conocido final. Rezando para encontrar la palabra adecuada, la frase perfecta, algo que le hiciera cambiar de idea. Lo intentaba una y otra vez, pero siempre acababa igual, siempre volvía a empezar, encerrándole en aquel bucle de dolor y desesperación, obligándole a verle morir cientos de veces, sabiendo que nunca podría impedirlo.

-¡Te quiero! -gritó a la desesperada, en un último intento, por fin encontrando aquellas palabras que llevaba tanto tiempo escondiendo. Dejando salir con ellas un torrente de sentimientos que le envolvieron la mente, descubriendo lo que siempre había sabido, confesándolo en voz alta.

La larga figura alzó la cabeza, mirándole fijamente, estaban a muchos metros de distancia, lo sabía, pero podía notar su mirada clavada en la suya. Sentía las lagrimas resbalar lentamente por sus pómulos, estaban calientes, y el contacto contra su fría piel le provocaba escalofríos, pero aun así no apartó la vista. Ni siquiera se atrevía a parpadear, con miedo de cortar aquel lazo que les unía, esperando una respuesta que le indicara que aquello por fin había terminado.

-Lo siento, pero has tardado demasiado. -susurró contestando con una sonrisa a la desesperada declaración. Dio un paso hacia delante, dejándose caer al vacío, como siempre hacía.

El agudo pitido del despertador se abrió paso a través de sus sueños, devolviéndole bruscamente a la realidad. Abrió los ojos gritando el nombre que le daba vueltas alrededor de la cabeza. Se sentó entre las sabanas, apretando las piernas contra su pecho y enterrando la cara en las rodillas, incapaz de dejar de llorar. Había sido solo un sueño, pero por fin lo entendía, llevaba meses teniéndolo, y hoy, algo había cambiado. Sus ultimas palabras, “Te quiero”, eso era, dos simples palabras, que sabía que podrían haberlo cambiado todo, y aun así, había esperado demasiado. Se odiaba por ello, y no había día que no se echara la culpa por cómo había terminado todo.

Cuando por fin logró controlar el llanto se levantó de la cama, y se vistió rápidamente, deshaciéndose lo más rápido que pudo de su ropa empapada en sudor y lágrimas, esperando en vano lograr así olvidar sus pesadillas. Cogió el móvil colocado encima de su mesilla y se encaminó escaleras abajo, dirigiéndose hacia la cocina.

Encendió el teléfono mientras daba un sorbo a la taza humeante de té que descansaba encima de la mesa. La señora Hudson lo preparaba todas las mañanas, entendía lo difícil que estaba siendo para John llevar una vida normal, y evitar que tuviera que preocuparse por preparar té era su pequeña forma de ayudar; el doctor lo sabía, y se lo agradecía enormemente. La muerte de Sherlock les había afectado a todos, pero a él más que a nadie, era su mejor amigo, lo más importante de su vida, y ahora veía que incluso sentía algo más. Había intentado olvidarle, ¡por dios si lo había intentado! pero no podía, nunca podría, sabía que tendría que aprender a vivir con ello.

Envió un rápido mensaje mientras se terminaba las ultimas gotas de té. Era el mismo que todas las mañanas, no sabía muy bien porqué lo enviaba, pero aún así seguía haciéndolo. Era su forma de creer que todavía estaba con él, y pensar eso le ayudaba a no rendirse. Solía contarle sus problemas, hablarle sobre lo que había hecho ese día, o sobre los pocos casos en los que aún ayudaba a Lestrade. Y a veces incluso le hacía preguntas, sabiendo que no respondería, que ya nunca lo haría, pero a través de ello sentía que aún seguía vivo. Pensó en hablarle sobre el sueño que había tenido, pero enseguida eliminó esa opción, ahora no quería pensar en ello.

Pesadillas y Confesiones [Johnlock]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora