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Camino hasta la mesa de madera y cojo la pasta negra con el cepillo para lustrarles los zapatos de cuero. Al acabar, dejo los objetos acomodados en el mueble y saco las capas que estaban colgadas. Se las coloco, haciendo puntas de pies debido a sus estaturas, y finalmente espero a que mi madre termine de prepararles los caballos.

—Está todo en orden—avisa desde el umbral de la puerta.

—Hasta la noche entonces, adiós—los saludamos agitando nuestras manos mientras nos mantenemos rectas y con una sonrisa.

Nos adentramos a nuestra vivienda al ver a que ya se han marchado mi hermano y padre. Espero a que mi madre empiece a hacer sus deberes de la casa para poder seguir con mi rutina diaria. Faltan veinte minutos.

Voy caminando despacio hasta la puerta hasta que mi superiora me pregunta hacia dónde me dirigo.

—Como siempre entre semanas. Visitaré a Doña Luz para enseñarme a adiestrar a los animales—digo recordándole.

—Regresa temprano. Te tengo que enseñar a como hacer la comida de los nobles—se pierde entre el pasillo ancho de madera.

—De acuerdo—le digo para que me escuche.

Tomo mi bolsa de mano, salgo y bajo por los tres peldaños. Cuando estoy lo suficientemente lejos de casa, comienzo a correr por las calles de tierra, evitando las de piedra debido a la gente del pueblo que me conoce.
Para poder llegar al lugar tengo que bajar y pasar por un tramo de la ciudad en donde hay personas, por lo que me cubro con el sombrero que le regaló la condesa a mi madre.

Atravieso un pequeño puente de madera y ya puedo observar la palabra en el letrero que más me gusta ver.

Biblioteca.

Llego hasta la puerta doble de roble y observo por el cristal si la luz de la sección a la que voy siempre está prendida. Al confirmar que es así, observo mis costados y hacia atrás para ver si alguien me ve. Entro haciendo que la campana de la puerta tintinee.
 
Aplaudo tres veces y pronto veo la cabeza llenas de canas de mi amigo  bibliotecario. Aplaudir de esta forma es una contraseña que tenemos para que él se de cuenta que soy yo.

—¡Joven! Te estaba esperando, pensé que no vendrías—dice acercándose con cientos de libros en sus brazos.

—Pues claro que siempre vendré Borch. Solo que hoy día mi padre y hermano se fueron más tarde—digo recorriendo las estanterías.

—No busques allí. Te tengo uno especial que me acaba de llegar—se acerca hasta mí y me lo entrega. Leo en el título "Amadís de Gaula"—inicia con el relato de los amores furtivos del rey Perión de Gaula y de la princesa Elisena de Bretaña, que dieron lugar al nacimiento de un niño abandonado en una barca.

Sonrío por el hecho de guardarme este libro para leer. Lo abrazo con fuerzas mientras éste ríe.

—¡Gracias!

—Ya dama. Solo ten más cuidado ¿si?—asiento. Me sonríe mostrándome su dañada dentadura.

Estaba por la sexta página cuando escucho el tintineo de la puerta avisando que alguien había llegado. Rápido me levanto del lugar, corro la estantería más cercana sin hacer ruido y me escondo detrás de ella, aún con el libro entre las manos.

—¡Enrike, qué sorpresa! ¿qué haces por aquí?—se lo escucha nervioso a borch. Solo ruego que no distinga mi olor a telas, el caballero.

—No tuve tiempo de venir esta mañana por eso vine a esta hora, ¿algún problema?—distingo sus pasos viniendo a la sección en donde me encuentro.

No todo lo que existe se ve.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora