Yuri Plisetsky siempre ha sabido que la vida es una vil perra pero a veces esta se lo toma como reto y se vuelve más y más perra.
Si bien había pasado por una serie de eventos desafortunados (los cuales en realidad habían sido causa de su propia estupidez) entre sus dieciocho y veinte años, nada se comparaba con haber perdido a dos de sus mejores amigos en un accidente de coche hace un año, tener que mudarse a fuerzas a la tierra de sus desgracias (San Petersburgo) y convertirse en guardián del hijo de ambos difuntos a sus veintiséis años. Sí, la vida era una perra.
Hoy, se suponía que iba a ser un día normal, hasta que se dio cuenta en la mañana de que era el aniversario de la muerte de sus amigos. Tuvo que pedir permiso en el trabajo de salir más temprano y llevar a Valentín, su ahijado, a visitar la tuba justo un día después de que el niño tuviera su primera clase de educación sexual.
Si no fuera porque entre todo ese mar de emociones bizarras que le gobernaban el orgullo podía más, seguramente se pondría a llorar como un infante tal y como había hecho horas antes en su departamento al recordar la fecha ¿Cómo se podía ser tan miserable a los veintisiete años? Ah cierto, el karma por sus estúpideses pasadas.
Tras varios minutos donde el niño se quedó contemplando la tumba de sus papás en silencio mientras las lágrimas salían de sus ojos sin expresión alguna y él sólo pudiera sentarse en la tumba de atrás rememorando los mejores momentos que compartió con aquella pareja, el pequeño finalmente se levantó de la tumba y caminó seriamente hacía él limpiándose los ojos
–Tenemos que hablar–Yuri sólo quería que la tierra se lo tragase.
Yuri jamás pensó en ser padre, ni siquiera la idea de ser tío se le pasó por la mente dado que salió hijo único, sin embargo aquel pequeño nació y sus amigos literalmente lo obligaron a pasar tiempo con él. Yuri inmediatamente adoró al bebé como si algo lo uniera a él más que la amistad con sus padres pero dado que no vivían en la misma ciudad no tenía que convivir más de lo necesario.
Entonces llega aquel fatídico día, sus amigos mueren y aquel niño, con 10 años queda huérfano. Obviamente va al funeral, da el pésame a los conocidos, a las familias, ayuda a consolar al pequeño, se reencuentra con gente que apreciaba y demás, pero en ningún momento se esperó que un abogado le llamara y le dijera que estaba en la lista de la herencia. ¿Y qué le heredaron? Al hijo. Sí, fue a él a quien decidieron darle la responsabilidad y confianza de cuidar al pequeño en caso de que algo malo pasara, y aunque al principio entró en pánico, no se quejó ni lo negó; no había nada mejor para solucionar el mal karma que se cargaba desde sus 18 a 20 años que cuidar al hijo de una de las tres personas a las que lastimó en el pasado... pero una cosa era decirlo y otra era hacerlo.–Entonces, se supone que mi papá mete su abeja en la flor de mi mamá, que vienen siendo los mismos lugares de donde orinan
–Valentín si tenías dudas debiste preguntar en clases–Yuri se encontraba conduciendo la vieja Van que le regaló su abuelo con aquel niño de cabellos negros y ojos azules de copiloto.
–Jesse estuvo acaparando al maestro porque según sus padres él fue un accidente–Yuri se preguntaba cómo es que daban esas clases sin tener en conciencia que ese tipo de preguntas iban a darse–tío Yuri ¿Yo fui un accidente?–el rubio casi frena de golpe por la sorpresa. No podía decirle al niño que no lo fue porque a decir verdad él llegó antes de que sus papás se casaran, pero tampoco podía decirle que sí, sería deprimente.
–Fuiste... accidentalmente planeado
–¿Y eso que quiere decir?
–No tengo idea–Yuri no era un buen tutor, básicamente era como una de esas "malas madres" que no podían lidiar con el trabajo y el hijo al mismo tiempo, y ahora menos porque el niño ya iba para la adolescencia. Les había prometido, no, les había jurado a los padres de Valentín que evitaría a toda costa que el niño terminara siendo una basura como él en su tiempo y hasta ahora sentía que iba por mal camino.
ESTÁS LEYENDO
Three times in love
FanfictionYuri Plisetsky se enamoró tres veces y en las tres veces lo estropeó. Hoy, siete años después, le cuenta a su ahijado sobre su vida antes de quedar como su guardián y de aquellos tres hombres (a los que adjudica nombres falsos) que perdió por ser un...