Capítulo 1: Nueva vida

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Capítulo 1:
Nueva vida

Era un día soleado. Los pájaros cantaban. Soplaba un airecillo que te refrescaba de vez en cuando. Todo era tan perfecto que parecía mentira.

Y, en efecto, para nada era así el día.

Así que diré la verdad, ¿a quién quiero engañar?

Era un día nublado. Los pájaros estaban en silencio resguardados en sus nidos y este silencio tan solo era interrumpido por las gotas de lluvia al impactar contra el suelo y por los ruidos de coches atascados en la carretera, personas andando, corriendo y hablando. Para colmo, soplaba un vendaval que te derribaba dolorosamente y te cristalizaba los ojos.

Yo me encontraba, empapada hasta los huesos, en medio de ese cruce de fenómenos que parecían estar de muy mal humor y tenían ganas de matar a cualquier ser que se moviera.

Como todos los males que me habían pasado desde que al final del pasado curso de instituto, no estaba preparada para los problemas y males que se me presentaban.

No tenía ni un mísero paraguas que impidiera que la lluvia cayera sobre mí. Llevaba bien calada a la cabeza la capucha de la sudadera, pero con la gigantesca tormenta que había, no era suficiente.

Vamos a ser francos, ¿qué primer día de instituto era bueno? Siempre solía estar nerviosa, pero mi estado social no me había permitido nunca demostrarlo.

Ahora que no era nadie, me sentía aún más extraña. No sabía cómo debía actuar. Siempre había estado rodeada de gente que necesitaba mis consejos porque querían ser como yo. Pero ya nadie me conocía. O más bien sí que me conocían pero yo preferiría que no me vieran para que no se rieran de mí.

Me iba a ser más difícil de lo que me había esperado eso de pasar desapercibida.

Éste espléndido día había comenzado con mi madre prometiéndome que sería perfecto, que no pasaría nada malo y de momento no estaba yendo muy bien.

Mi hermano mayor, Jack, iba junto a mí, directos al nuevo instituto. Jack era el típico chico rubio, ojos azules, guapísimo a rabiar, con un cuerpazo, que tenía a todas las chicas por él, y era social con toda esa gente. Yo solía ser así. Desde primero de primaria había sido siempre la chica más guapa y cuando pasé al instituto me alegré de que mi pelo fuera rubio ya que pegaba muy bien con mi ser.
Pero ya no valía nada de eso. De hecho me avergonzaba ser rubia y todo lo demás que tuviera relación con ser popular.

Y ahí estaba, un enorme edificio se podía ya divisar desde donde estábamos. Ese era el lugar donde iba a pasar el resto de mi último año de instituto, teniendo que ir y fingir que no eran aburridas las lecciones de los desesperantes profesores de turno y que todo el mundo me caía bien.
Ese edificio en el cual había estado tantos años.

Bueno, en realidad ya no tenía por qué. Podía no hablar con nadie y así no tener que hacer que me interesaban sus estúpidas conversaciones. Podía estar sola y colocarme al fondo de la clase.

Supongo que tenía sus ventajas ser una marginada a la que nadie hacía caso.

El edificio era un enorme bloque de ocho pisos más la secretaría en el centro. Tenía detrás del portón, una valla de unos tres metros de barrotes de hierro, un gran campus donde había un montón de alumnos con sus grupos de amigos.

Me dieron mucha envidia.

Ellos me observaban y cuchicheaban a mi paso. Era desesperante.

-Alice, ¿te encuentras bien? – me sacó de mi mente Jack – si quieres puedes quedarte en la puerta y yo voy a por los horarios. Así no tienes por qué pasar delante de todos.

-No, estoy bien, tranquilo – le sonreí poco convincente – te acompaño. Tengo que acostumbrarme a mi nueva vida.

-Así me gusta, hermanita – me pasó el brazo por los hombros y juntos fuimos a la secretaría.

La secretaría estaba por detrás del edificio y por eso, tuvimos que recorrer el centro entero.

Nos metimos dentro pasando por la puerta principal. Anduvimos por un largo y ancho pasillo donde también había gente. Algunos se giraron y murmuraron entre ellos <<es ella>> y enseguida se volvían a seguir con sus cosas.

A lo largo del pasillo había puertas que daban a otros jardines de diversos tamaños. Por el del centro se tenía que pasar para llegar a la secretaría. Éste era el más grande y era muy acogedor.

Cuando llegamos a la secretaría había unos chicos cambiando unas clases de sus horarios, pero en seguida se fueron y pudimos entrar y ver los nuestros.

-Muy buenas, chicos. Ya vuestro último año sin no recuerdo mal– nos saludó la secretaria Rebeca.

-Sí, no se equivoca – le sonrió mi hermano.

-Ho-hola, encantada Rebeca – la salude yo también con educación pero nerviosa.

-Podéis llamarme Becky, ya lo sabéis – nos sonrió – os daré vuestros horarios y os explicaré las normas, como siempre.

Había unas cuantas reglas, pero eran las mismas de todos los años, así que no nos iba a ser complicado acatarlas.

También nos entregó un mapa a cada uno del instituto para que supiéramos donde estaban las aulas y demás sitios. En efecto, a parte del campus y del jardín grande central, había otros dos detrás del edificio que eran pistas de baloncesto y fútbol bastante grandes. Siempre me olvidaba.

-Si necesitáis algo más o queréis preguntar cualquier cosas, ya sabéis donde estoy para ayudaros – finalizó la secretaria Rebeca.

-Por supuesto, gracias señorita Rebeca – contestó Jack.

-Recuerda, hijo, Becky, dime Becky – después me miró – veo que te has vuelto un poco tímida. Aquí todos son muy majos así que no te preocupes, tendrás grandes amigos, como el resto de cursos pasados.

-Muchas gracias, pero estoy bien, igualmente – le respondí.

-Bueno, ya podéis ir a clase. Dadle a vuestros profesor este papel que ahora os imprimiré para que sepa quiénes sois y todo lo necesario.

Después de unos segundos nos tendió unos papeles con nuestra foto y nos fuimos a nuestras respectivas clase.

Y así empecé mi primer día de instituto de muchos que me quedaban allí.

Esperaba ser fuerte y acabar cuanto antes el año.

Pasos para ser invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora