• Capítulo 3 •

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Luego de despedirme unas cuántas veces de mi hermana, y prometer que volvería por ella, por fin pude partir

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Luego de despedirme unas cuántas veces de mi hermana, y prometer que volvería por ella, por fin pude partir.

Mi padre preparó dos caballos, uno con una cesta con comida, y el otro que llevaba algo de mi ropa. Le repetí consecutivas veces que eso no era necesario, ya que si me dejaban vivir allí, tampoco me dejarían usar esas cosas.

Me subo al caballo de una zancada y observo a mi padre, quién ya se encuentra cabalgando a tan sólo unos pocos metros de mí. Aún no me ha explicado porque iré a allí, y no me siento apta para preguntar.

A veces me pregunto si seré capaz de cumplir todo aquello que el en verdad desea. Vengar la muerte de mi madre, conseguir liberar a Celevir de aquella monarquía, e incluso ser parte de la nueva. Sé que él desea lo mejor para mí; pero también sé, que aún no decidí que es lo que yo quiero para mi misma.

Mi caballo avanza por el camino de tierra, y de pronto, nos encontramos cruzando por el centro del pueblo. Todos se encuentra igual allí. De un lado la fuente, seca como siempre, donde algunos niños se sientan a jugar, y otros a planear como saquear cosas pequeñas, pero costosas.

Algunas mujeres un poco más ricas que los demás, observándome con desagrado. Es normal en mi. Las chicas aquí suelen vestir atuendos con faldas, e incluso vestidos muy costosos, pero yo estoy feliz como me encuentro ahora: mi camiseta blanca algo roída, por encima una capa de animal abrigada, mis pantalones marrones de caza, y mi usual cinturón de cuero con algunas armas colgadas a mi alrededor.

Siempre fui considerada un bicho raro. Recuerdo que de niña, lo primero que hice fue unirme a los niños que robaban por ahí. Era la primera chica en formar parte del grupo, e incluso una de las mejores. Mi padre me llamaba "ladronzuela", cuando llegaba a casa con monedas o brazaletes robados de por ahí.

Mi padre me hace un ademán para detenernos frente al pequeño mercado, probablemente para comprar algo que le falta. No suele cruzar palabra conmigo al menos que sea esencial. No lo culpo, en parte también soy así. Con las personas con quién he más hablado en toda mi vida es Maxin, y aquella única que sabe mis grandes secretos.

Bajo del caballo y me limpio algo de nieve que me ha caído encima de las ramas en los arboles. Entonces unas manos se pegan a mi cintura, y por acto reflejo, tomo a la persona de su brazo y lo doblo. Oigo una exclamación que reconozco al instante y sonrío.

— Buen intento, pero debes ser más creativo.— digo volteandome hacia él con una sonrisa.— No soy como las demás Bash.

Mi mejor amigo sonríe de lado y se encoge de hombros:— Tenía que intentarlo.

— ¿Nunca te cansas de molestar, cierto?

— Claro que no.— me dedica una sonrisa que podría derretir a cualquier chica a menos de un metro de distancia y señala mi caballo.— ¿Adónde vas?

Un nudo se forma en mi garganta. Bash ha sido mi mejor amigo desde siempre, y me siento mal por tener que mentirle, pero prefiero irme sabiendo que no le dejaré ese peso encima.

— No lo sé, papá no quiso decirme.— miento.

— Bueno, supongo que la comunicación no es tu fuerte Peck.

— No me llames así.

— ¿Acaso no es tu apellido?

Niego con la cabeza:— Siempre tan idiota.

Suspira:— Tal vez si aceptaras casarte conmigo, podríamos...

— Cierra la boca.— le espeto golpeándolo.

— Esa boca de la que tu hablas.— se señala a si mismo.— Es muy codiciada por las chicas.

— No tengo dudas.— respondo con sarcasmo.

— Hablo en serio Peck, tu te lo pierdes.— bromea levantando las manos en forma de rendición.

Pero de pronto su sonrisa desaparece y observa detrás de mí. Me volteo para observar a mi padre, quién lo observa de mala forma. Nunca ha aprobado a Bash. Solía decirme que era un ladrón, y que sus padres lo habían criado como un holgazán.

Yo no creía eso. Bash era hijo de una familia promedio de aquí, y no necesitaba salir a cazar su comida al igual que yo. Pero por alguna razón, mi padre no entendía eso, y lo único que provocaba era un miedo irracional de mi amigo hacia él.

— Vayámonos Lorelai. — gruñe a mis espaldas.

ASiento y giro mi cabeza hacia Bash, quién aún se encuentra serio:— Nos vemos luego, ¿Está bien?

El asiente, pero tan sólo yo se que eso no es cierto.

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⏰ Última actualización: Apr 23, 2017 ⏰

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