Desconocido conocido

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Hoy nieva, aquí, en Chesterville nunca nieva. Ni siquiera cuando es un día como hoy de finales de noviembre. Pero cuando lo hace, nos coge tan desprevenidos que, a través de las enteladas ventanas, sólo puedes ver niños jugando con bolas de nieve como si de granadas se tratase. Mientras, los adultos, o al menos los que se comportan como tales, tiritean esperando que dejen de notar los dedos y decidan marchar.

En cambio, yo, por mucho frío que haga no lo voy a notar. Resguardado dentro de la casa de los Paplow, barriendo al ritmo que las motas de nieve golpean suavemente contra los cristales del monumental ventanal. Una casa grande y lujosa, perfecta para una familia grande y lujosa como son ellos. Mi mejor amigo Ethan Paplow me consiguió este trabajo, por supuesto por "enchufe". Y aunque no sea gran cosa me sirve para ganar algún que otro dinero y se agradece.

Barro, friego y limpio por un salario pobre. Pero más pobre es tener que ir a la habitación de Ethan y decir:

-Perdona señor Paplow ¿puedes dejar esta estancia libre para que pueda limpiarla por favor?

Aunque por algo es mi mejor amigo y no me lo echa en cara.

-Y ya son las siete amigo mío, lo que significa que se acabó mi turno laboral. - Le muestro una sonrisa de oreja a oreja, invitándole a la diversión.

-Lo siento tío, otro día será. He quedado con Cass.

Y efectivamente así era. Toc-toc suena la gran puerta de madera principal. Pero esta ya estaba abierta y una cabeza rubia se asoma por la ranura.

-Hola mi amor! - Dice ella mirando a Ethan. - Hola Blake. - Me dice a mí con mucho menos entusiasmo.

Camina elegantemente con su vestido con rayas verticales de colores azul cielo y blanco hasta mi amigo y le planta un beso en la mejilla. Seguidamente éste la coge por la cintura y la levanta dando vueltas sobre sí mismo.

No quiero seguir viendo tanto amor pasteloso así que decido irme soltando un adiós aludido por sus cariños. Después del sonido de madera contra madera vino el frío. Había olvidado completamente la temperatura exterior, estaba acostumbrado a la calidez del avanzado sistema de calefacción que hay instalado en casa de mi amigo.

Así que sin rumbo alguno vagaba por las desalmadas calles de Chesterville.

Decidí ir al gremio zapatero del este de la ciudad. Mi padre trabaja allí y a veces voy a ayudarle.

Cuando llego al edificio de piedra rojiza con una entrada de madera del bar descrito como el negocio familiar vuelvo a entrar en calor. Éste es el lugar que siempre me han descrito como casa, hogar. Pero no me siento así. Casa debe ser un sitio en el que siempre te sientas seguro, en el que compartes momentos únicos con tu familia. Pero, por desgracia, este tampoco es mi caso. Para mi este es un sitio en el que siento que no encajo como una pieza de un puzle de forma y colores distintos. Las personas pertenecientes a este son simples, ordinarias, sin ánimo de ofender, pero yo sé que no pertenezco allí. Mi padre sí, le quiero tal y como es, pero creo que yo he nacido con el carácter de mi madre. Más frío, reservado, distante. Ella trabaja en el ayuntamiento de Chesterville. Y aunque podríamos vivir cómodamente con su salario, mi padre no quiere renunciar a lo que él es. Siempre se justifica del mismo modo, "si yo no muevo un dedo por ella, entonces ella va a mover cinco y me va a decir adiós." Pero ya sabes lo que dicen, los polos se atraen. Yo veo la suya como una historia de amor como Titanic, la mujer rica y el hombre pobre que se enamoran. Pero obviamente sin el final trágico.

Decido descansar allí durante unas pocas horas mientras hago mis deberes, ya que, aunque no esté con mi padre, a él le gusta que pase tiempo con él, que compartamos alguna cosa. Cuando termino con las tareas escolares designadas. Me despido de mi padre y sus compañeros de trabajo y de bares y me dirijo hacia mi casa situada justo delante del bar. Ni dos segundos después de llegar, mientras me quito la chaqueta mi madre se planta justo delante de mí y me pregunta:

DesatadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora