Capitulo 7 -El beso-

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Al pasar los días fui perdonando a Austin, quien por lo demás se estaba comportando como un caballero, hasta que terminé por olvidarme del asunto.

Jamás me había sentido así con alguien, tan feliz, tan relajada… tan libre de ser quien yo realmente era.

Austin era mi superhéroe, me salvaba de todos mis problemas y, si bien no tenía capa o superpoderes, su sonrisa blanca y sus manos tiernas eran para mí lo más poderoso en el planeta.

El jueves de hecho, había tenido un altercado en clases. ¿Les he contado que mis compañeros me odian? Parece que no. Alice era mi única amiga ahí, y ella se había ido a Oklahoma hace ya dos meses.

Nunca supe con certeza la razón de su molestia conmigo, aunque tenía mis teorías. Las chicas probablemente me guardaban rencor desde que las había encarado en los camarines luego de gimnasia, por haberse confabulado contra Patty, la chica con sobrepeso de la clase, en el juego de quemadas. Apenas la maestra tocó el pito, todos los balones fueron a parar directamente a Patty, quien no veía la forma de defenderse, ni si quiera podía correr porque su grasa la hacía trotar de una forma lamentablemente lenta.

“Fatty, Fatty ataja esta” le gritaban y en un abrir y cerrar de ojos, la pelota chocaba de lleno en su cabeza. Me llené de rabia y les dije de todo en los camarines, adquiriendo la simpatía de Patty, quien desde ese día me miraba como su defensora, y la desgracia de ser la enemiga de las populares.

Pero por el contrario, el odio de los hombres no me lo había recibido merecidamente. Lo que pasó fue que Chris, un chico desgarbado y ocioso reconocido por todos como “payaso del salón”, me invitó un día a salir y yo obviamente le dije que no, pues su fama de mujeriego era algo que todos sabían.

El caso es que creo que fue la primera vez que alguien lo rechazó, porque los siguientes días no pararon de llegarme rumores de que Chris andaba diciendo que yo lo había invitado a salir, pero qué él se había negado, y que había respondido con estas exactas palabras “yo no salgo con perras”. Además, inventó que yo no paraba de llamarlo y de rogarle que aceptara.

Cuando Alice me contó yo no podía creerlo, estaba tan enrabiada que lo confronté en el salón, en presencia de todos. Pero no sirvió de nada, pues él siguió haciéndose el cínico y las chicas aprovecharon la oportunidad para burlarse aún más de mí. Por otro lado, Chris el líder innegable de la clase, pues su humor innato le daba un poder de convencimiento más grande que el de un dictador.

En fin, siguiendo con la historia, el jueves llegué a mi banco y encontré una extraña nota escrita con una letra que no conocía. Decía

“No he parado de mirarte desde que empezó la semana. Hoy te ves especialmente bonita. Atte. Tu admirador secreto

p.d: si quieres conocerme, ven a la hora de almuerzo a las canchas. Te estaré esperando”

La verdad no me había llamado demasiado la atención, pero mi pequeño bichito ególatra, reavivado luego de conocer a Austin, me dijo que nada haría de daño asistir.

Así que a las 3 en punto, fui a la cancha de pasto. Una mano masculina me tapó entonces los ojos, y me llevó a algún otro lugar. Cuando paró, me susurró “cierra los ojos” y me soltó. Yo obedecí, aunque me extrañó el oír pasos y susurros.

- Puedes abrirlos – dijo la voz

Los abrí, y un chorro de pestilente agua me cayó encima. Los chicos de mi clase salieron corriendo muertos de la risa, y yo quedé sola ahí, con grasa y colas de pescado metidas hasta en el alma. No supe que hacer, la vergüenza y la humillación me turbaban la mente.

Por supuesto, me puse a llorar, y no hallé nada mejor que ir a buscar a Austin.

Fui a su escuela, y me senté a esperarlo afuera. Debió haberme visto por la ventana, porque bajó enseguida y sin importarle mi olor, me abrazó y yo me puse a llorar en su hombro.

- Ay Rose, ¿qué te pasó? – le conté y me llevó a su casa. Me consoló sin la necesidad de hablar, solo me acariciaba la mano de vez en cuando hasta llegar a su casa.

Me dí un baño, y él me prestó ropa seca. Unos pantalones de su mamá, y una polera de él que me quedaba volando, pero que estaba impregnada de su olor. Él también se limpió, prendió la radio y nos sentamos en la cama. Yo aun estaba triste

- ¿Por qué todos me odian Austin?-

- Yo no te odio – dijo orgulloso.

- Sí, pero es que tu eres castaño, los castaños son tontos – bromeé.

- Tienes razón, pero ¿sabes lo malo de las morenas? – Negué con la cabeza – es que son… increíblemente fáciles de molestar- y empezó a darme rápidos besos en toda la cara y algunos en el cuello, y me empezó un ataque de risa porque al mismo tiempo me hacía cosquillas en el estomago.

- Austin para ya – decía entre risas, pero de a poco dejó las cosquillas, pero siguió con los besos fugaces, que cada vez eran más lentos, cada vez tomaban más un significado distinto – Austin…

Dio rienda suelta a su verdadero propósito, y empezó a darme apasionados y suaves besos en el cuello, sin darme cuenta cerré los ojos, y al abrirlos vi que estábamos acostados uno al lado del otro en la cama. Austin siguió subiendo sus besos hasta mi mentón, siguiendo el camino de mi mandíbula. Podía sentir su boca abrasadora tocar mi piel, y creía que esta se derretía a cada toque. Mi cabeza daba vueltas de placer, y no pude hacer nada para evitar el deseo de dejarme llevar. Hicieron falta unos pocos besos más, y ya me rendí completamente a su merced.

Se empezó a acercar peligrosamente a mi boca, un beso en la nariz, otro en la pera, otro en la comisura… y con un movimiento arrebatado, tomó mi labio inferior entre sus dientes. Jugó un poco, haciéndome transpirar y estremecer con sus movimientos, hasta que por fin, sentí los labios que por tanto tiempo había añorado. Austin Mahone me dio un beso.

My Hero {Austin Mahone} [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora