Siempre me pregunto ¿qué me motiva a escribir?
Tal vez sea la mínima esperanza de que me leerás algún día, o quizás el deseo de que tenerte de una manera más espiritual, justo donde se unen las almas y los pensamientos, los gustos y los sentimientos. Ahí, donde puedo ser quien quieres que sea, y no aquí, donde no soy nadie.
¿Por qué escribo?
No lo sé bien.
Será el hecho de que me siento libre y en otro mundo al hacerlo, o quizás el hecho de pensar que llego a muchas personas que sentirán lo mismo y se identificarán con lo que cuento en unas líneas o en un párrafo.
El querer que me leas es un arma de doble filo, porque si lo haces me sentiré bien, pero no sabrás quien lo escribe en realidad, y te sentirás identificada con alguien que ni sabes quién es, y si llegas a sentir atracción por ese que escribe a diario unos párrafos de amor o de tristeza, o simplemente escriba según el estado de ánimo con el que despierte, terminarás decepcionada al ver que no soy nadie.
Y así seguiré, escribiendo en mi pequeño cuarto, con la esperanza de que algún día me leas, y tal vez, aunque suene alocado, te sientas atraída por ese escritor anónimo, y llegues a imaginarme de tal manera que sólo me decepcione a mí mismo, por ser nadie cuando para ti soy todo.
