—Podré estar con Marco esta noche—decía Sabo para sus adentros y sonriendo aún más
—Podre recibirlo cuando llegue.
Sacó su móvil y envió un mensaje a Marco diciendo que le habían dado el resto del día libre, apenas y el mensaje había sido enviado, cuando a los segundos después Marco lo llamaba.
—¿Dónde estás ahora mi amor? le decía Marco.
—Estoy en la parada en que nos conocimos… —dijo — compre algunas cosas para preparar una exquisita cena y celebrar tú llegada.
—Espérame ahí—le decía Marco — estaré contigo en media hora.
Sabo bajo su paraguas esperaba a su novio, acompañado de varias bolsas de las compras. Consiguió un periódico mientras esperaba y de vez en cuando daba una mirada a su alrededor. En más de una ocasión se encontró con parejas de enamorados y el sentía envidia de ellos porque a diferencia de su relación, la mayoría de las parejas estaban la mayor parte del tiempo juntos.
Media hora después empezó a mirar a su alrededor buscando el coche de su amado, el que aún no estaba a la vista.
—¡¿Qué haces estúpido?!
Sabo levanto la vista para ver quién había sido el que tiraba su periódico al empapado suelo de un manotazo, y pateaba también las compras.
Rucci una vez más se cruzaba en su camino.
—¡Te hice una pregunta! —y volvió a empujar al joven contra la gigantografía que había en aquel lugar.
—Otra vez el consentido del jefe hace de las suyas—se burló —no te cansas de ser el centro de atención ¿no es así?
La gente a su alrededor solo observaba, pues solían evitar entrometerse en asuntos de peleas y cualquier tipo de conflictos.
De pronto el sonido de la puerta de un coche cerrándose, se oyó en la parada.
—¡OYE! —se oyó una voz. Una voz que Sabo reconoció de inmediato.
Rucci se volvió a mirar quien le había gritado.
—¡¿Tú quién eres imbécil?! ¡No te metas en esto, no es de tu incumbencia el problema que hay entre este maricón y yo!
—Pues resulta que ese maricón como tú le llamas es mi novio. Y si tienes algún problema con él, soluciónalo conmigo—respondió Marco poniéndose frente a Rucci y dando la espalda a Sabo, y le dio un fuerte puñetazo en toda la cara a Rucci, y este cayó al empapado suelo junto a las bolsas de Sabo a causa de la fuerza del impacto.
—Marco—decía Sabo al tiempo que este tomaba con cariño su mano.
—No te metas con él o en serio te las veras conmigo imbécil ¿entendido? Vamos Sabo, sube al coche.
Sabo vio a Rucci que se tocaba la cara en el punto en que Marco le había dado aquel golpe, para luego volver a mirar al hombre que lo guiaba hasta el coche.
Una vez que el joven estuvo dentro de éste, dejó que sus lágrimas cayeran. Pues ese bastardo lo había llamado “maricon” delante de toda esa gente, y sobre todo delante de su novio.
Marco subió también a su coche un tanto encolerizado por lo que acababa de ver, y dejaron la parada para ir a un café.
—¿Estás bien? ¿Te hizo algo ese tipo? —preguntaba Marco tras detener el coche en una calle poco concurrida, y lo examinaba con sus manos, acariciándolo con cariño.
Entonces Sabo se abrazó a él y lloró. Lloró porque llevaba ya un tiempo soportando las humillaciones de Rucci.
—Sabo…—dijo Marco devolviendo el gesto ¿Qué ocurre amor?
—Gracias… lloraba él – gracias...
Marco ya no quiso preguntar nada más, ya preguntaría que estaba pasando cuando Sabo se calmara.
—Mírame—le pidió él.
Sabo así lo hizo y Marco aprovecho para besar esa boca que le había sido negada por más de un mes.
El enojo de Marco se desvaneció al simple contacto con la boca del otro.
Aquel beso estaba siendo intenso pero lleno de amor al mismo tiempo. Sabo apretó el abrigo de su novio y luego sostuvo el rostro de este entre sus manos.
—Te extrañe tanto—dijo Sabo separándose milímetros de la boca del otro—No he dejado de pensarte ni por un segundo.
—Igual que yo amor, cada día y cada noche rogaba por tenerte entre mis brazos.
Así, abrazados fueron al café, un lugar de muchos buenos recuerdos para ambos.
Cuando Sabo estuvo ya más tranquilo, Marco volvió a preguntar.
—¿Qué sucede Sabo? ¿Por qué ese tipo te agredió de esa manera? ¿Acaso le hiciste algo?
Sabo dejó su café sobre la pequeña mesita que compartía con Marco y lo miró:
—¿Por qué nunca me hablaste de ese sujeto? — continuó él al ver que Sabo entrelazaba sus manos.
—No lo creí necesario, es un sujeto sin importancia—respondía mirando sus manos y temblando ligeramente.
—No sabes mentir y lo sabes—sonrió Marco tomando sus manos y le obligo a mirarlo.
Sabo al encontrarse con esa mirada tan honesta soltó un largo suspiro antes de responder.
—Ese sujeto… era la mano derecha de mi jefe antes de que llegara a trabajar a “Empresas Dragon” pero eso cambio cuando mi eficacia dejó por los suelos la suya… Pero…
—¿Pero?
Pero hay otra razón por la que ahora me acosa al punto de querer agredirme…
—¿Y cuál es esa razón? —preguntó Marco dando un sorbo a su café.
—Hace un tiempo… ese sujeto dijo… que tenía un tiempo observándome y que… estaba enamorado de mi… — lo último lo dijo rabioso.
Marco al ver su reacción empezó a reír.
—¿Qué… que es gracioso? — dijo algo avergonzado y sonrojado.
Pero en lugar de responder, Marco lo beso por sobre la mesa. Luego regreso a su silla y lo observo.
Sabo pareció estar desconcertado, respiraba agitado y su boca se abría ligeramente una y otra vez, tomando aire. Podía sentir como su corazón golpeaba con fuerza su pecho.
Se sentía como cuando Marco lo había besado por primera vez. Sintió ansiedad, nervios y hasta algo de miedo.
—¿Estás bien? — preguntó acariciando el rostro sonrojado del menor.
—Sí… es solo que… me sentí como la primera vez que tu boca beso la mía.
—¿Aún recuerdas eso?
—No podría olvidarlo—susurró –Extraño tanto el modo en que me besas que cada vez que lo haces siento como si fuera la primera vez
Esta vez fue el turno de Marco de sonrojarse. Y sin decir una palabra dejó el dinero de los cafés en la mesa y tomó con fuerza y cariño la mano de Sabo y salieron de allí.
En el coche, Marco volvió a besar a Sabo y este seguía perplejo por la repentina acción del mayor.
—¿Dónde quieres ir? —¿a tu casa o a la mía? —
Sabo no lograba entender a que se debía aquel comportamiento. Su expresión era ansiosa y hasta se podría interpretar como desesperada.
—¿A la mía? – respondió aun sin entender.
Hecho—
La fuerte lluvia no fue impedimento para llegar rápido hasta el hogar del menor. Una vez allí y aun con la lluvia cayendo en sus cuerpos, entraron raudos al recinto.
Ahí, y una vez que Marco cerró la puerta, éste apreso la boca del menor.
—Ya no puedo más… — susurró entre besos y comenzó a quitar la ropa del menor.
—Sabo…
—Marco…
Uno tras otro, los botones de su abrigo eran apartado de su ojal para abrirse y permitir al contrario poder introducir sus manos pasando por la sudadera y finalizando debajo de la camisa, pues ésta Marco no la quito, pero si la dejo abierta para deleitarse con esa blanca piel frente a él.
Tanto la vestimenta del menor como la de Marco fue quedando esparcida por toda la casa. Su boca recorriendo toda aquella anatomía tersa y suave le era fascinante. Y así llegaron hasta la habitación del joven.
Lugar donde Marco con mucho cuidado dejó al menor para luego sostenerse con sus brazos y rodillas sobre él.
Aquella expresión nunca antes la había visto. Era la primera vez que Sabo permitía que alguien lo viera así. Era la primera vez que Sabo se dejaba amar por alguien.
Con sus brazos levemente flexionados a la altura de su rubia cabellera, ojos entre abiertos, semblante sonrojado y respiración agitada, sumando a eso la camisa abierta que dejaba aún más expuesta la blanca piel del menor, estaban acabando con la paciencia de Marco.
—Sabo…— susurró al verlo tan vulnerable ya su completa disposición.
Aun con la respiración dificultosa, Sabo separo aún más sus delgados labios para decir:
—Te lo ruego… se gentil — suplicó el menor y alzo sus manos hacia Marco que, al ponerse a horcajadas de Sabo, pero sin recargar su peso en él, las tomaba entre las suyas propias y las llevaba hasta su pecho, donde su corazón golpeaba fuertemente casi como si quisiera salir de su lugar.
—¿Estás seguro de esto? —pregunto Marco
—Lo lamento… me dejé llevar…—pero Sabo libero una de sus manos y con uno de sus dedos silencio al mayor, e impulsándose, se levantó aferrando la camisa del mayor y besó aquella boca, que solo conocía parte de su anatomía.
Se separó solo unos centímetros del otro.
—No hay razón para seguir esperando ¿no lo crees?
—Estoy totalmente de acuerdo —respondió acercándose otra vez a Sabo y volviendo a recostarlo suavemente sobre la cama.
Por primera vez desde hacía dos años, que Marco tenía el permiso de acceder en su totalidad a la cavidad del otro, introduciendo su lengua para encontrarse con la contraria en medio de un apasionado y desesperado beso.
Dos años han pasado desde que su relación dio inicio. Dos maravillosos años que, aunque no se habían atrevido aun a intimar, habían sido dos hermosos años de amor, cariño y compañía del otro. Pero un problema había estado latente desde que inició aquella relación. La ubicación de sus trabajos y sus hogares. Este era el motivo por el cual se veían una vez a la semana y en ocasiones pasaban hasta tres meses sin saber del otro.
Marco, fascinado recorría con su boca a Sabo, su cuello, sus brazos, su torso, su cadera…
Hizo soporte con uno de sus brazos y con la mano libre llevo sus dedos hasta el rostro del menor donde dio un suave toque para luego descender por el esbelto cuello y seguir bajando por su torso hasta llegar a su cadera. Instintivamente Sabo detuvo aquella viajera mano y miró el punto dónde ésta había sido detenida.
—Lo siento—dijo y llevo una de sus manos hasta su rostro, cubriendo sus ojos, avergonzado.
—Está bien, es comprensible, no tienes que disculparte—volvió a besarlo tiernamente.
Sabo volvió a levantarse de medio cuerpo y se abrazó al mayor, éste lo estrecho con uno de sus brazos, pues el otro seguía firmemente sujeto por y sobre la cadera de del muchacho
Marco beso aquella rubia melena semi risada y acaricio tiernamente la espalda del menor, que estaba algo expuesta dado que la camisa había resbalado por el hombro de joven.
—Lo siento — repitió. En la habitación solo se oía el tronar de los relámpagos que silenciaban la fuerte lluvia que, al igual que toda la noche, no dejaba de caer.
Tras unos minutos así, Marco se separó un poco de él, para observarlo.
—Nunca te dije que me enamoró de ti ¿verdad? —pregunto sonriendo.
Sabo le devolvió una mirada perpleja mientras Marco tomaba su rostro una vez más.
Estas acciones tan inocentes de ti, tu manera de ser, de moverte, de mirarme, de hablarme, de sonreírme, y tus reacciones cuando estoy tocando tu cuerpo, que me escuches cuando necesito que lo hagas, hacen que me enamore de ti cada vez más. No has cambiado en todo este tiempo. Sigues siendo tan tierno como cuando te encontré en aquella parada esa noche…
Sabo avergonzado por las palabras del mayor escondió su rostro en el pecho de Marco. Y aprovechando que éste no podía verlo, se sonrió tímidamente.
Luego recordó que su mano seguía frenando la de Marco y comenzando temblar ligeramente, se atrevió a llevar esa mano hasta su entrepierna y se separó de él para dejarle ver.
Aunque solo lo hacía por sobre su pantalón no dejaba de ser algo vergonzoso para Sabo. Pues estaba permitiendo que un hombre y un hombre mayor—lo tocara.
-—No… no tienes que forzarte Sabo—susurró Marco obligando nuevamente al menor a mirarlo.
Sabo lo miró tímidamente, pero sonriendo y apartó aquellos también rubios cabellos del otro.
—Nadie me obliga… — respondió en susurros también y acariciando aquel rostro frente a él.
Esta vez, fue Sabo quien empujo a Marco sobre la cama, quedando a horcajadas de él.
Sabo seguía sosteniendo la mano de este y luego la liberó permitiendo que el mayor siguiera por su cuenta.
Marco, llevando su mano hasta la nuca de Sabo, lo obligó a que lo besara al mismo tiempo que la mano de Marco empezaba a introducirse por debajo de la tela del bóxer. Sabo cambiaba una y otra vez sus expresiones al sentir las estimulaciones del otro y apretaba las mantas de su cama al sentir que esas atenciones le producían una sensación de cosquilleo por todo el cuerpo, en especial en el punto entre el ombligo y la cadera. Marco podía verlo debido a que Sabo se sostenía de sus manos apoyadas a ambos lados de su cabeza
“Maldición” se dijo Marco mientras aumentaba sus estímulos “¿Cómo es posible que tenga la suerte de ver estas expresiones?”
Sabo por su parte comenzaba a liberar los gemidos que había estado reprimiendo por vergüenza.
—Eso es… — decía Marco — no escondas como se siente…
Desde arriba, el menor lo miraba con sus ojos entrecerrados y sonrojado, su blanca piel hacia aún más notorio aquel efecto tan natural de cuerpo al sentirse avergonzado o en este caso excitado.
—¿Estás bien?
Sabo pareció volver a la realidad por unos momentos y agitado tragaba con algo de dificultad para mirar al hombre bajo su cuerpo y regalarle una hermosa sonrisa. Sabo simplemente asintió. Y cuando su respiración volvió un poco a la normalidad y con Marco aun con su mano dentro de su pantalón, se atrevió también a desabrochar el cinturón y bajar la cremallera del pantalón de Marco.
Cuando tuvo a la vista el bóxer, miró a Marco como esperando que éste le permitiera acceder más allá de ese límite.
Tal y como Sabo había hecho con Marco, este tomó su mano y la llevo hasta su bóxer, ayudando al joven a quitar la prenda. Y al igual que Sabo, le ayudo a subir y a bajar por su falo unos momentos y luego lo dejo que continuara solo.
Ambos tocándose, sintiendo el cuerpo del otro, se besaban mientras iban terminando de quitarse la ropa que aun cubría parte de sus cuerpos. Ropas que al igual que las demás prendas terminaron esparcidas por el suelo.
Sin embargo, Marco no quiso quitar la camisa de Sabo, y cuando hizo ademan de quitársela, Marco lo detuvo.
—Déjatela—susurro en la boca del menor — Por extraño que parezca, te ves demasiado sexy llevando solo esa camisa
Marco abrazo al menor para rodar en la cama y quedar una vez más sobre el menor. Recogió la corbata de Sabo que había permanecido al filo de la cama y con ésta ató, cuidando de no lastimarlo, ambas manos de del joven y las llevó por sobre la cabeza y las amarró en el marco de la cama, permitiendo que sus manos quedaran completamente libres para tocar y recorrer aquel cuerpo. Sabo lo miraba asustado, estaba sintiendo que lo aprisionaban.
—¿Qué… que estás haciendo? —dijo y en vano trato de soltarse.
—Nada malo te pasará, lo prometo—respondió Marco besándolo para tranquilizarlo.
Se dirigió a aquella zona que, por primera vez en su vida, iba a ser tomada por un hombre. Pero no por cualquier hombre.
Con sus manos tomó las delgadas piernas de Sabo y las separo un poco más, pero con lentitud, pues no quería que su amado se asustara.
—Sabo—lo llamó. Este lo miró temeroso, pero Marco le devolvió la mirada sonriéndole, transmitiéndole así, tranquilidad y seguridad.
—Si duele, dímelo ¿sí?
Marco desde arriba observaba al menor que, continuaba con su expresión de temor. El moreno para tranquilizarlo subió hasta su boca y lo beso tiernamente.
Mientras lo besaba, con cuidado introdujo un dedo en él.
El joven tiró de la corbata con sus manos atadas y hecho su cabeza hacia atrás soltando un gemido.
“Es demasiado, no creo que pueda mantener la calma…” pensó. “Y es capaz de mostrarme estos gestos tan eróticos…”
—Sabo — dijo otra vez — mírame, relaja tu cuerpo y mírame—
—Estoy asustado… — sollozó y cubrió su rostro con sus antebrazos — Va a dolerme ¿verdad?
—Si te calmas y relajas tu cuerpo, esto no debería dolerte, me asegurare de prepararte lo suficiente, de ninguna manera podría lastimarte—beso esta vez la frente del menor tras apartar un poco su cabello.
Sabo cerró sus ojos mientras sentía los labios de Marco en su frente. Su pecho subía y bajaba acelerado y parecía que apenas y podía respirar.
—Si quieres que me detenga lo haré, no voy a presionarte — acaricio el asustado rostro frente a él.
El muchacho negó.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —miró con lágrimas en sus ojos a Marco.
—Claro que si—respondió inmediatamente el otro.
—¿Por qué me ayudaste esa noche?
Marco, algo desconcertado por la pregunta, se quedó pensando un momento, buscando las palabras para explicarse.
—Bueno… esa noche llovía de una manera muy parecida a ahora, estabas empapado, temblabas y honestamente te veías demasiado adorable esa vez—dijo mirando al joven y sonriéndole para luego soltar un momento las manos del menor.
—Y ahora luces igual de adorable…
Quitó su dedo del interior del menor y este trataba de calmarse, pero no podía.
Una vez que soltó las ataduras, abrazo a Sabo, éste le devolvió el gesto hundiendo su rostro en el cuello del mayor.
—¿Lo intentamos de nuevo? — preguntó Marco al ver que Sabo rodeaba su cuello con sus brazos.
Este asintió aun temeroso, pero al fin decidido.
La respiración de ambos se volvía poco a poco agitada, Sabo apoyo su cabeza sobre el hombro de Marco al sentir un escozor en su zona baja.
Marco notó la tensión del menor y pudo sentir que este apretaba con fuerza sus manos sobre su espalda.
—Respira—decía en el oído ajeno — respira…
Al introducir tres dedos y empezar con movimientos de tijeras y luego en círculos, hizo que Sabo arquera su columna y echara hacia atrás su cabeza soltando un gemido muy diferente a los anteriores que habían salido de su boca anteriormente.
Marco aprovechando que aquella zona estaba a su total disposición, y dejo caer en ese cuello sus besos, Sabo al sentir los labios del otro en su piel se estremeció y tomó entre sus manos el rostro de su amado. Éste por su parte no dejaba de besar aquel delgado cuello, al mismo tiempo dejaba a su boca recorrer con libertad el torso desnudo frente a él. Fue bajando del cuello hasta llegar a uno de los pezones del menor y lamió y besó mientras continuaba con sus movimientos en el interior del joven.
Tras varios minutos moviendo sus dedos en el interior del otro, introduciendo y quitando con cuidado éstos, logró al fin que Sabo se relajara y su cuerpo ya no estuviese tenso.
Regresó a la boca del menor para devorarla con locura, al tiempo que Sabo introducía ya sin timidez su mano en el pantalón del otro.
Ambos se dejaron caer sobre la cama y Sabo enredo sus delgados dedos entre el cabello de Marco y lo acariciaba sin temor.
Por su parte el de los parpados caídos seguía fascinado con el cuello del Sabo, y no dejaba de besarlo, al mismo tiempo que sus manos dejaban aquella zona para recorrer las delgadas piernas de éste.
Marco se levantó de medio cuerpo y se quitó la camisa al fin para luego ir hasta los labios de Sabo y apresarlos otra vez, el muchacho ahora dejaba escapar sus gemidos sin tapujo alguno y ayudó a su amado a quitarse el pantalón, y todo lo que pudiese estar estorbando.
Marco estando sobre el menor, tomó las manos de éste para atarlas una vez más al marco de la cama sin lastimarlo.
Volvió a besar a su novio desde la punta de los dedos de sus manos y comenzó a avanzar por el brazo hasta llegar al cuello e ir descendiendo cada vez más, hasta llegar al abdomen de Sabo y continuar con su recorrido hasta llegar a la cadera del joven.
En ese punto una vez más se levantó y tomó con suavidad las piernas del otro y las beso al tiempo que se posesionaba entre éstas para poder poseerlo al fin.
—Sabo voy a entrar— dijo — si te duele házmelo saber y me detendré—se encimo para besarlo, pero sin soltar aquellas delgadas piernas.
Mientras Marco lo besaba, Sabo pasó por sobre la cabeza del mayor, sus manos atadas que, a pesar de estar limitadas para moverlas, no lo estaban en alcance y rodeó el cuello de Marco mientras este llevaba una de sus manos hasta su miembro para empezar a introducirlo en el menor.
—Por favor…— sonó suplicante una vez más su voz—se gentil… — dijo mirando a Marco desde abajo y con sus ojos nublándose por las lágrimas que se agolpaban por querer salir, lo miró también con expresión suplicante.
—Lo seré mi amor, tendré mucho cuidado.
Sabo lo obligo a que lo besara, al mismo tiempo que Marco comenzaba a entrar en él.
Aun atrapado en los brazos de su amado, Marco escondía su agitado y sonrojado rostro en el pecho de Sabo.
El menor dejó al fin a Marco, y llevó sus manos hasta su pecho cerrando fuertemente sus ojos. Por su parte, el mayor lo observó unos segundos para luego dejarse caer sobre Sabo sin aplastarlo y besar la cicatriz que el joven tenía en su rostro.
—Estoy dentro de ti Sabo… — susurro luego en la boca del joven — ¿puedes sentirme?
Sabo no era capaz de responder, no porque no quisiera hacerlo, sino, porque le resultaba un poco difícil poder mantener su respiración tranquila y decir alguna palabra a la vez.
Era su primera vez, había estado asustado desde el inicio, confiaba en su amado, pero no podía evitar sentirse inseguro.
Una vez hubo recuperado la calma y su cuerpo ya se habituaba a aquella intromisión, Sabo al fin pudo pronunciar sus primeras palabras.
—Duele… pero puedo sopprtarlo…—dijo y dejo al fin de pelear con las ataduras.
—Cuando estés listo, házmelo saber para comenzar a moverme ¿de acuerdo? —sonrió Marco.
—Gracias murmuró Sabo — gracias por haberme traído a casa esa noche—dijo para luego volver a abrazar al mayor.
—No… gracias a ti…—murmuró el moreno también — gracias por permitirme amarte como lo hago—
Marco solo lo observó y respondió a esas palabras con una radiante sonrisa y un tierno beso.
Pasaron unos minutos en silencio, oyendo como afuera se caía el cielo de tanto llover.
Y de pronto, aquel tranquilo silencio fue interrumpido por Sabo.
—Ya no duele—murmuró ya puedes moverte mi amor…
Marco seguía sobre él, cuidando de no lastimarlo y comenzó con movimientos primero lentos para que Sabo poco a poco se acostumbrara y su cuerpo se adaptara.
Las embestidas fueron aumentando paulatinamente, hasta el punto de volverse fuertes y profundas.
Marco movía frenéticamente su cadera, chocándola con la del joven frente a él.
Las piernas del menor estaban a ambos lados de Marco, sostenidas por éste. Observando como entraba y salía de él.
Sabo, por su parte soltaba gemidos placenteros al mismo tiempo que sus expresiones cambian a cada embestida que recibía por parte del mayor, y aunque intentaba soltarse, su lucha era en vano.
Marco una vez más se encimo sobre Sabo, para devorar una vez más la boca del menor y éste una vez más se abrazó al moreno, permitiéndole que pudiera oír sus excitados gemidos.
—Marco… - susurro entre jadeos y rodeo con sus piernas la cadera del moreno
—Sé… que nunca había dicho estas palabras…
Marco detuvo sus embestidas y miró con su rostro sonrojado y agitado a Sabo, que lucía de la misma manera, y quito el cabello del rostro extasiado del muchacho.
—Sabo…
—Pero… siento que tengo que decirlas, tengo que decírtelas…
Marco siguió mirándolo, esperando a que Sabo continuara.
—Yo… — farfulló tratando de que sus palabras quisieran por fin en salir de su boca.
Tú…
Sabo acerco su boca al oído del Marco y susurró:
—Te amo — la frase salió simple y llena de sinceridad — te amo, te amo te amo — repetía agitado y desesperado el menor.
Marco se volvió a mirarlo y besarlo necesitadamente, lujuriosamente, lo besaba al punto que, literalmente, parecía que deseaba devorar aquellos labios y comenzó una vez más a embestirlo, y al tiempo que lo hacía, soltó definitivamente las amarras dejando libres las manos del menor. Manos que no tardaron en perderse en la morena piel que tenía sobre él.
Bastaron unas estocadas más para llegar al final, y ambos terminar al mismo tiempo. Marco al igual que Sabo, estaban completamente bañados en sudor. Las ventanas estaban empañadas por el contraste de temperaturas que había dentro de la habitación, con el frío de afuera.
Ambos respiraban agitados y Marco, se dejó caer sobre el pecho del menor abrazándose a él, una vez que hubo salido del interior de Sabo.
Así estuvieron un buen rato, esperando que los latidos de sus corazones regresan a la normalidad.
Finalmente, Marco levantó su rostro para ir hasta el de Sabo y besarlo otra vez
—Te amo — respondía él, a las palabras de su amado —Te amo, te amo demasiado
Sabo rió al oír la respuesta de su novio.
—Me alegra que esa noche el bus haya pasado media hora antes — dijo cuándo Marco apoyaba su cabeza en el torso del joven, y este empezaba a jugar con el cabello del moreno.
Hasta la próxima
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Una vez, a la Semana
FanfictionMarco y Sabo llevan una relación desde hace dos años, sin embargo algo les impide estar juntos.