Un sordo ruido me reclamaba, era mi alarma que anunciaba la llegada de un nuevo día. Era sábado por la mañana y tenía que ponerme las pilas. Me desperecé y bostecé con fuerza, para luego dirigirme a la cocina para prepararme unas tostadas, o lo primero que viera.
A paso de zombie pasé por los pasillos que me llevaban hasta dicha parte del piso, antes de casi matarme a causa de un absurdo tropiezo. Miré el objeto que me iba a causar una mala muerte y comprobé que era una prenda que no me pertenecía.
Ah, es verdad; ahora no estoy solo, por desgracia.
Miré de reojo el salón para poner mi queja en mi nuevo ocupa y vi que no estaba por los alrededores. Escuché el sonido de unos platos y si no me estaban robando, se trataba de mi primo Héctor. Bueno, me estaba robando la comida, que viene a ser lo mismo.
—Héctor, ¿me puedes decir por qué no tienes má---?— le pregunté mientras entraba en la comida, cuando lo primero que me encontré fue a mi primo acumulando comida como un roedor, rodeado de envoltorios de dulces industriales y su tazón de leche caliente — ¿Se puede saber por qué no paras de engullir la comida de los demás, muerto del hambre?— cambié totalmente de tema al verle comer el suelo de una semana en una mañana.
—¡Mmmmmh!— gritó apresurado, sin poder tragar todo lo que tenía en llena boca, hasta que pudo conseguir ingerir lo que tuviera en la boca— Tranqui, lo compré ayer, no te he cogío na' aparte de la leche— dijo mostrando los envoltorios de dichos dulces que no correspondían con la única marca que solía comprar yo.
—Me creía— dije lanzándole una mirada asesina. Le mostré la camisa que había dejado tirada en el suelo y de inmediato su rostro moreno palideció.
—¡Lo siento, se me tuvo que caer!— se disculpó de momento mientras se limpiaba la boca.
—Ten más cuidado para la próxima— dije mientras me acercaba a la nevera a ver qué podría desayunar yo.
—¿De qué querías hablar ayer?— preguntó curioso.
—Pues, mira, las normas de convivencia— cerré la nevera tras sacar el batido de plátano de ésta—. Ya que te vas a quedar aquí de ocupa...
—En realidad no lo soy, tendrás mi ayudita económica pa' que estés menos agobiao con la hipoteca— dijo sonriente. Intentaba que le resultara agradable, pero conmigo no funcionaba las ayudas.
—... Como ahora estoy a tu cargo, tengo mis normas— alcé las cejas, a ver si era capaz de rectificarme en esta ocasión, cosa que no hizo, se quedó mirándome sonriente—. Primera norma: todas mis normas son importantes las debes seguir al pie de la letra.
—¿Qué clase de norma es ésa? No tiene sentido lo que estás diciendo— se encogió de hombros extrañado.
—Tú calla y déjame hablar— y se calló sin rechistar—. Segunda norma: como aún eres menor de edad...
—En diciembre ya no— dijo sonriente y lo maté con mi afilada mirada, volvió a callarse susurrando un "perdón".
ESTÁS LEYENDO
Nunca enamores a un Artista [BL]
RomanceMiguel Tamayo es un joven madrileño cuya pasión es bailar Break Dance. A punto de comenzar una nueva etapa en busca de alcanzar el sueño de ser un famoso bailarín, un sujeto le interrumpe bruscamente su vida: su primo Héctor, un entusiasta andaluz q...