Llevaba cerca de tres horas en el trabajo. Todo fluía con la monotonía de siempre y ya esa maldita espina que me habían hundido a mala intención resultó ser un dolor soportable, ya estaba tan quemado que no me tomó mucho tiempo volver a mi supuesta normalidad.
Atendía las mesas, las limpiaba y servía el café y algún que otro dulce, puesto que ya era hora de merendar. Normalmente estaba el mismo grupo de señoras mayores que se contaban los chismes de sus amigos, hijos y nietos, lo típico.
—¡Miguelín!— me llamó una de las señoras que ya me tenía más que visto.
—Sí, ya les traigo la baraja.
—¡Ése es mi chico!— rió la anciana por la confianza que tenía conmigo.
Sin más preámbulos, me encargué de que Puri y sus amigas jugaran a las cartas. Di una ligera vuelta para entregar la baraja española y comenzaron su partida casi diaria. Les pregunté si deseaban algo más el grupo de seis y al recibir nuevos pedidos los apunté en mi libretita. En menos de tres minutos las ancianas recibieron su café.
Al girarme vi a un cliente que esperaba mientras observaba el paisaje del pequeño parque que hacían del bar más atractivo. Me froté las manos y me dispuse a atender al joven.
—Buenas tardes, ¿qué desea tomar?— dije educadamente, llamando la atención del cliente.
—Un descafeinado.
—¿Máquina o sobre?
—Máquina.
Asentí y me dirigí al interior del bar. No tardé mucho en terminar el pedido y me acerqué al joven que seguía absorto en el paisaje, como si hubiera un mundo chupi-guay en ello.
—Aquí tiene.
—Gracias—asintió con seriedad.
De nuevo, me aproximé a los nuevos clientes y continué mi jornada laboral hasta que por fin terminé otro largo día de trabajo. Ser adulto apesta.
Llegué a casa y lo primero que me encontré fue a Héctor con una toalla sobre la cintura para tapar lo justo y necesario. Qué mala suerte la mía tener que volver a la realidad de que no estaría solo a partir de ahora.
—Hey— saludó—, ¿qué tal el curro?
—Agotador, como siempre— respondí cayendo de espaldas en el sofá como un peso muerto—. Hazme el favor de taparte, hombre.
—¡Pero si tenemos lo mismo!— se quejó mi primo sureño.
—Espero que no le digas lo mismo a tus amantes...
—De acuerdo...— juraría que mientras lo decía con desgana estaría rodando los ojos, como solía hacer cuando tenía que obedecer a regañadientes.
Apoyé mi antebrazo derecho en mi rostro, ocultándome los ojos por el brillo que recibía directamente de la lámpara del techo, bastante molesta para un empleado agotado. Suspiré pesadamente. A veces me pregunto qué hago trabajando hasta tan tarde, luego recuerdo que no tengo un duro y se me resigno. ¿Por qué en mi casa no somos millonarios y así me ahorraba trabajar como un loco?
Sabía que no podía quedarme ahí quieto, tenía que moverme de ahí, sólo los perdedores se quedaban tirados en el sofá.
Desplacé mi extremidad con lentitud y cuando abrí los ojos tenía el careto de Héctor observándome con sus grandes ojos marrones expectante de mis actos y provocándome un mini-infarto.
—¡JODER!— grité después de dar un brinco que por poco no me hacía tragarme el pico de la mesa— ¡No vuelvas a hacer eso!— le ordené una vez me recompuse del susto.
—Lo siento, Miguel, ¿estás bien?— preguntó girando su cuello como los cachorritos hacían.
—No, estás aquí. ¿Qué quieres?— respondí tajante, ya en pie.
—Pos bueeeeeeeeeno...— Mal empezamos si bailas las letras— Me preguntabas si sabías dónde quedaba mi universidad, ya sabes, para no perdernos el primer día de clases, sería desastroso— gesticulaba con las manos de manera un poco exagerada y con una sonrisa nerviosa.
—No te pienso llevar a ninguna parte, te coges el bus y me dejas tranquilo— me apuré en dejarle bien claro que no le llevaría a ninguna parte.
—¡Quillo, por favor! ¡Sólo por esta semana!— me rogó.
—¡Que no!
—¡Porfa, porfa, porfa!— insistió como niño pequeño.
—¡No pienso hablar más del tema!
—¡No te pido nada más, sólo esta semana, que no he tenío tiempo pa' informarme!— juntó sus manos mientras seguía suplicando.
—¡Es lo menos que puedes hacer como estudiante que eres! Mañana, que es domingo, te empiezas a informar de una vez— rebatí molesto por su irresponsabilidad.
—¡Pues sólo el lunes, no quiero perderme!
—¡Que no!
—¡Vengaaaaaa!
—¡A la de tres te echo de mi casa! ¡UNA!
—No seas así...
—¡DOS!
—¡Podemos llegar a un acuerdo!
—¡TRES!
—¡Ten cuidado, Miguel! ¡Vas a atropellar a esa tía!— me pidió mi primo asustado.
—¡Ojalá os muriérais todos los de Artes!— dije estresado por la cantidad de alumnos que no debía llevarme por delante— Venga, baja ya.
—Gracias, Miguelín, no sabes cuánto te quiero~— me lanzó un beso.
—Uhhh, no es correspondido— dije con un poco de grima.
—¡Adiós!— se despidió entusiasmado.
Al final se salió con la suya el muy capullo.
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Nunca enamores a un Artista [BL]
RomanceMiguel Tamayo es un joven madrileño cuya pasión es bailar Break Dance. A punto de comenzar una nueva etapa en busca de alcanzar el sueño de ser un famoso bailarín, un sujeto le interrumpe bruscamente su vida: su primo Héctor, un entusiasta andaluz q...