Capítulo 1 - ¿Cómo pasó?

325 28 8
                                    

Ya iban dos días de retraso. Y no, no eran sólo dos días para mí y para mi mente. Por dios, si algo me caracterizaba, era la paranoia.
Y se preguntaran, ¿cómo comenzó todo esto? Bueno, no es algo fácil de contar. O quizá sí.

>>Mi novio y yo, desde que nos conocimos tuvimos un tipo de conección especial.
No, no el típico cliché de siempre. Es algo, no lo sé, diferente.

Compartíamos gustos, a pesar de que teníamos muchas cosas diferentes.
Encajábamos a la perfección.
Entonces, una vez cruzadas las miradas, no nos dejamos ir más.

Todo avanzaba muy rápido, y muy bien.
Obviamente tuvimos problemas y pudimos superar todos, pero esa es otra historia.

El tiempo transcurría, y como toda pareja, comenzamos a hacer cosas nuevas. Conocer a nuestras familias, visitar nuestras casas y avanzar a algo más serio. Supondrán lo que sigue, ¿verdad?

Nuestra relación siempre fue buena, no terminamos ni una sola vez, y para tener la edad que teníamos, era algo bastante maduro.

Y en fin, poco después de cumplir el tan esperado aniversario, aquél hermoso año juntos, sucedió.

No se preocupen, no lo dejaré así, pienso dar más detalles.

(...)

Como iba diciendo, dos días de retraso. Y mil ideas rondando por mi mente.
Lo imaginaba, ¿cómo no hacerlo? Pero una vocecita dentro mío intentaba calmarme, diciendo que no debía ser paranoica y que tan sólo eran dos días.

Pues esos dos días se convirtieron en tres, cuatro, cinco.
Obviamente se lo había dicho a mi novio y lo que menos quería era preocuparlo, pero ya era demasiado tarde para eso.
Decidimos no pensar en ese tema para no tenernos con los nervios a flor de piel, pero tan sólo era alargar lo inevitable.
Teníamos que realizar una prueba si eso seguía así.
Bueno, mejor dicho, tenía.

Yo estaba decidida a esperar diez días de retraso, debido a que a había leído bastante sobre el tema y las pruebas eran más efectivas transcurridos algunos días.
Pero nuestra espera se hacía más ardua y ansiosa con cada día que pasaba.

Una semana. Ya era una semana, y pues para colmo, la noche de aquél séptimo día, una pequeña molestia asomó por mi estómago hasta llegar a mi garganta. Correcto, eran náuseas.
No podía esperar más, y es que ya estaba demasiado preocupada. Por más de que no había explicación, cabe decir que mi memoria no era de las mejores, puesto que no recordaba haber hecho algo que pueda causar esto. No últimamente, claro.

Una vez se lo dije a mi novio, él concordó conmigo en la decisión de hacer la prueba al día siguiente.
Pedí el permiso a mis padres para poder ir a su casa, el cual fue concedido.
Compramos la prueba y fuimos a su casa.

Recuerdo perfectamente que era un día domingo, un poco soleado, era un buen día.

Tenía miedo de hacer la prueba, pues ni aunque lo imaginase una y mil veces podría creerme la idea de que sería madre. Es decir, no me lo permitía. Era imposible.
Era.

Entonces, el ansiado momento llegó. Estaba decidida, no quería esperar más y al parecer él tampoco.

Antes de hacerla, habíamos hablado mucho de eso, obviamente. Y me repetía las veces que eran necesarias, que él jamás me dejaría y que estaba dispuesto a hacerse responsable del bebé. Si es que había uno. Además de que, en cierto modo, y aunque suene loco, era bonito imaginar que seríamos padres.

En fin, no queríamos demorar más y fue cuando entré al baño con la prueba en mano, e hice lo que indicaba en las instrucciones.
Esperar tres minutos se hacía ver como tres eternidades en esos momentos.

Mi corazón latía a mil por hora y mi novio intentaba calmarme, pero sabía que él se sentía igual que yo. Nervioso, ansioso y muy preocupado.

Cuando los tres minutos terminaron, me aseguré de leer por última vez las instrucciones, y entré decidida al baño.
La prueba estaba ahí, frente a mis ojos, y al ver el resultado, estoy segura de que mi corazón se detuvo por unos segundos.

Diario de una adolescente embarazada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora