Jean Kirschtein x Lectora (1)

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Jean Kirschtein x Lectora (1)

El vecindario Trost era uno de los más recientes en la ciudad de Rose. Las viviendas eran exactamente iguales por fuera, lo suficiente como para que los residentes tardaran unos cuantos minutos en reconocer las suyas. Apenas las casas se pusieron en venta, el barrio comenzó a llenarse rápidamente de personas. Entre ellos, la familia Kirschtein y los (T/a). Vivían a cuatro casas de distancia y se conocieron por mera "coincidencia" gracias a sus hijos, aunque no de una forma que les hubiera gustado.

El primer día de clases se les permitió a los padres quedarse para que vieran cómo interaccionaban y se comportaban sus niños en compañía de otros. La señora (T/a) se había sentado con su hija, de seis años, en una mesa apartada.

– (T/n) –Dijo la señora (T/a)–, ¿por qué no vas a jugar?

Su hija no parecía estar de humor. De hecho, había estado enfadada desde que la despertaron muy temprano para su gusto y la obligaron a vestirse con el uniforme. Además se había ganado una nalgada de su madre por insultar a su hermano mayor.

La niña se levantó a regañadientes de su silla; sabía que desobedecer a su madre era peligroso. Se detuvo justo frente al pizarrón para tener una mejor percepción del salón, abundante de niños y madres y así poder elegir quién sería el desafortunado con quien intentaría entablar una conversación. Su primera opción fue una mesa ocupada por solo niñas, las cuales jugaban con muñecas.

– Hola –Saludó, acercándose a ellas–. Soy (T/n), ¿puedo jugar?

Una de las niñas le sonrió y sacó su mochila de una silla desocupada, como invitándola a tomar asiento. Al menos eran simpáticas. Observó las lindas barbies que tenían, todas con su ropa en perfecto estado y largo cabello sedoso. Le hubiera gustado tener una pero a su madre no le simpatizaba mucho éste personaje por considerarlo un mal ejemplo para las niñas, así que debió conformarse con robar muñecos coleccionables de su hermano e imaginarse que se trataba de una muñeca cualquiera.

– Claro que puedes –Respondió otra de las niñas– pero debes traer tu propia muñeca, ¿tienes una aquí?

(T/n) asintió, feliz. Corrió de nuevo hacia su madre, que hablaba con la maestra, y pidió su mochila. Cuando regresó empezó a revolver entre sus lápices y cuadernos hasta dar con el muñeco.

– ¿Qué tipo de muñecas es?

– Tal vez tenga alguna modelo o estrella de cine, esas son las más lindas.

– O una doctora, esa también me gusta.

Finalmente dio con el juguete que seleccionó para llevar su primer día de clases. Sonrió ante las niñas, que miraban emocionadas, y en un rápido movimiento lo colocó sobre la mesa. Las niñas dieron un alarido, alejándose despavoridas y asustadas. (T/n) no comprendía qué tenía de malo: para la ocasión eligió un shinigami, también conocidos como ángeles de la muerte, que, a decir verdad, tenía una apariencia bastante tétrica. Pero, como no veía nada de malo y le gustaba, pensó que a sus compañeras también. Al parecer se había equivocado.

Guardó el muñeco de nuevo en su mochila y ésta vez sacó un cuaderno para dibujar. A su corta edad ya había aprendido a hacer dibujos decentes, a diferencia de su hermano, que aun hacía el típico de un círculo con muchos palitos (y eso que tenía como quince años).

Pasaron los días y (T/n) apenas se juntaba con un par de niñas que no estaban prestando atención el día del incidente; el resto de ellas decidieron no permitirle volver a jugar a las muñecas con ellas y, además, habían contado a los niños que ella tenía en su posesión muñecos endemoniados. Nadie quería acercarse por miedo a recibir algún embrujo o ser atacados.

Shingeki no Kyojin One-shots | Personaje x Lectora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora