Capítulo 2

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Pasó el tiempo y ellos dos se hicieron más y más íntimos. Hablaron durante horas, días, meses y años. Ella le explicaba sus dudas, y él las escuchaba interesado. Por paradójico que pueda sonar, ambos se sentían más completos de lo que nunca se sintieron estando con otros de su misma especie.

Y ambos se sentían más atraídos el uno por el otro de lo que nunca habían podido esperar. Un día, estaban los dos sentados en la más alta montaña de aquel maravilloso mundo observando extasiados el amanecer.

Raziel sentía una paz interior que nunca antes había sentido. Ni siquiera cuando mató a su primer demonio. Junto a Lucifer se sentía tan… llena. Sabía que su naturaleza le obligaba a crear destrucción, pero ella era feliz arreglando sus desaguisados, porque él le ayudaba.

Solo había una cosa que alteraba aquel estado. Estaba irremediablemente enamorada de aquel demonio. Giró su cabeza para observarlo, como tantas otras veces. Raziel sabía que debía guardarse sus sentimientos para ella misma, ya que si se le pasaba por la cabeza declararse él podría huir horrorizado, o peor, iracundo.

Además, prefería estar a su lado sufriendo en silencio, a estar separada de él sufriendo en silencio. Porque ella lo sabía, y lo sabía bien, que aquel amor estaba prohibido. Incluso si los llegaran a pillar, ella moriría. Literalmente. Está prohibido confraternizar con el enemigo.

Lucifer la observaba como quien mira un vaso de agua en un seco desierto. Sabía que habrían consecuencias, pero valía la pena. Así que cogió ese bello rostro entre sus manos y besó aquellos perfectos labios.

Notó como la sorpresa se apoderaba del cuerpo del ángel. Pero también supo el momento exacto en el que ella se relajó y se perdió en el beso. Lenta, muy lentamente, dieron rienda suelta a su amor. Y aquel amanecer fue el único espectador silencioso que vio aquel grandioso encuentro. 

Nunca másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora